La conquista del mundo y la superioridad del homo sapiens, fueron posibles gracias a un elemento imprescindible que, además, se convirtió en nuestro principal medio de comunicación y de aprendizaje: el lenguaje.
En consecuencia, diversos personajes en todas las épocas y lugares, han prestado especial interés a la conexión entre lenguaje, cultura y pensamiento, para que, de esta manera, les fuera posible descifrar las mejores estrategias de acercamiento a otras personas y que éstas, se identifiquen con las creencias e ideales que ellos promueven.
Hoy en día, los avances de la tecnología y la ciencia se celebran como un gran paso de nuestra especie; sin embargo, parece que, mientras este hecho abre nuevas vías de comunicación, a la par, estanca o incluso deteriora a lo que el antropólogo Conrad Phillip Kottak reconoce como “la lengua decente”. Esto, no solo pasa con las masas, sino con los gobernantes, candidatos o “líderes” a quienes la gente sigue y en los que muchas ocasiones cree ciegamente.
Parece increíble, pero en pleno siglo XXI, el presidente de Brasil declaró que sería incapaz de amar a un hijo homosexual y el actual mandatario venezolano contestó a la Organización de los Estados Americanos (OEA), “métase su carta democrática por donde le quepa”. Y cómo olvidar que en plena pandemia por covid-19, AMLO ha insistido en “no exagerar”, así como en seguirse abrazando porque “no pasa nada” o en que no usará tapabocas “hasta que se acabe la corrupción”.
Este tipo de frases, parecen tener origen en el hígado y no en la cabeza; son simples, no hay estructura ni argumentos, mucho menos prudencia o moderación, además, no se dirigen al intelecto, ya que únicamente buscan exaltar las emociones. Esta decadencia en el lenguaje es lo que George Steiner denominó “el nuevo analfabetismo”, y Jean-Paul Sartre calificó como la crise du langage.
De igual forma, esta realidad también ha sido duramente criticada por pensadores como el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, quien en su ensayo La Civilización del Espectáculo, evidencia que, en la actualidad, el cómico es rey, ya que la presencia de los intelectuales en la arena política es nula, mientras que la de personajes que siguen los juegos de moda y se vuelven bufones, son aquellos que atraen la atención y la simpatía de las masas, por lo que con un lenguaje simplista y vacío, se convierten en portavoces de temas que no comprenden.
Parece ser que, en nuestro tiempo, el homo sapiens está enfrentándose a una crisis que pone en riesgo los pilares de su supervivencia: el lenguaje como su principal medio de comunicación y la cooperación, como aquello que le ha permitido conseguir sus principales victorias y avances como especie.
Tal vez, el gen FOXP2, que otorga a nuestra especie la habilidad de hablar, parece estar presentando fallas que dan origen al homo populist, que si bien, no es una especie nueva, se está reproduciendo de forma acelerada, ya que cada vez más líderes e individuos, adoptan un lenguaje dotado de conceptos tóxicos que no invitan a la reflexión, pero muestran rechazo a todo lo que sea diferente y, cualquier idea que no coincida con la suya, es considerada como una agresión personal.
Si los cambios en la cultura producen cambios en el pensamiento y en el lenguaje, resulta entonces urgente, que como sociedad nos miremos al espejo, para constatar, si somos o no, el reflejo de esas palabras y actitudes que más allá de propuestas y diálogo, propagan resentimiento y confrontación.
Licenciada en Relaciones Internacionales por la UACH. Juarense, apasionada por el servicio público, la lectura y la oratoria.
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