En medio de la incertidumbre económica que atraviesa el país, en la frontera norte se siente un peso particular. Aquí, donde cada decisión federal tiene repercusiones inmediatas, la falta de inversión, los recortes a programas productivos, el impacto de los aranceles y el aumento en el costo laboral nos colocan en una encrucijada crítica.
Sin embargo, no es la primera vez que enfrentamos el abandono institucional. Y tampoco será la última.
Porque esta región no está hecha para rendirse.
Durante años, hemos sido tratados como territorio útil para ensamblar y exportar, pero no como una zona estratégica a largo plazo. Nuestra ubicación, nuestro talento, nuestra capacidad logística y de producción han sido subutilizados por falta de visión centralista. Pero lo más grave no es eso.
Lo más grave es que, como región, tampoco hemos desplegado todo nuestro potencial.
La fortaleza de la frontera no se limita a sus parques industriales. Está en su capacidad de adaptación. En su gente que trabaja, que emprende, que sostiene. En las comunidades que han crecido a base de esfuerzo, no de subsidios.
Hoy, más que nunca, necesitamos asumir nuestro papel como actores protagónicos del desarrollo económico del país. Y eso comienza por dejar de operar en lo individual y empezar a construir desde lo colectivo.
Es momento de hablar con una sola voz como franja fronteriza. De entender que lo que ocurre en Juárez también impacta en Reynosa. Que si Tijuana avanza, Nogales no puede quedarse atrás.
La frontera debe pensarse y exigirse como una sola región.
Y mientras el gobierno responde —o no—, los empresarios no podemos quedarnos en pausa.
Porque ser empresario en tiempos difíciles no es solo producir o vender.
Es tener responsabilidad social.
Es generar oportunidades para otros.
Es defender la comunidad que sostiene nuestro trabajo.
No podemos permitirnos el lujo de seguir operando con modelos del pasado. Es hora de apostar por lo local, innovar, fortalecer alianzas regionales, desarrollar cadenas de valor, invertir en talento propio y sobre todo: proteger a nuestra gente.
Lo que viene no será fácil. Pero tampoco imposible.
Porque si algo ha demostrado esta región a lo largo de su historia, es que ante cada obstáculo, la frontera no se detiene.
Hoy no se trata de esperar a que alguien más nos rescate.
Se trata de recordarnos de qué estamos hechos…
Y de actuar en consecuencia.
