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    abril 20, 2024 | 8:07

    Entre el narco, el mal transporte y Víctor Estala

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    Son las 11:30 de la mañana y el líder camionero, Alberto Holguín recibe una llamada de la oficina de Transporte Público del gobierno del Estado. Lo alertan de que una patrulla de Seguridad Pública acaba de detener uno de sus unidades porque “una señora se sintió agraviada con el camionero que le echó la unidad encima”.

    Es entonces cuando la maquinaria se activa y Alberto Holguín inicia la defensa de la causa citando artículos de la Ley de Transporte del Estado de Chihuahua y refiriendo al interlocutor y más tarde a uno de sus empleados, la existencia de un amparo activo que prohíbe que por una simple denuncia “de una señora” o de “un ciudadano” se intente quitar la licencia al chofer, sacar de circulación la unidad de transporte o ambas cosas.

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    La defensa dura algunos minutos.

    La amenaza del jefe de inspectores de Transporte Público, Víctor Sandoval proviene de su desconocimiento de la ley. El servidor público era el sastre de Javier Corral y ahora se dedica a regular el transporte.

    La historia de Sandoval se remonta a un caso especial: fue propuesto por Víctor Estala para “quedar bien” con Javier Corral. Así, de buenas a primeras, Estala Banda lo propuso como responsable de verificar el buen funcionamiento del transporte de pasajeros en Juárez amparado en un ‘currículo inventado’.

    El sastre es un huevón, según la versión de sus propios subalternos. En Juárez se atiende a miles de unidades de transporte, muchas de ellas sin papeles, con permisos clonados o ‘chuecos’ con un ejército de que no rebasa los 15 inspectores y que algunos son herencia de la corrupta administración de César Duarte.

    El mal carácter y despotismo del sastre lo convierte en un tirano perfecto; la tiranía y visión altanera son la nueva forma de gobierno del llamado ‘nuevo amanecer’.

    La historia del sastre la escuché en una reunión de café. Aquí se reafirma esa singular característica que tiene el jefe de la oficina de Transporte, Víctor Estala que se aferra a un caprichoso método de seducción que ‘domaba’ con facilidad a Ramón Galindo; que ‘envuelve’ y ‘confunde’ a la hermana del gobernador Leticia Corral, que juega con la visión ‘timorata’ de Joel Gallegos Legarreta, un asustadizo director general de Gobierno y Transporte de la administración estatal que está decidido a concluir el quinquenio debajo de un escritorio antes que poner en orden a Estala y su banda en Juárez.

    Esa tramposa, labiosa y seductora posición de Estala chocó con el nuevo subsecretario de Gobierno, el ingeniero Mario Dena que sorprendió a propios y extraños al callar al jefe de Transporte frente a los transportistas de Juárez en una reunión donde presentaron las ignoradas pruebas de la corrupción contra el ex funcionario de Migración.

    En el arranque del quinquenio corralista, Estala montó en el cargo de jefe de Inspectores de Transporte a Manuel Márquez, su concuño. Era el modelo perfecto para administrar el área operativa de la oficina estatal. Esa comandancia se equipara al nombramiento de un ‘administrador del caos’. Es como otorgar una licencia para entrar a robar a una bóveda bancaria donde se ignora cuánto dinero está amontonado en los anaqueles.

    El trabajo en la oficina de Transporte quedaría en familia al igual que los tratos con los concesionarios del servicio de ruteo y viajes especiales a maquiladoras que sufrían aún los estertores del pasado gobierno.

    Y como muestra un botón: Manuel García, el ex jefe interino de Transporte en el corrupto gobierno duartista expidió mil 200 concesiones ‘al vapor’ por los que se pagó mil dólares extralegales por cada una, en un abierto acto de corrupción.

    El recurso económico subió al entonces secretario general de gobierno, Mario Trevizo Salazar, según la versión de personas allegadas de la dependencia; otra parte se quedó en poder del interino.

    Los permisos para ‘viajes especiales’ subieron de precio el día siguiente de su expedición. En el mercado informal se cotizaban ya en $2 mil 500 dólares.

