Los comienzos de año pueden representar una oportunidad de iniciar proyectos, renovar fuerzas, experimentar un nuevo estilo de vida; en fin, todo lo que conllevan los mentados propósitos para el año naciente. Lo mismo aplica en el “mundo de la Política”, con elecciones locales en Coahuila y Estado de México, comenzará este año de manera abierta la lucha por el 2024 (elecciones presidenciales y de las cámaras) en todas y entre todas las expresiones políticas, quienes están quieren seguir estando y los que no están quieren estar, verdaderos “aspiracionistas”, están en su derecho. En 2024 Chihuahua también tendrá elecciones para ayuntamientos, diputados locales y síndicos.
“Cuando no hay principios, cuando no hay ideales, el poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”, lo dijo el presidente López Obrador en alguna de sus mañaneras y concuerdo. Los puestos públicos derivan de facultades que otorgan los poderes del Estado, implica que a los servidores públicos se les dote de autoridad y en los cargos directivos, la toma de decisiones ejecutivas; disponer de recursos, relativa influencia y reconocimiento formal en su círculo de acción o hacia la comunidad lleva a que muchos pierdan el piso.
En la cultura política mexicana; para acceder o ascender a un mejor puesto gubernamental o político había que ser (o hay que ser) lambiscón con el jefe o jefa, no darle la contra, adularlo, ponerse de tapete, decirle siempre que todo está bien; esto cuando no se era cuate, compadre, recomendado o “pareja” del jefe.
¿Y los conocimientos, preparación, capacidades, resultados, valores?, ausentes muchas veces de la administración pública, por lo tanto, dan como resultado gobiernos repudiados por la opinión pública. Los líderes de tales gobiernos o instituciones, terminan envueltos en la nube de adulación de colaboradores simuladores que saltarán de barco en la primera oportunidad, cortesanos usualmente prepotentes cuya táctica es la intriga y presumir de sus “palancas”. Poco a poco el desorden, fallas y escándalos paralizan a esos gobiernos, entrando a una dinámica de comodidad y frivolidad.
Pero la perdida del sentido de la realidad hace que quienes encabezan los gobiernos a veces eviten ver la verdad de las cosas, no solo eso, sino que se convencen de buscar un puesto más alto, volver a competir o impulsar a sus incondicionales; creen contar con los méritos y de disponer del voto de las mayorías, les han hecho pensar que cuentan con el apoyo popular o en su defecto de poder cooptarlo. Se avocan a la entrega de dádivas, obras o eventos vistosos; lo siento, pero tengo que volver a parafrasear a AMLO: “Tonto quien piensa que el pueblo es tonto” (aclarando que esto aplica a todas las fuerzas políticas). La sociedad cambia, hoy es perceptible quién trabaja y quién no, quién da o puede dar resultados y quién no. El ingrediente principal de la receta es el trabajo bien hecho en los temas encomendados, pero voltean a un lado, confiando en actores de la vieja política.
En estos casos, cuando compiten (ellos o su grupo), reciben el voto de castigo, despertando de su fantasía. Pocos que se ufanaban de cercanos no los negarán tres veces antes de que cante el gallo y no pocos harán leña del árbol caído. No digo que nuestros líderes descarten sus aspiraciones o las de su grupo político, pero sí que depuren sus equipos de funcionarios simuladores e incompetentes, integren a perfiles capaces y responsables, combatan las distintas formas de corrupción, sean cercanos al pueblo y hagan lo que puedan por resolver los asuntos con decisión y firmeza. De está forma abonarán a un proyecto y no a una fantasía.
“En la multitud del pueblo está la gloria del rey, pero en la falta de pueblo está la ruina del príncipe.” (Proverbios 14:28).
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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