En Ciudad Juárez parece que nuestras calles están hechas de azúcar. Basta con que caiga la primera lluvia para que se empiecen a derretir, se abran los baches, se hundan las banquetas y los automovilistas tengamos que hacer malabares para no caer en un cráter disfrazado de charco.
No es exageración, cada temporada de lluvias es la misma historia, como si la ciudad no aprendiera nada del año anterior.
Lo curioso es que los responsables de mantener nuestras vialidades parecen más concentrados en ver quién trabaja menos que en quién hace mejor su trabajo. Uno pensaría que la competencia entre dependencias o funcionarios sería por calidad, eficiencia o resultados visibles, pero no. Hoy parece que la meta es ver quién sube más videos a redes sociales mostrando cuadrillas trabajando o posando como si trabajaran mientras los juarenses seguimos esquivando baches con la destreza de pilotos de rally.
Porque seamos sinceros: esos “trabajos de reparación” que presumen, muchas veces duran menos que un post viral. Son lo que en buen mexicano podríamos llamar jales chicanos: parches mal hechos, con materiales de dudosa calidad, que se ven “bonitos” apenas se secan, pero que a la primera lluvia vuelven a desaparecer como si nada hubiera pasado. Y claro, después toca repetir la historia… y seguir gastando.
Lo más triste es que el dinero que se utiliza no cae del cielo. Sale de nuestros impuestos, del esfuerzo de cada ciudadano que espera con toda razón que ese dinero se traduzca en calles transitables, seguras y duraderas. No en obras relámpago que solo sirven para grabar un TikTok con música motivacional de fondo.
¿Por qué conformarnos con eso? ¿Por qué aplaudirles cada vez que hacen lo mínimo, como si tapar un bache fuera un favor y no su obligación? Juárez no necesita vialidades que solo luzcan bien en cámara; necesita infraestructura que aguante, que resista el clima, el paso del tiempo y el tránsito pesado de una ciudad que no se detiene.
Si algo deberíamos exigir como ciudadanos es calidad, aunque eso implique esperar un poco más. Prefiero que una obra se tarde unos días más, pero que dure años, a que nos sigan entregando calles de papel que se rompen en cuanto cae el primer aguacero. Ser prudentes no es ser pasivos; ser exigentes no es ser inconformes sin causa. Es simplemente pedir que se hagan las cosas bien.
Así que la próxima vez que veamos un video de cuadrillas asfaltando al ritmo de una cumbia o de funcionarios posando con casco y chaleco nuevo, recordemos que no necesitamos espectáculos: necesitamos resultados. Porque las vialidades de azúcar ya no nos endulzan la vista… solo nos amargan el camino.

Mayra Machuca
Abogada, Activista, Columnista, Podcaster.
Especializada en análisis y asesoría jurídica, cuenta con experiencia administrativa y jurídica con habilidades destacadas en la resolución de problemas y coordinación de tareas. Experta toma de decisiones estratégicas. Activa en Toastmasters y Renace y Vive Mujer.


