No es coincidencia que el día del libro y de la lengua española sea el 23 de abril, cercanos a la fecha luctuosa del máximo escritor en español. Por ello, merece una semblanza porque en estos tiempos de cambio, de ajustes geopolíticos y económicos, las frustraciones, empresas y oportunidades de un Miguel de Cervantes son las del común ciudadano profesionista que aspira a una vida digna o a una pequeña burguesía.
Miguel de Cervantes Saavedra nació el 9 de octubre de 1547 y fue bautizado, en la parroquia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares, Miguel de Cervantes, hijo del cirujano Rodrigo de Cervantes y de Leonor de Cortinas. Es probable que hubiese nacido el 29 de septiembre, fiesta de San Miguel, ya que en el bautismo siempre ha sido frecuente poner al nuevo cristiano el nombre del santo del día de su nacimiento. Descendían los Cervantes de un linaje gallego que se había establecido en Córdoba, ciudad en la que disfrutó de cierto prestigio el licenciado Juan de Cervantes, abuelo del gran escritor y que fue abogado de la Inquisición y familiar del Santo Oficio, cargos para los que evidentemente no hubiera sido designado so sobre la familia para la sospecha de que tuviera antecedentes “conversos” y se dudara de su limpieza de sangre. (Tomado de Historia de la Literatura, Cervantes Don Quijote de la Mancha, Editorial Planeta)
Cervantes, sin duda era un hombre de su tiempo, un voraz lector y autodidacta que escribió su obra maestra en la etapa final de su vida, cuando era dueño de una conciencia perfectamente clara de las realidades de ese tiempo. El hijo de médico fracasado, desde niño peregrino en su patria española, ciertamente discípulo del erasmista español Juan López de Hoyos, inciertamente estudiante en las aulas de Salamanca; el joven autor de versos fúnebres que llamaron la atención en la corte de Felipe II y que de la corte viajó a Roma en el séquito del Cardenal Acquaviva.
El ayuda de cámara del Cardenal transformado en soldado en la hora gloriosa de Lepanto, donde perdió el uso de una mano durante el decisivo combate naval contra los turcos; el cautivo de los moros en Argelia durante cinco largos años; el apremiado comisario de víveres para la Invencible Armada que exigió demasiado a los clérigos andaluces y fue, por ello, excomulgado.
El incompetente recaudador de impuestos que dos veces dio con sus huesos en la cárcel a causa de su mala aritmética; el viejo, pobre y triste autor de una novela concebida detrás de los barrotes y con cuyas magras regalías apenas pudo pagar deudas acumuladas: sin duda, digo, este hombre era consciente del contexto cultural e histórico de la Europa de fines del siglo XVI e inicios del XVII, y particularmente de las realidades de España como fortaleza de la Contrarreforma. Murió un 22 de abril de 1616. (Tomado de Carlos Fuentes, Cervantes o la crítica a la lectura).
Hablar de Cervantes es sinónimo de estudiar las causas y consecuencias de vivir en una transición, en una sociedad mestiza y compleja. El autor del Quijote es el resultado de condiciones geopolíticas, históricas y religiosas. Pero también es la vida de un hombre que trata de limpiar su abolengo y para ello se embarca en muchas empresas. Administrador, soldado y hombre de letras, es decir, un hombre renacentista quien murió sin saber que su obra, el Quijote de la Mancha se volvería un libro universal.
Es muy comentada la obra del Quijote pero no muchos se atreven a leerla, pero es entendible, la novela le exige al lector. Hay que estar vivido y ser un pequeño gran cosmopolita, de lo contrario, el libro será aburrido. Varios pasajes del Quijote cuentan los episodios más amargos de la vida de Cervantes, también la crudeza del vivir en el siglo XVI y XVII. A menudo se confunden las andanzas del caballero de la Triste Figura y su escudero Sancho Panza, como un loco que sale a buscar un ideal, ridiculizándolo en viejo que no sabe lo que quiere; cuando es todo lo contrario. El Quijote es consciente de lo que hace, es un personaje agresivo y a través de él, Cervantes se burla del idealismo, es un fuerte crítico de la política imperialista española y del poder de la Iglesia. Pero el lector que se toma a la ligera los diálogos del Quijote, la burla y los desvaríos lo pierden del mensaje encriptado de Cervantes.
Esto no es un sermón sobre el por qué no se lee el Quijote, sino una invitación a conocer la vida de Miguel de Cervantes. Porque el hombre de hoy aún conserva lazos del hombre renacentista y moderno. Afortunadamente en los países de habla hispana, los premios y galardones más importantes de las letras, llevan por nombre la máxima creación de Cervantes. Ojalá siga habiendo más incentivos para acercar nuestra lengua y literatura a los más jóvenes pero por canales actuales.
Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Profesor en Preparatoria Lobos de la Universidad de Durango Campus Juárez y en la Escuela Preparatoria Luis Urias.
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