Mientras en Estados Unidos se despliegan marines como si estuvieran cazando terroristas y no trabajadores, en México seguimos aplaudiendo becas como si fueran estrategias de desarrollo. Redadas masivas allá, silencio cómodo acá y en medio: nuestra gente, la que no tuvo de otra más que huir.
Porque sí: el que se va no lo hace por gusto, lo hace porque su país lo traicionó primero. Porque aquí el trabajo no alcanza, la inseguridad te ahorca, y el futuro es un rumor que nunca llega.
Tenemos gobiernos que presumen transferencias como si con eso se comprara dignidad. Empresarios que solo ven por sus intereses y no desarrollan a su gente. Y una sociedad que normalizó que migrar sea el único plan de vida viable.
Y no, no es discurso, es dato: México volvió a ser el país que más migrantes expulsa.
En 2023, las solicitudes de asilo en EE.UU. hechas por mexicanos aumentaron más de 35 %.
¿Ese es el “mejor México de la historia”? ¿El que expulsa a su juventud y aplaude porque mandan remesas?
A eso hemos llegado: a celebrar que nuestros hijos se vayan… mientras nos llega el depósito.
¿Y el sueño americano?
Durante años nos vendieron esa idea:
“Trabaja duro, cumple las reglas, y todo es posible” ….y durante un tiempo, funcionó, pero hoy ese sueño está roto.
Rentar un departamento cuesta lo mismo que ganar un mes entero. El acceso a salud y ciudadanía es una trampa burocrática.
El racismo ya no se esconde: se legisla, y ahora, ni siquiera puedes salir a trabajar sin temor a ser detenido, esposado, deportado.
Hoy el sueño americano no se sueña, se sobrevive. Y lo peor: mientras allá se rompe, aquí lo seguimos empujando, porque en México no fuimos capaces de construir uno propio.
Ya basta, esto no se trata de ideologías, se trata de realidad.
Y la realidad es esta:
No hay país que aguante seguir perdiendo su fuerza laboral joven, muchos de nuestros hijos se van al extranjero a estudiar y ya no quieren regresar. En que fallamos los empresarios, si aquí están las oportunidades.
No hay economía que crezca si la mitad de su talento se va, no hay nación que prospere mientras su gente tenga que elegir entre huir o resignarse.
La migración no es el problema, es el síntoma. El problema es que el sistema sigue expeliendo mexicanos como si fueran desechables y encima les exigimos que estén agradecidos.
El T-MEC no contempla con claridad un capítulo migratorio robusto.
Pero hoy, ante esta crisis México y Canadá deberán definir si continúan colaborando con EE.UU. o si establecen límites humanitarios.
Podría surgir una nueva política regional con enfoque laboral, seguridad compartida y derechos humanos. Sin acuerdos más justos y vinculantes, la tensión seguirá creciendo.
La solución no va a venir de Trump ni de ninguna cumbre diplomática, va a venir de nosotros… si es que todavía queda voluntad de dejar de simular.
Porque si no hacemos algo ya, lo que viene no es una crisis es un éxodo.
Y esta vez, no será silencioso.
