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    diciembre 4, 2025 | 10:12

    El gesto mínimo que lo dice todo

    Publicado el

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    “Heroes” — David Bowie (1977)
    We can be heroes, just for one day.”

    El gesto mínimo que lo dice todo empieza así: un acto pequeño puede hacer la diferencia, aunque solo sea por un día. En Ciudad Juárez, son decenas de manos anónimas las que levantan fogones, reparten cobijas y dan orientación a migrantes que no tienen a quién más acudir.

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    Son gestos reales, comprometidos, que no buscan aplausos.

    Mientras tanto, en los pasillos oficiales, esos mismos gestos mínimos —renombrar una calle, firmar un permiso, ignorar una investigación— también hablan. Hablan de omisión, evasión y simulación.

    Si queremos ser héroes, aunque solo sea por un día, tenemos que elegir con qué mínimo decidimos marcar la diferencia: si será uno silencioso que transforme vidas o uno cosmético que disimule heridas abiertas.

    En tiempos donde las palabras suenan más fuerte que las acciones, urge reivindicar el valor de los gestos mínimos. No hablo de aquellos diseñados para la foto ni de los envueltos en frases pegajosas que buscan hacerse virales. Me refiero a los gestos reales, silenciosos y comprometidos, que no generan titulares, pero sí transforman vidas.

    En Ciudad Juárez, cada día, cientos de migrantes cruzan a pie un territorio que, para muchos, se ha vuelto tierra de nadie. No los esperan albergues oficiales ni programas estatales funcionales. Los esperan personas comunes: mujeres que cocinan en sus casas para repartir platos calientes, jóvenes que ofrecen orientación legal en plazas o parques, colectivos que arman mochilas con sueros, cobijas y cepillos de dientes. Esos gestos mínimos —casi invisibles para el aparato oficial— se han convertido en los únicos puentes reales entre la dignidad y el abandono.

    Mientras tanto, en el otro extremo del poder, se perfeccionan esquemas cada vez más sofisticados para evadir responsabilidades. Hace apenas unos días, el país se sacudió con la revelación de que el exsecretario de Seguridad de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, se encuentra prófugo, con ficha roja de Interpol, acusado de encabezar una red criminal desde las entrañas del gobierno estatal. Durante años, fue uno de los hombres de confianza de Adán Augusto López, actual coordinador de Morena en el Senado. No se trata de una sospecha menor: informes oficiales lo vinculan con la célula criminal conocida como La Barredora, ligada al Cártel Jalisco Nueva Generación, a quienes se les atribuyen actos de extorsión, tráfico de personas y colusión sistemática con el crimen organizado desde una posición pública clave.

    Lo más grave es que las señales ya existían. El gesto mínimo —nombrarlo y mantenerlo en el cargo pese a los señalamientos— generó una cadena de consecuencias que aún no termina. ¿Quién lo propuso? ¿Quién sabía y decidió callar? ¿Quién firmó su permanencia cuando ya se advertía el riesgo? La presidenta Claudia Sheinbaum, ante la presión, declaró que “no se cubrirá a nadie”. También ese es un gesto mínimo, pero cargado de expectativa. Si no se traduce en una investigación real y sanciones efectivas, quedará como otro acto cosmético sin consecuencias.

    Ahí está el punto: mientras algunos ofrecen ayuda silenciosa en las fronteras del abandono, desde el centro del país parece un tema lejano y, casi casi, aceptado por costumbre. Cuesta entender que hay gestos mínimos que pueden ser más ofensivos que peligrosos: una omisión, una firma, una complicidad pasiva, una llamada no hecha, una alerta ignorada.

    Ahora resurge un “chismesillo” que recuerda a los Pandora Papers, producto de una investigación global liderada por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), publicada en octubre de 2021, con la participación de más de 600 periodistas de 117 países. Los documentos provienen de 14 firmas especializadas en servicios offshore.

    En el caso de México, más de tres mil personas —al menos ochenta de ellos funcionarios o familiares directos— aparecen vinculados a estructuras offshore utilizadas para mover millones fuera del país. Aunque tener cuentas en el extranjero no es ilegal, se reitera una y otra vez que este tipo de esquemas funcionan como mecanismos para evadir impuestos al amparo del secreto bancario en países como Panamá. Se constituyen sociedades mercantiles donde, mediante exportaciones simuladas, se paga la mayor parte a la empresa panameña, otra fracción a las empresas socias en México, y —¡tarán!— se ahorran una buena cantidad que debió pagarse al fisco. No es ilegal en apariencia, pero sí una brutal simulación.

    Esto trae nuevamente a la mesa el debate sobre la ética pública, que supuestamente es el nuevo estandarte. Por cierto, simular trabajar también viola dicha ética. Y aquí en Juárez, algunos funcionarios siguen en lo mismo: proponiendo cambios simbólicos como renombrar un arroyo por razones ideológicas, como si la memoria histórica se construyera con placas y no con políticas públicas. Como si tuviéramos resueltos la mitad de los problemas que padece esta ciudad, mientras hay calles colapsadas por las lluvias y baches que se vuelven trampas mortales.

    Puedo seguir con ejemplos de simulación funcional, como el caso del crematorio que almacenó cuerpos sin control. Los recursos públicos se desvían hacia gestos ornamentales. Lo simbólico sin sustancia termina siendo ofensivo. Dígame usted si no: hablar de honrar mártires en medio del abandono institucional solo confirma una desconexión profunda entre el discurso y la realidad.

    Es momento de exigir coherencia, de asumir que cada gesto, por mínimo que parezca, debe tener fondo. Que la ayuda humanitaria espontánea sea reconocida como parte de una política nacional, no como una excepción tolerada. Que los nombramientos públicos pasen por filtros éticos y no por cuotas partidistas. Que renombrar una calle no sirva para lavar culpas ni para distraer la indignación de una ciudad que exige respuestas reales.

    Y sí, el gesto mínimo tiene poder, pero solo si nace del respeto, la empatía y la responsabilidad. De lo contrario, no es más que maquillaje barato sobre una herida abierta que cada día sangra más.

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    Alfonso Becerra Allen

    Abogado corporativo y observador político, experto en estrategias legales y asesoría a liderazgos con visión de futuro. Defensor de la razón y la estrategia, impulsa la exigencia ciudadana como clave para el desarrollo y la transformación social.

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