Como formador de nuevas generaciones de científicos y profesionistas, veo acciones que no contribuyen a fortalecer nuestros posgrados y comprometen la efectividad y lalegitimidad de los apoyos públicos que la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (SECIHTI) otorga mediante becas. Las becas de posgrado son becas con fondos nacionales para que los estudiantes se dediquen de tiempo completo a sus estudios y a generar conocimiento pertinente para el país. Pero la vida diaria nos muestra desviaciones que, a mi juicio, debemos resolver con urgencia y responsabilidad.
Uno de los problemas que observo es el incumplimiento de la dedicación a tiempo completo exigida en el reglamento de becas de la SECIHTI, pues a menudo hay alumnos becados que dedican su tiempo a trabajar en la industria en lugar de a sus estudios o investigaciones. Si bien es normal y bueno que los alumnos busquen experiencia laboral y estabilidad económica, esto debe tener un punto medio, pues ser becario implica tener un segundo trabajo. No dedicar el tiempo completo al posgrado implica que el país pierde la oportunidad de contar con egresados altamente capacitados y, en muchos casos, los proyectos de investigación quedan inconclusos o carecen del rigor académico. Sin embargo, no es solo culpa de los estudiantes.
A este fenómeno también se suma la falta de seguimiento adecuado por parte de nosotros como directores de tesis, ya que el reglamento es claro al señalar que los directores y coordinadores académicos tenemos la responsabilidad de supervisar el avance de los estudiantes y de reportar los incumplimientos en que incurran. Sin embargo, en la práctica, la supervisión suele ser superficial y, peor aún, inexistente. Es posible que los directores tengan un exceso de carga laboral, falta de incentivos o simplemente desinterés, y por ello no mantienen un seguimiento adecuado de sus estudiantes. Esta falta de seguimiento afecta el desarrollo académico del becario y facilita que se desvíe de sus compromisos, lo que perpetúa un círculo vicioso que se refleja en una baja productividad y desmotivación.
Además, existe un tercer elemento que puede agravar esta situación: la tendencia institucional a priorizar el crecimiento de la matrícula sobre la calidad, lo cual se debe a que los recursos y reconocimientos a las instituciones están ligados al número de estudiantes inscritos. Por tal motivo, con frecuencia se busca incrementar las cifras de ingreso y, a menudo, no existen las condiciones adecuadas para ofrecer una formación que requiere el país. En mi opinión, favorecer la cantidad sobre la calidad puede debilitar los mecanismos de selección al ingreso, reducir la exigencia académica y sobrecargar a los directores, lo que dificulta la supervisión y el seguimiento adecuados. El resultado puede ser un posgrado en el que muchos estudiantes ingresan, pero pocos egresan en tiempo y forma, y en el que el impacto social y científico no se percibe.
Ante este problema, considero que debemos replantear nuestras prácticas y prioridades. Primero, deben fortalecerse los mecanismos de seguimiento y evaluación de los becarios. Esto no implica más controles burocráticos, sino que creo que debemos fomentar una cultura de responsabilidad y ética entre estudiantes, directores y autoridades. Creo que la transparencia en el manejo de los fondos públicos y la rendición de cuentas deben ser principios en los programas de becas.
En segundo lugar, es necesario profesionalizar y reconocer la labor de los directores de tesis. La capacitación de posgraduados de alto nivel requiere una supervisión atenta, informada, dedicada. De ser necesario, capacitarnos en la dirección de tesis y reducir la carga administrativa, ya que históricamente hay incentivos institucionales y del SNI para quienes acompañen en la formación de sus estudiantes.
Finalmente, hay que dejar de priorizar la cantidad sobre la calidad. Como instituciones educativas, tenemos que entender que los criterios de financiamiento y evaluación deben basarse en la pertinencia, el impacto y la tasa de graduación, no en el crecimiento de la matrícula. Y, de esta manera, hay que asegurar que los recursos destinados a becas de posgrado realmente beneficien a la sociedad mexicana.
Queridos lectores, no es cuestión de culpar, sino de aceptar que el derroche de fondos públicos en posgrados de baja calidad es un problema sistémico que requiere soluciones integrales y colaborativas. Todos somos mexicanos y queremos lo mejor para nuestra nación. Como comunidad académica, todos debemos cuidar la integridad y la efectividad de la inversión pública en estudios de posgrado de alto nivel y garantizar que las becas lleguen a quienes tengan un compromiso con México.

Jorge Luis García Alcaraz
Ingeniero Industrial y Maestro en Ciencias de la Ingeniería Industrial conDoctorados en Ingeniería Industrial; Ingeniería, Diseño de Producto y Procesos Industriales; Ciencias y Tecnología Industrial; Ingeniería Mecánica por la Universidad de Zaragoza (España) y Postdoctorado en Procesos de Manufactura.
Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores en el Nivel III e investiga el modelado de sistemas de producción. Recibió el premio estatal de Ciencia, Tecnología e Innovación 2015.
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