Si hiciéramos una lista de las cosas que los ciudadanos reprueban de sus gobernantes y políticos, seguro que entre las primeras respuestas encontraríamos la falta de honestidad, la ausencia de empatía y su terrible y bien conocida ineficacia.
Si bien, cada de una de estas condiciones son una tragedia en sí mismas, estamos tan habituados a ellas, que en México hemos desarrollado cierta tolerancia a este tipo de comportamientos llegando a dar por sentado que dichos males son propios del quehacer público.
En las últimas décadas, los mexicanos hemos mostrado bastante resistencia y aguante ante el embate del poder político; 70 años de una dictablanda y el desbordamiento de la corrupción a todos niveles son muestras claras de ello. La apatía se ha instalado en una buena parte de la población que ha perdido capacidad de indignación. Aunque como en todo, debe haber un límite. ¿Qué sería lo más descabellado que a usted se le ocurre pensar que pueda hacer un gobierno para despertar a la gente?
¿Habrá algo que sacuda las conciencias y nos mueva a la acción? Yo creo que sí, y lo estamos viendo en Chihuahua. Un estado que se ha puesto de pie para enfrentar el aplaste del gobierno federal, recrudecido tras la lucha por el agua que sostienen los productores y que ha ido escalando hasta el choque frontal con la pérdida de una vida humana, descalificaciones, amenazas, boicots y el encono personal de un presidente de la república que ante el conflicto ha optado por la respuesta represora, el uso de la violencia y la personalización de un tema que tiene como origen un tratado internacional y que implica a 6 estado más del país. Solo que él ha decidido saquear los recursos hídricos solo de Chihuahua excusándose en que la inconformidad expresada ante esta injusticia es solo un espectáculo armado por sus enemigos.
Siendo esta es la lógica bajo la cual se atiende el problema del agua. El presidente ha optado por individualizar un conflicto ya añejo y con tantas aristas limitándolo a unos cuantos nombres y rostros, limitándose a ir contra ellos sin entender que es un tema vital que toca las necesidades básicas de supervivencia de los chihuahuenses. Pero no, él ha decidido que es solo un pequeño grupo de personas que se inconforman al ver tocados sus intereses.
Lo que no quiere ver y entender es que no está yendo tras unas cuantas personas, está yendo contra el pueblo de Chihuahua. Lo hace al descalificarlo sin interlocución previa y solo desde las fichas técnicas que le pasan sus funcionarios desde la comodidad de su oficina a casi 2 mil kilómetros de distancia. Va contra el pueblo de Chihuahua cuando se niega a reunirse con los productores, cuando no hay una postura firme contra la actuación de la Guardia Nacional al dar muerte a una mujer y herir gravemente a su esposo al regresar a casa tras manifestarse en contra del saqueo.
Va contra el pueblo cuando hace mofa de nuestra identidad cultural, cuando mantiene en la zona de extracción más de mil elementos de la Guardia Nacional luchando contra el pueblo, en lugar de estar combatiendo al crimen organizado que controla una buena parte del territorio al centro y sur del estado y que mantienen a Chihuahua en el vergonzoso y doloroso tercer lugar en los estados más violentos del país.
Cuando solo castiga a Chihuahua un estado de vastas extensiones semi áridas y desérticas en favor de Tamaulipas al trasladar agua a este estado que tiene mayor nivel de precipitación pluvial, siendo que el tratado no contempla el transvase de agua de un estado a otro dentro del territorio nacional.
Lo mismo cuando se extrae agua de presas y vertientes del río que no están consideradas dentro del mismo tratado y cuando no se acuerda un pago de agua diferido, durante época de sequía como es el caso, mismo que ya se ha llevado a cabo en distintas ocasiones. Lo que nos muestra claramente que no se trata de dar cumplimiento a un acuerdo con Estados Unidos, pues no existe conflicto alguno en cuanto al pago de este año, lo que ha hecho gobierno federal es favorecer a los amigos del régimen localizados en el estado vecino de Tamaulipas quienes están construyendo una cuenca lechera con el agua de Chihuahua, vía Alfonso Romo Garza, jefe de la Oficina de la Presidencia.
El presidente no quiere ver que va contra el pueblo cuando todos somos testigos de cómo se solapan y justifican actos de corrupción y robo en el círculo más íntimo del mandatario, pero se congelan cuentas de ex gobernadores a quienes acusa de orquestar las protestas ciudadanas, solo por sospechas de desvío de recursos cometidas bajo su desempeño en puestos públicos, sin que se cuente aún con el debido proceso penal.
Es castigar a un municipio congelando 44 cuentas de bancarias sin una notificación, de las que dependen el pago de becas a adultos mayores y estudiantes como parte de los programas sociales, el pago a proveedores y la nómina del municipio, como lo hizo en Delicias. Además de las cuentas personales del presidente municipal de esta ciudad. Más allá del acto de revancha y la personalización que hace el presidente, lo que hace es dañar a toda una ciudad dejándola sin recursos para que pueda operar sus programas y brindar servicios públicos, al dejar a los más de mil 200 empleados municipales y a sus familias sin pago.
En Chihuahua la gente está enojada. Para muchos de ellos, el poder se ha metido con algo que es sagrado; la vida y el agua. Ya vimos que no dudará el presidente en disparar contra el pueblo que ose a llevarle la contraria. Y hay cientos, miles quizá de productores y campesinos dispuestos a defender con su propia vida, la tierra y el agua que nos ha alimentado desde generaciones.
Es lamentable ver cómo López Obrador descalifica a los productores del estado, solo por no vestir con huaraches y ropas roídas, por no entender que el trabajo es el generador de riqueza más importante que pueda tener un país. Para él, hay que desmantelar todas las fuentes de producción en manos de particulares, no soporta que los ciudadanos puedan generar oportunidades y crecimiento por sí solos.
La guerra del agua cobrará cada día mayor relevancia, pues más allá de lo que pueda estipular cualquier tratado o decreto, el agua no depende de firmas ni papeles. Es un recurso natural no renovable sumamente frágil y en riesgo a causa del cambio climático, la deforestación y el crecimiento desmedido de la población. Solo un cambio profundo en la forma en que cuidemos el agua y la transformación radical en los procesos en que se utiliza podrá frenar la crisis humanitaria que se avecina.
Quienes defienden el agua, defienden la supervivencia de miles de familias. Todos dependemos del agua, ya sea como productores o como consumidores finales, solo aquel que no se alimenta puede permanecer indiferente al falso rasero con que se ejecuta su acceso y distribución. Negar este derecho es ir directamente contra el pueblo. Ya está pasando en Chihuahua, la cuestión es; ¿Se lo dejarán pasar?
Analista Geopolítica.
Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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