21 de marzo de 1806 en el poblado de Guelatao provincia de Oaxaca en el virreinato de la Nueva España. Esa es la fecha y el lugar que mueven a las autoridades municipales y logias masónicas a celebrar un natalicio. Pues la fértil y diversa tierra mixteca y zapoteca vieron nacer a un indígena más; Pablo Benito Juárez García. De quien se ha hablado y construido mucho en su nombre, es más ¿Que no se ha dicho ya de Benito Juárez? ¿Qué lugar no lleva ya su nombre? Sin embargo; para no agotar el discurso político y enriquecer la narrativa histórica, quiero dirigirme hacia el antiguo Paso del Río del Norte y la jefe político José María Uranga que además de recibir a Benito Juárez el 14 de agosto de 1865, también aprovechó para quejarse por el incumplimiento del pago de los funcionarios públicos con retraso de ocho meses.
Coincidió también que al mes siguiente Matías Romero, embajador del bando republicano en Washington recibió los documentos oficiales en donde el Senado de Colombia nombró a Benito Juárez “Benemérito de las Américas” el 2 de mayo de 1865 por iniciativa de Alejo Morales, quien presentó al Senado la iniciativa e informe del por qué. Fue así que el presidente en turno Manuel Murillo Toro (1862-1866) va a redactar el documento y cuyas instrucciones decían “entregue en manos del ciudadano Benito Juárez”. Es así como el nombramiento va a llegar a esta lejana villa por un agente colombiano el 8 de septiembre de 1865.
El mismo Lerdo de Tejada que venía con Juárez llegó a escribir “Paso del Norte es uno de los poblados más tristes y alejados de nuestra república” uno de los pocos testimonios que nos confirman que los primeros gobiernos del México decimonónico no podían controlar por desconocimiento de las dimensiones de una nación que aún no acababa de nacer y ya se estaba muriendo porque todos querían una parte de ella.
Sin embargo; Juárez va tratar de amenizar su estancia en Paso del Norte la primera vez que llegó; le tocó encabezar el festejo de la Independencia y varias personalidades de la entonces Ciudad Franklin y locales, tuvieron una cena patrocinada por el Dr. Mariano Samaniego en su casa, dónde Juárez y su comitiva fueron hospedados. De aquel acontecimiento tenemos el siguiente relato: El abanico de diversiones con las que los habitantes de la villa Paso del Norte festejaron el acontecimiento, al que fueron invitados los habitantes de la villa Franklin. A pesar de la escasez de moneda, no había desabasto de alimentos. Hubo una cena elegante en la casa de don Mariano Samaniego, cuyo patio estaba techado y alfombrado para recibir a los huéspedes y adornado con banderas mexicanas y norteamericanas.
Los acontecimientos siguieron su rumbo y el entonces presidente de la república se fue de Paso del Norte pero ¿Qué fue del triste poblado que dijo Lerdo de Tejada? Pues en el inconsciente colectivo se empezó a gestar los cimientos de la identidad paseña moderna, la república itinerante le mostró a la gente del bravo que existían y que además eran los últimos mexicanos pues la noción de frontera que hoy conocemos no existía. Paso del Norte se vio así mismo y no fue hasta la llegada del ferrocarril que va a evolucionar y tener todos los quesitos en la década de 1880 para ser “ciudad Paso del Norte”, sin embargo; los lugareños no olvidaron aquel forastero que llegó huyendo y junto con él, toda una república simbólica que les dio consciencia de su existencia e importancia como frontera y entonces la elevación de villa a ciudad llevó por nombre Ciudad Juárez desde 1888.
Y la masonería que siempre acompañó los grandes embates de nuestra historia también ha tenido que evolucionar y adaptarse. Es por ello que desde aquí, el punto más septentrional de México, ante una realidad consonante la masonería fronteriza va guiada sobre las luces de la ciencia, el progreso y la fraternidad, pues nuestra sociedad necesita espacios libres para la mente, ambientes sanos y de convivencia. Por eso para los masones es importante retomar a las grandes figuras que por alguna causa, terminaron en esta frontera. Los masones han dejado de ser aquel grupo secreto del siglo XIX y ahora discretos, trabajan para ser agentes de cambio ante los retos del siglo XXI.
Por último, quiero compartir una adaptación que hizo un amigo masón del escritor Carlos Fuentes a propósito del 21 de marzo: Mi patria, Ciudad Juárez, patria de mi sangre, pero también patria de mi imaginación, a menudo conflictiva, a menudo contradictoria pero siempre apasionada. Ciudad Juárez es mi herencia, pero no mi indiferencia. La cultura que nos da sentido y continuidad a los fronterizos es algo que he querido merecer todos los días en tensión y no en reposo. Mi primer pasaporte el de ciudadano de México, he debido ganarlo no con el pesimismo del silencio, sino con el optimismo de la crítica. No he tenido más herramientas para hacerlo que las del masón: la fe, la imaginación, el lenguaje, el cincel, el martillo, la regla, la escuadra, el compás, la palanca, la plomada, el nivel, el trívium y el quadrivium.
Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Profesor en Preparatoria Lobos de la Universidad de Durango Campus Juárez y en la Escuela Preparatoria Luis Urias.
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