Quise escribir estas líneas en cierta concordancia con la fecha en que se publican, hoy se conmemoran 77 años de la entrada en vigor de la Carta de las Naciones Unidas, fundándose de esta manera la Organización de las Naciones Unidas. Su predecesora la Sociedad de Naciones fracasó entre otras cosas por el desdén de las potencias de entonces y el auge de los “ismos” (fascismo, nazismo, comunismo, etc.); la ONU tiene como primer propósito el mismo que tuvo la Sociedad de Naciones en su momento: mantener la Paz y la Seguridad. Pero considero soporífero detenerme a enumerar las razones de su poquísima utilidad en el concierto de las naciones. Hoy nuestra Ciudad añora los tiempos de paz y de relativa, pero mayor seguridad, del México que se nos fué.
Es común escuchar aquellas anécdotas de cuando se dormía con la puerta abierta en las noches de los calurosos veranos de Ciudad Juárez sin temor a un robo o algún delito, donde era la excepción que se perdieran las cosas que dejabas fuera de casa, cuando el transporte público trabajaba a todas horas llevando pasaje de punto a punto, la incesante vida nocturna que vio nacer a las margaritas que atraían a la hight society y a las élites de todo tipo. Juárez es el México que se nos fué.
Realmente no hace tanto tiempo que, por ejemplo, las clicas peleaban a tiro limpio, a pedradas y a palazos, sacar un filero era motivo de escándalo y si pasaba a mayores, el estigma social sobre los responsables era permanente. Existía un policía de barrio conocido por los colonos, los judiciales eran temidos por decir lo poco y un Ejército respetado e intocado por el colectivo. No era el escenario perfecto, pero sin duda el orden y cohesión social eran mucho mayores que hoy.
¿Cómo perdimos la paz?
La perdimos fundamentalmente desde los hogares, de alguna forma la creciente carestía de la vida influyó seguramente en una gradual desatención por la familia, sobre todo de las niñas y niños; tener a papá y mamá trabajando muchas veces limitó el tiempo de calidad para los hijos, vacíos que tal vez llenaron o llenan malas compañías y/o vicios. La precariedad de la economía impacta de tal manera en las familias que muchas se desintegran, los nuevos roles de pareja y la incapacidad de aceptarlos o adaptarse a ellos han creado confusión y reacciones violentas en el seno familiar; y no menos importante, la creciente permisividad actual de los padres en las conductas de los hijos que nos habla de una muy tremenda crisis de valores. Todo está permitido para algunos padres de familia “mientras se salga con la suya y no pase nada”.
Enseña al niño el camino en que debe andar y aun cuando sea viejo no se apartará de él (Proverbios 22:6).
La violencia que se expresa en la sociedad fué primero dentro de las familias, la desatención de todos solo la multiplicó de manera exponencial en todos los factores. El complejo contexto post pandemia ha empeorado la situación, por si fuera poco.
Vemos que “todo es lícito” cuando de objetivos materiales se trata y eso parece ser la regla y no la excepción, al final de cuentas no se resolverá el problema de la seguridad sin la acción formativa de las familias. Claro que el Estado tiene su responsabilidad: décadas sin crecimiento económico, la insultante desigualdad social, la corrupción en el sistema de seguridad y justicia, la negligencia gubernamental, las desviaciones en el sistema educativo. Tengo que darle la razón al presidente López Obrador cuando repite que la Paz es fruto de la Justicia.
Tus gobernantes son rebeldes y compañeros de ladrones; cada uno ama el soborno y corre tras las dádivas. No defienden al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda (Isaías 1:23).
Recuperar el México que se nos fué requiere obviamente de la acción permanente del Estado y pasa por la trillada coordinación de los tres niveles de gobierno que no es otra cosa que estar todos libres de compromisos y ponerse a trabajar, la prevención de a deveras desde el sistema educativo, la reorientación de la inteligencia para la Seguridad pública y Nacional, la eficacia del sistema de reinserción social, la adecuada remuneración de los servidores a la justicia, políticas públicas de seguridad humana desde lo local (en gran parte el problema puede ser atajado desde las autoridades locales) y sobre todo limitar la impunidad rampante.
Deseamos de vuelta esa Ciudad Juárez boyante, a pesar de todo generosa, con Paz y Seguridad.
-No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno (Juan 17:15).
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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