    En la actualidad, la ruta más jugosa cotiza cada permiso en $150 mil dólares; las menos monetizadas se venden en 5 mil dólares y las que más se comercializan andan en $40 mil dólares.

    Para dar una idea del tamaño del ‘marranito’ en este momento están en análisis mil 50 permisos que pudieran salir en los próximos meses. El costo promedio por el trámite de cada una de ellos, incluyendo el Notario Público, es de 10 mil pesos y se ofertan en $720 mil pesos en el mercado negro (versión promedio).

    La llegada de Estala Banda modificó los criterios de corrupción que había instituido el gobierno priista y emprendió nuevas formas de acordar con los ruteros. Tenemos que ser originales, pensó el funcionario que es hechura de los facciosos y pragmáticos gobiernos panistas que saben lamer el excremento y voltear a la cámara haciendo creer que lo que comen es nieve de chocolate.

    En esas estaba, cuando el escándalo regresó a la oficina de Transporte. Un día, en la ciudad de Chihuahua, una joven mujer, de apariencia afable, según la descripción de Joel Gallegos, se presentó a la oficina central de la dependencia para acusar de acoso sexual al concuño de Estala.

    Y el machismo llegó a la estructura de Transporte…“habiendo viejas tan buenas”, señalaría uno de los beneficiarios del ‘nuevo amanecer’ que atendió la demanda de acoso.

    Manuel Márquez seguía hasta ese momento en el cargo de jefe de Inspectores. Sin medir las consecuencias, el concuño despertó aquel día con una sensación de falta de paz. Presentía algo.

    En forma inmediata, el secretario general de gobierno, César Jáuregui Robles fue informado del caso y, por la gravedad del mismo, la queja con pelos, señas obscenas, tocamientos, insinuaciones, whatsapps y frases sacadas del diccionario de la cachondez, llegaron al escritorio de Ramón Galindo.

    “¡A ver, atiéndeme esa pendejada, Ramón”, dijo el secretario Jáuregui que con el celular en la mano estaba a punto de perder la calma. El bigote se le trababa a Galindo con la lengua, no sabía qué decir porque la revista ‘Hola’ no traía nada sobre el affaire…hasta que hiló el primer pensamiento. “Déjame hablo con Víctor…yo lo atiendo, César”.

    Ramón Galindo ingresó al baño de su oficina y se miró al espejo. Sintió que necesitaba un toque de gel en su cabello y una aspirina, en ese orden; luego mandó traer, con carácter de urgente, a Estala. Para ese tiempo las llamadas iban y venían. ¿Y quién es la mujer?, preguntaban con morbo los interlocutores. Y el machismo, otra vez, antes que la dignidad “… ¿y siquiera está buena?”

    “Pinche vieja”, dijo Estala al ser enterado de la queja interpuesta en Chihuahua. Y, a partir de allí, empezó el ‘rosario’ político del jefe de Transporte en defensa de su concuño a quien ‘beatificó’ más rápido que el Vaticano al inexistente Juan Diego, ahora santo de los católicos mexicanos.

    Unas horas después del affair, por alguna extraña razón, el ingeniero Mario Echanove, jefe de Transporte Integrado en la Ciudad de Chihuahua, fue comisionado para nombrar en Ciudad Juárez a Héctor Martínez como nuevo jefe de Inspectores, un verdadero golpe político para Estala Banda.

    Su protector, Joel Gallegos, fue sacado de la negociación y del nuevo nombramiento, porque existía un abierto conflicto de intereses. Además, Estala, tiene la costumbre de pasarse por el ‘arco del triunfo’ toda orden y disposición de Joel. Al ingeniero Dena le queda claro que Estala “pendejea” como le da la gana Gallegos, a quien le ha perdido el respeto.

    Y allí empezó la nueva estrategia. Estala no dormía, no comía…no era feliz. En forma estratégica decidió el futuro de la oficina. Me la juego, pensó y aplicó el principio de la moneda en el aire.

    Ese día se puso su pulcra camisa blanca de jefe de Transporte que lleva su nombre bordado en el lado izquierdo, ‘Víctor Estala B.’ Llamó a la oficina y le pidió a la secretaria que cancelara todas las actividades que tenía para esa hora y le indicó que estaría con la vicegobernadora Leticia Corral, Lety, “por si algo se ofrece”, señaló el funcionario.

