Una “senador” está muy perdida y confundida. Primero cree que está en un estudio de televisión y lleva el drama a niveles que ni Verónica Castro en sus menos agraciadas actuaciones; segundo, injuria a todas y todos con palabras y actos que denotan clasicismo y discriminación que la convierten en la bully no solo del Senado, sino del Congreso; y tercero, hace todo por llevar el debate parlamentario a un nivel vergonzante porque es ahí donde ella se siente a gusto.
La bully del Congreso no es una persona confiable. La historia ya la sabe estimado y estimada lectora, la senador llega por Morena en 2018, y en 2019 no sólo traiciona al movimiento, se traiciona a ella misma, pierde la poca credibilidad que como lectora de noticias tenía, y gana no por ella, que no se confunda, gana por la ola que generó en el país el expresidente López Obrador, del que reconoció:
“Pasaron los años y no era cierto que no era un peligro para México, el peligro eran los otros, los que están ahorita, los que han estado. Yo creo que la campaña que le habían hecho de un peligro para México es el equivalente a la de hoy de compararlo con Chávez. Yo creo que Andrés Manuel va a promover las libertades, que es lo que a mí me interesa. Creo que es un hombre honesto. Como ciudadana muero por tener un gobierno austero” y arengó la bully: “¡Es un honor estar con Obrador!”.
En 2018 acompañó (literal porque nada hizo) a Alfonso Durazo en la fórmula para el Senado por el estado de Sonora, de quien se expresó cuando fue designado titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana: “Le abrazo fuerte con toda mi solidaridad, agradecimiento y admiración: hombre inteligente, valiente y honesto”, para después injuriar de la misma manera que lo hace con este movimiento de la Cuarta Transformación.
Después de alejarse de Morena, enseguida se afilió al PAN, de quien opinaba ni dos años atrás: “el PRI no me convence, no me convenció nunca; el PAN también ha sido acá un desastre en el estado de Sonora”. Qué credibilidad o confianza se puede tener en una persona que un día opina una cosa y al otro día lo contrario, claro, ninguna. Y esa condición es la que la ha orillado a hacer de su “política” un show que cada vez resulta más vergonzante.
Las reglas mínimas de respeto y tolerancia en un debate parlamentario son rotas cada vez que ella toma la palabra. Con palabras estridentes, con gritos, sin argumentos, con acusaciones sin pruebas, convierte en un estudio de televisión lo que es un recinto legislativo. Es para lo que le da su limitada capacidad, para eso y para engañarse pensando que su estridencia le daba para ser candidata presidencial…¿habrase visto mayor pobreza en el PAN?, no lo creo.
Y detrás de ella, otro “bully” igual de impresentable, el empresario Ricardo Salinas Pliego, que le paga a la “senador” para promocionar su tarjeta de banco y no sabemos para qué más. Sí, ese empresario que le debe al SAT más de 63 mil millones de pesos, deuda que incluye adeudos por créditos emitidos en la actual administración, así como adeudos por juicios anteriores y en proceso. En 2020 se reconoció la deuda mediante un juicio, pero Salinas Pliego ha impugnado y retrasado la sentencia definitiva que lo obligaría a pagar los impuestos, todo gracias también por cierto a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien le concedió un amparo y se libró así de pagar 645 millones de pesos en impuestos.
Así las cosas con este par, uno que se agandalla y se niega a pagar impuestos porque se acostumbró al privilegio que le daban otros gobiernos, y la otra, una muy mala actriz dramática que cree que cada sesión es un capítulo de su telenovela, una muy pobre por cierto.

Lilia Aguilar Gil
Política y académica.
Maestra en Administración Pública por la Universidad de Harvard y en Gestión Pública por el Tecnológico de Monterrey. Ha contribuido en foros internacionales y enseñado en la Universidad de Harvard. Fundadora de la asociación civil LIBRE, se enfoca en el empoderamiento juvenil. Imparte clases en la UNAM y actualmente es Secretaria Técnica en la SSPC, habiendo sido titular en la Secretaría de Gobernación. Su carrera en el Congreso refleja su compromiso con la seguridad y las políticas sociales.
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