Tuvieron que pasar varios años para que escampara la candidez de Hannah Montana, la niña súper estrella de la serie noventera; y la gente expresara por enésima vez la horrible persona que es Miley Cyrus, la mujer extrovertida e hipersexualizada que canta, baila y escupe a sus fans.
Luego de lo que se vio en la arena Monterrey, oficialmente su primer concierto en territorio mexa, y la cantante usara una bandera nacional para que uno de sus bailarines le golpeara sobre unas posaderas de plástico como parte de su ya característico espectáculo provocador, vulgar y sin sentido, la gente se dividió entre los que se sintieron sumamente ofendidos y los que pensaron que se le está dando una importancia que no tiene.
¿Quién nunca pensó en agarrar la bandera escolar y jugar con ella a la hora del recreo?; ¿quién se sabe el himno nacional completo, y lo canta vanaglorioso con el pecho hinchado de orgullo mientras lo reproduce en su play-list personal? Estas actitudes de respeto y amor a los símbolos patrios no son más que dogmas aprendidos durante la niñez, cuando a jalones de orejas y miradas asesinas, las maestras nos adiestraban para pararnos derechos y permanecer quietos durante honores a la bandera cada lunes.
Algunas cosas asimiladas antes de ser adultos y que pudiéramos pensar por cuenta propia, no tienen el sentido que le damos al resto de nuestras vidas y el exagerado respeto a un montón de símbolos cuya historia solemos ignorar es una de esas cosas.
Miley “banderas locas” Cyrus no sólo provocó a estos patriotas fantoches, sino que además, lo hizo en la peor temporada del año para ser groseros con México: Septiembre; la empresa que la contrató ahora debe pagar una multa de más de 16 mil pesos, y su escándalo mediático se une a los que han existido previamente, de otros artistas que han hecho un mal uso sobre este elemento gráfico. Logró lo que quiso: Llamar la atención. En eso se ha basado su carrera desde que apareció haciendo twerking con Robin Thicke en los MTV Awards.
Por otro lado, lo que haga Miley Cyrus con su trasero y con la bandera, me tiene realmente sin cuidado. Últimamente todo se trata del trasero de Nicky Minaj, del trasero de Kim Kardashian, del trasero de Miley Cyrus. No por esto significa que no quiera al país donde vivo y donde probablemente muera; es cierto, fue una grosería, pero exigir su castigo con tanta fuerza demuestra la doble moral en la que aquí, el resto del año, nos dedicamos a denostar nuestra nación.
¿Dónde estaban todos los ofendidos de pacotilla que quieren agarrar a Miley a cintarazos, cuando se utilizó el Zócalo de la capital como estacionamiento para el informe de gobierno de este año?
Sin ponernos a enumerar todas las tragedias del país, que bien nos sabemos de memoria, me limito a decir que no se trata de no enojarse. Entiendo que cada quien conserva ciertos afectos muy arraigados y que es parte de la cultura mexicana el defender los lábaros patrios, puesto que esto se ha inculcado desde siempre con historias dudosas de supuestos cadetes que se defendieron sin armas y héroes de guerra que lo único que buscaban era la libertad del pueblo.
Y sé que cada año el gobierno se esfuerza por mantener esa fantasía, derrochando millones y millones de pesos en fiestas que celebran una independencia que no tenemos, sometidos a un régimen en el que no somos tomados en cuenta y dónde se vive una democracia tan fingida como la cara de horror de las autoridades que declararon ante la prensa que la Cyrus había violado la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales y que merecía un castigo. No se trata de no enojarse.
Karen Cano también ha defendido a la comunidad gay. También ha comentado los motivos por los cuales los hombres son rechazados y realizado una crítica sobre las modas en las redes sociales como el Ice Bucket Challenge.
Originalmente publicado en MéxicoKafkiano.com el 1 de Octubre de 2014
Escritora, feminista y periodista de Ciudad Juárez, sobreviviente de la guerra contra el narco, egresada de la Universidad Autónoma de Chihuahua, reportera desde el 2009; ha trabajado para distintos medios de comunicación y su trabajo literario ha sido publicado en Ecuador, en Perú y en distintas partes de México.
