Durante su reciente participación en el Foro Nacional de Energía en el Senado de la República, el director general de Petróleos Mexicanos (PEMEX), Víctor Rodríguez Padilla, resaltó la alta dependencia de nuestro país de las importaciones de gas estadounidense para generar electricidad. Actualmente se importan 7 mil millones anuales de metros cúbicos de gas, lo que pone en entredicho el concepto de “soberanía energética”, tan utilizado para sustentar diversas decisiones en materia de energía, que han resultado muy poco afortunadas para la generación de utilidades de la empresa pública. Indicó que hay meses en los que el país llega a depender hasta en un 96% del suministro de gas proveniente del vecino del norte. Textualmente dijo: “Si Estados Unidos nos cierra la llave, México se queda a oscuras”.
Cierto que esta dependencia se originó cuándo Estados Unidos, mediante la utilización y perfeccionamiento del “fracking”, particularmente en el gobierno de Barak Obama, se consolidó como potencia en producción de petróleo y gas, mientras México prohibiendo su utilización por razones ecológicas, priorizó la construcción de ductos para la importación de gas y dejó de lado los proyectos de extracción nacional. Actualmente el gas es inclusive más importante que el petróleo para la generación de electricidad.
Con estas declaraciones, parece abrirse la puerta a que Pemex abiertamente explote yacimientos no convencionales (fracking), lo que requiere más inversión para su aprovechamiento; pero lo importante radica en que estaría el gobierno federal apartándose de un capítulo que estuvo vedado anteriormente.
El fracking es una técnica para extraer hidrocarburos mediante la inyección a alta presión de fluidos, arena y químicos, que fractura la roca y libera petróleo y/o gas.
Esta técnica, ya anteriormente utilizada en México, ha sido objetada por grupos ambientalistas, quienes repetitivamente, en forma automática y simplista, aducen contaminación en acuíferos subterráneos y superficiales, daño a las capas externas de la tierra, altos índices de utilización de agua, sismicidad inducida y gases expulsados a la atmósfera. Estas críticas ya resultan obsoletas ante el vertiginoso avance de la tecnología en perforación inteligente, la optimización de la fracturación y el uso de modelos de inteligencia artificial
El hecho es que la demanda mundial de combustibles fósiles continuará creciendo en las próximas décadas, por lo que deberíamos aprovechar esta técnica extractiva para mejorar sustentablemente la explotación de nuestros hidrocarburos.
Según la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se espera un aumento en la demanda energética mundial para 2050 de hasta un 24%, con la de petróleo que superará los 120 millones de barriles por día. En el caso del gas, según el Foro de Países Exportadores de Gas (GECF), habrá un aumento en la demanda global de gas natural de hasta aproximadamente 5,360 mil millones de metros cúbicos para 2050, lo que representa un incremento del 34% en comparación con 2022.
Simplemente, debemos atender al ejemplo estadounidense, en el que en 2022, dos tercios de su producción de petróleo provino del fracking, mientras que hace dos décadas era menos del 7%. Gracias al fracking, Estados Unidos es el principal exportador mundial de gas natural licuado (GNL). En 2023 exportó 91.2 millones de toneladas métricas, superando a Qatar y a Australia, cuándo hace apenas 20 años antes era importador de GNL.
Bienvenido el anuncio con respecto al fracking del director general de Pemex, que puede revertir la declinación en nuestra producción de petróleo y gas a partir de 2029.

Rafael Espino
De Chihuahua. Abogado fiscalista. Consejero Independiente de Petróleos Mexicanos. Senador de la República por Morena.