    Con una actuación, casi preparada frente a espejo, Estala presentó un panorama catastrófico repitiendo en los oídos de la vicegobernadora la estrategia que es infalible cuando se dialoga con la familia Corral.

    “Lety, se nos cae la oficina de Transporte, el ejército de inspectores duartistas tomaron el control de la dependencia”, dijo Estala abriendo los ojos y sembrando esa semilla que intoxica a los de apellido Corral y que se llama César Duarte.

    Luego una nueva versión retórica, catastrófica: “los viejos inspectores no acatan las órdenes…Héctor Martínez no me sirve en el cargo”, espetó el dramático funcionario ante una Lety Corral sedienta de poder que cuestionaba y, al mismo tiempo, avalaba cada palabra de Estala.

    Fue entonces que el nombre de Víctor Sandoval, el sastre, fue puesto en la mesa de la Vicegobernadora que argumentó, y con justa razón, que no era lo mismo diseñar sobre un casimir, hacer ‘patrones’, coser con zurcido invisible, fruncir, hacer dobladillos y muescas… que meter en cintura al pulpo del transporte.

    La trama había llegado hasta Joel Gallegos, que aún hacía pucheros porque había sido excluido del nombramiento de Héctor Martínez y en su lugar se había enviado a Mario Echanove, su archienemigo.

    La estrategia dio resultado. La bendición sacrosanta de la vicegobernadora derribó al experimentado jefe de inspectores, recién nombrado, para integrar a la estructura de Estala al sastre de Javier Corral.

    A las oficinas de Transporte en la Ciudad de Chihuahua llegó un currículo impecable, con todos los atributos profesionales para el perfil requerido. Una verdadera obra de arte, creado con el toque maestro y la genialidad de Estala.

    Ramón Galindo, por alguna razón que se convierte en sospecha, mantuvo el apoyo irrestricto, enfermizo a Víctor Estala. El carácter incendiario del jefe de Transporte provocaba en el ahora candidato del PAN al gobierno municipal, un escozor que lo hacía lanzar más gotas de saliva que las comunes.

    Durante las largas reuniones, donde no se llegaba a nada, el jefe de Transporte, literalmente, sacaba de quicio a Ramón, un hombre que se caracteriza por su afable y siempre positivo carácter.

    Solo en una ocasión, frente al palacio municipal de Juárez, en una incursión de protesta contra el gobierno de José Reyes Ferriz, el cuchi-cuchi, observé a un Galindo molesto, despeinado, indignado, porque se utilizaron las unidades de bomberos en contra de las huestes panistas que acudieron a protestar contra el fraude electoral que creían se avecinaba.

    La llegada de Mario Dena cambio radicalmente la posición del gobierno en Juárez. Un acto que marcó el cambio de rumbo, fue la reunión entre transportistas y el nuevo subsecretario.

    Con la suficiente cortesía, el nuevo funcionario preguntó a los transportistas que si no había inconveniente en que estuviera Víctor Estala. La respuesta fue positiva, “sería mejor para aclarar las cosas”.

    Fue en ese encuentro, frente a un Estala enfermizamente descompuesto, que subía la voz, que estalló en varias ocasiones defendiendo su propia causa, que el ingeniero Dena se percató que algo grave ocurre en la oficina de Transporte.

    Allí, con copias en la mano, mostraron el permiso expedido a Baltazar Samaniego, uno de los transportistas afines a Estala, a quien le expidió un permiso temporal para probar un camión Hyundai que la empresa ofrecía en venta a los concesionarios.

    El permiso nunca se canceló y fue utilizado posteriormente para otros camiones.

    El rostro de Dena enmudeció y ordenó a Estala, por cuarta vez que se callara, que dejara hablar a los concesionarios; cada vez que el funcionario intentaba la defensa, más se hundía…

    Luego vino la denuncia de los donativos que pidió el jefe de Transporte, como las miles de botellas de agua potable que se repartieron en la zona de los ‘kilómetros’ ante la escasez del producto, a raíz de la insensibilidad del presidente de la Junta Municipal de Agua y Saneamiento, Jorge Domínguez, el funcionario público que odia a los pobres.

