Ayer fue cumpleaños de la presidenta Claudia Sheinbaum. Y aunque a muchos les arda hasta el alma —y otras cosas—, es un orgullo decir, en voz alta y firme, que México tiene a su primera mujer presidenta. Pero no es cualquier mujer. No es una figura decorativa ni una improvisación mediática. Es una mujer de ciencia, de convicción, de lucha. Una mujer que no se dobló en el camino, que no se disfrazó para agradar, que no pidió permiso para llegar.
Hace algunos años tuve la oportunidad de abrazarla. Sí, antes de que fuera presidenta. Y fue emocionante ver a una mujer con esa presencia, con esa serenidad que impone sin gritar. Escucharla hablar con claridad, con sentido, con visión. Y ahora, verla actuar con firmeza, sin perder la calma ni la ternura. Porque esa es otra de sus fortalezas: tener poder sin volverse una caricatura del poder.
Aunque aún hay quienes no pueden aceptar lo que ven —porque no lo entienden o porque no lo toleran—, para muchas mujeres como yo, verla gobernar nos da esperanza. Nos sentimos representadas, acompañadas. Porque Claudia no llegó para complacer a las élites, sino para abrir camino a quienes nunca habíamos sido tomadas en cuenta. Porque sí, representa a la ciencia, pero también a las mujeres, a la historia, a las que siempre estuvimos y nunca nos vieron.
Su participación en el G7 dejó claro que es una mujer inteligente, firme, diplomática y con los pies en la tierra. Lo mismo sabe poner en su lugar a Donald Trump con educación, que proponer una agenda de paz ante los líderes del mundo. Paciente, sí. Pero no sumisa. Educada, sí. Pero no tibia. Esa mezcla de carácter y cerebro es lo que más molesta a sus detractores.
Y hablando de detractores… hay mujeres que no suman, que no representan, que más bien avergüenzan. Como Laura Zapata, que en un arranque de clasismo —uno más en su largo historial— decidió “insultar” a la presidenta llamándola india. Sí, en pleno 2025 todavía hay quien cree que ese es un insulto. Esas son las mujeres que la derecha exalta: las que repiten discursos de odio, las que se sienten más por haber nacido en una cuna más cara, las que no soportan que una mujer del pueblo tenga el poder que ellas nunca alcanzarán.
Pero esa es la diferencia entre nosotras y ellas: mientras Laura Zapata grita desde la banqueta a la presidenta por viajar en aerolíneas comerciales en lugar de en un avión exclusivo —y genera polémica como siempre—, la presidenta Claudia Sheinbaum trabaja desde la cima.
Lo que Claudia Sheinbaum ha logrado va mucho más allá de una banda presidencial. Es una grieta más en ese techo de cristal que llevamos generaciones intentando romper. Es una prueba viva de que las mujeres no solo podemos llegar, sino que podemos gobernar, decidir, negociar, proponer y transformar. Que podemos hablar de ciencia, de política internacional, de justicia social y de feminismo desde el poder. Que no necesitamos permiso ni el aplauso de los de siempre.
Claudia no llegó sola. Llegamos todas con ella. Y en Afromexicanos Chihuahua tenemos muy clara nuestra tarea: seguir empoderándonos, resistiendo desde nuestra identidad y construyendo comunidad.
Y como diría Belinda: Claudia Sheinbaum, ganando como siempre, mientras los detractores gritan y ofenden… como siempre.

Ángeles Gómez
Fundadora en 2014 de Ángeles Voluntarios Jrz A.C. dedicada al desarrollo de habilidades para la vida en la niñez y juventud del sur oriente de la ciudad. Impulsora del Movimiento Afromexicano, promoviendo la visibilización y sensibilización sobre la historia y los derechos de las personas afrodescendientes en Juárez.


