Cada 1° de mayo conmemoramos el Día del Trabajo reconociendo el valor esencial de las personas trabajadoras en la construcción de una sociedad más justa. Este año, la celebración cobra un nuevo significado: la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS) convocó, a partir del 2 de junio, mesas de diálogo para iniciar el camino hacia una jornada laboral de 40 horas semanales, con un proceso gradual que culminará en 2030. Este avance responde a una demanda histórica y al reconocimiento de que una reducción del tiempo de trabajo no merma la productividad, sino que dignifica a las y los trabajadores.
La reducción de la jornada representa, sin duda, una conquista en materia de derechos humanos laborales. El derecho al descanso, consagrado en la Constitución y en convenios internacionales, promueve el bienestar físico, mental y familiar, fortalece la cohesión social y refuerza la igualdad de oportunidades, al reconocer la diversidad de responsabilidades que recaen en mujeres y hombres por igual.
Sin embargo, atender este anhelo implica considerar la realidad de nuestro tejido productivo. En México, las micro y pequeñas empresas concentran más del 95 % de las unidades económicas y generan buena parte del empleo formal e informal. Para muchas de ellas, el costo laboral —junto con otros gastos fijos— representa un reto que podría tensionar su viabilidad si la transición a 40 horas no se acompaña de incentivos sólidos.
Resulta indispensable que las mesas de análisis integren a las patronas y a los patrones de este sector, así como a expertas y expertos en economía social. Las propuestas deben incluir estímulos fiscales temporales, programas de capacitación para optimizar procesos y esquemas de flexibilidad —como el pago por hora o la jornada mínima fraccionada— que faciliten la adaptación sin poner en riesgo fuentes de trabajo.
Un modelo justo y eficaz, en palabras de la STPS, sólo será posible si combina el avance en derechos laborales con el fortalecimiento de la microempresa. Así, promovemos un desarrollo equilibrado donde las personas trabajadoras accedan a condiciones dignas y las y los emprendedores encuentren el respaldo necesario para crecer y crear más empleo.
El Día del Trabajo no puede ser una efeméride vacía. Su verdadero sentido radica en cristalizar compromisos que impacten la cotidianidad de las personas: jornadas que permitan conciliar vida familiar y profesional, empresas competitivas que ofrezcan oportunidades de crecimiento y un Estado que garantice acompañamiento técnico y financiero.
La reducción a 40 horas es un paso firme hacia una sociedad más equitativa. Pero no debemos perder de vista que los derechos de las personas trabajadoras y la sobrevivencia de las micro y pequeñas empresas son dos caras de la misma moneda: sólo avanzaremos si construimos puentes entre ambos actores.

Georgina Bujanda
Licenciada en Derecho por la UACH y Maestra en Políticas Públicas, especialista en seguridad pública con experiencia en cargos legislativos y administrativos clave a nivel estatal y federal. Catedrática universitaria y experta en profesionalización policial.
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