    El ingeniero Dena movía la cabeza. La incomodidad reinó cuando los transportistas hicieron saber que se habían donado seis computadoras con sus respectivas impresoras a la oficina de Transporte.

    El gel de la cabeza de Estala empezaba a mezclarse con el sudor de la pena y ambos se convirtieron en una especie de moco que escurría y se pegaba al klenex que le habían regalado al funcionario de Transporte.

    Estala había informado que solo se le había entregado una copiadora, escondiendo el dato de las computadoras e impresoras de una marca comercial muy conocida.

    Y para rematar, observaron que en este momento hay un rezago histórico de 1050 permisos, de los cuales 500 son herencia de la anterior administración.

    Estala mencionó que carecían de la capacidad para realizar los trámites solicitados, pero en un anuncio espectacular hizo saber que en la ventanilla de Transporte había más de 50 permisos que no habían sido reclamados. Era el placebo debajo de la manga, para librar la reunión.

    En el amanecer de este quinquenio, el transportista Matías Prieto acudió a las oficinas de Transporte y exigió a Estala la liberación de 340 permisos que estaban rezagados.

    Se enfrentó a Víctor. La situación se tornó complicada por la circunstancia misma del momento. Unos meses después, en una extraña metamorfosis, el empresario Prieto se unió la causa del jefe de Transporte.

    Se prometieron mutuamente una serie beneficios. El jefe Estala ofrecía los ‘otorgamientos’, así se llama a los permisos, a cambio de favores políticos. La idea era que Matías movilizara, cuando Víctor se lo pidiera, a personas que acuden a mítines o actividades propias del Partido Acción Nacional y sus candidatos.

    Y como muestra del jugoso negocio de las concesiones, tan solo el empresario Prieto mantiene en trámite 340 permisos, concesiones, otorgamientos, transferencias. El costo en el mercado pudiera llegar, como ya se dijo, a 40 mil dólares cada una. De ese tamaño es el negocio.

    En los albores del nuevo gobierno, el área de seguridad y análisis interior, que opera informalmente la Fiscalía, solicitó datos específicos de Raúl Rodríguez, el más poderoso concesionario del transporte en esta frontera, dueño de la flotilla de la ruta ViveBús, el más jugoso negocio de transporte en el gobierno pasado.

    Se reunió a algunos concesionarios y administradores de transporte, se dialogó con las autoridades en los Estados Unidos, sobre todo en el renglón de anti-lavado, y todos coincidieron que ‘algo no andaba bien’.

    De allí se dio el distanciamiento del Estado con quien ahora ostenta el cargo de director de Servicios Públicos del municipio, una persona allegada al alcalde Armando Cabada.

    Los informes de Estados Unidos fueron concretos, según la información recabada por el gobierno estatal. Raúl Rodríguez está vetado financieramente en el vecino país y no es un visitante grato.

    La información recabada fue incómoda para el nuevo gobierno. Muchas historias llegaron a los escritorios de los funcionarios públicos que no daban pie con bola a lo que se debería de hacer para frenar al magnate del transporte en Juárez.

    Una persona cercana al empresario, narró la ocasión en que fue detenido por un agente de vialidad ligado al crimen organizado, en su función de ‘halcón’. La versión de que ‘puso’ literalmente a Rodríguez no está confirmada como un hecho verídico. Vaya, no es comprobable.

    La historia se conoce en gobierno del Estado. Está incluida en una de las tantas hojas que se han escrito sobre este personaje.

    Esa es una simple radiografía del Transporte en Juárez. De allí las conclusiones que nos llevan a la enigmática teoría de las enfermizas posiciones de sostener a Estala en su cargo, de no tocarlo, de permitir que el negocio oficial siga en boga.

    Al final, corrupción es corrupción, no importa la causa…no siempre el fin justifica los medios.

    Rafael Navarro

    Periodista y Analista Político.

    Cualquier información enviada a mi correo y/o whatsapp será atendida bajo el principio de la confidencialidad absoluta.


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