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    diciembre 4, 2025 | 6:41

    El Acoso No Distingue Cargos

    Publicado el

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    En México, ser mujer nunca ha sido sinónimo de seguridad. Lo supimos desde niñas, cuando alguien nos gritó en la calle, cuando un maestro “demasiado amable” nos tocó el hombro o cuando el transporte público se volvió una jungla de miradas. Pero esta vez la historia alcanzó a la mujer más poderosa del país.

    La presidenta Claudia Sheinbaum fue víctima de acoso en público: un hombre, en evidente estado de ebriedad, la abrazó sin consentimiento, la tocó e intentó besarla. Y ahí entendimos todas: si esto le pasa a la presidenta, qué nos espera a las demás.

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    No se trata de política, se trata de dignidad. Porque si a la primera mujer que llega a la presidencia de México no la respetan ni por su investidura, ¿qué protección puede esperar una madre trabajadora, una joven estudiante, una niña en la esquina de su escuela?

    El mensaje es brutal: ni el poder más alto basta para frenar la violencia sexual.

    Y eso es lo que duele. Duele ver que, en pleno siglo XXI, todavía tengamos que repetir lo básico: no es no. Duele ver cómo el acoso se normaliza entre risas, cómo los medios lo minimizan con titulares suaves, como si fuera una anécdota. Duele saber que hay niñas viendo esas imágenes y entendiendo —una vez más— que ni ser presidenta te salva de los “mano largas”.

    Este episodio debería ser un punto de quiebre. No basta con indignarnos en redes o lanzar comunicados: urge educación con perspectiva de género desde la infancia, políticas más estrictas y castigos ejemplares.

    Urge que los hombres aprendan a respetar, no por miedo a la cárcel, sino por conciencia de humanidad.

    Urge enseñar que el cuerpo de una mujer no es territorio público.

    Urge hablar en casa, en las escuelas, en los barrios, de lo que significa consentimiento, respeto y límites.

    Porque no, no fue “un borracho”, no fue “una confusión”. Fue un reflejo más del machismo que nos atraviesa como país. Ese que nos hace callar, que nos revictimiza, que nos enseña a huir o a quedarnos inmóviles para no “provocar”.

    Y ese machismo no desaparece solo con discursos: se combate con leyes coherentes, con jueces capacitados, con policías sensibilizados y con maestros que eduquen sin prejuicios.

    No podemos seguir aceptando que el acoso sea parte de la rutina femenina. Que las niñas crezcan aprendiendo a cubrirse, a cambiar de acera, a callar por miedo. No.

    Si no respetaron a la presidenta, estamos en deuda con todas las mujeres de México.

    Con las que caminan cada mañana entre piropos agresivos, con las que viajan en silencio en el transporte, con las que no se atreven a denunciar porque nadie les cree.

    Necesitamos dejar de ver el acoso como “algo menor”. Cada mirada invasiva, cada toque no consentido, cada palabra humillante es una herida que se acumula en el cuerpo colectivo de las mujeres.

    Y cuando esas heridas no sanan, se convierten en miedo, y el miedo nos roba la libertad.

    México necesita coherencia entre el discurso y la acción. Hemos avanzado, sí: hay leyes, hay más conciencia, hay denuncias. Pero el cambio real no vendrá hasta que la educación forme hombres empáticos y no depredadores; hasta que los medios dejen de sexualizar y empiecen a responsabilizar; hasta que la justicia actúe con la misma fuerza con la que exige silencio.

    El respeto no se implora, se enseña.

    El consentimiento no se debate, se entiende.

    Y la seguridad no debería depender de un cargo ni de un uniforme, sino de un principio ético común.

    Si esto le pasa a la presidenta, ¿qué les pasa cada día a las millones de mujeres que no tienen cámaras, guardaespaldas ni poder?

    Esa es la pregunta que debería quitarnos el sueño como país.

    Porque mientras sigamos justificando, negando o minimizando, ninguna de nosotras estará realmente a salvo.

    Y no hay investidura que nos cubra de la impunidad cuando el problema está en la educación.

    Urge educar, sancionar y transformar. Urge mirar a las niñas de este país y prometerles algo más que un “cuídate mucho”.

    Urge decirles, con hechos, que su cuerpo es suyo.

    Que el respeto no se negocia.

    Que nunca más una mujer —sea presidenta o civil— tenga que repetir la pregunta que hoy nos duele a todas:

    ¿qué va a pasar con nosotras?

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    Ángeles Gómez

    Fundadora en 2014 de Ángeles Voluntarios Jrz A.C. dedicada al desarrollo de habilidades para la vida en la niñez y juventud del sur oriente de la ciudad. Impulsora del Movimiento Afromexicano, promoviendo la visibilización y sensibilización sobre la historia y los derechos de las personas afrodescendientes en Juárez.

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