Por momentos lo olvidamos, pero las vacaciones no siempre significan descanso, playa y días felices. Para muchos jóvenes en nuestro país y en tantas otras partes del mundo, el receso escolar es también un tiempo de mayor exposición a riesgos: la calle sin rumbo, el ocio sin guía, las redes sin vigilancia, y en los peores casos, la tentación del crimen organizado que, como ya sabemos, no descansa.
En este contexto, quiero detenerme a reflexionar sobre el papel del deporte en la vida de los jóvenes, sobre todo durante estos meses en los que la escuela no cumple su función de estructura cotidiana.
El deporte no es solo competencia o entretenimiento. Para un adolescente en situación de vulnerabilidad, una cancha puede ser el único espacio donde se sienta parte de algo, donde aprenda a controlar la frustración, a trabajar en equipo, a levantarse después de perder. Para muchos, un entrenador puede ser la primera figura de autoridad que los mira con respeto y expectativa, no con miedo o desprecio.
Y esto no es solo poesía: hay datos. La ONU, a través de su Oficina contra la Droga y el Delito, sostiene que el deporte bien dirigido puede disminuir la probabilidad de que un joven caiga en conductas violentas o delictivas en hasta un 30 %. En países como Colombia o Sudáfrica, programas deportivos comunitarios redujeron el reclutamiento juvenil en bandas armadas en más del 40 %. En México, experiencias como “Barrio Adentro” o “Escuelas de Bienestar” han demostrado que el acompañamiento deportivo puede impactar positivamente en más de 70 mil jóvenes, tan solo en una ciudad como Ciudad Juárez.
A nivel global, la tendencia es clara: invertir en deporte comunitario no es un lujo, es una estrategia de paz.
Entonces me pregunto y les pregunto: ¿estamos haciendo lo suficiente como sociedad, como instituciones, como padres y madres, para canalizar la energía y el talento de nuestros jóvenes durante el verano? Porque la violencia no se va de vacaciones. Y tampoco lo hace la esperanza.
Hay programas?, sí. Hay evidencia?, sí. Pero lo que más necesitamos es voluntad sostenida: de autoridades que prioricen el presupuesto social, de entrenadores que entiendan su misión formativa, y de padres que no deleguen toda la educación a la escuela o al gobierno. La paz, como el deporte, se juega en equipo.
Yo sí creo en el poder del deporte. Pero también sé que un balón no basta si no hay red, si no hay mirada, si no hay seguimiento. Hoy, en estas semanas de calor y libertad aparente, urge construir esos espacios seguros, donde el esfuerzo y la alegría sean contagiosos, y no la violencia.
Y sí, las actividades culturales también son una opción valiosa y transformadora, siempre y cuando estén disponibles y accesibles, porque en un mundo marcado por la economía global, cualquier actividad por básica que parezcapuede representar un gasto que muchas familias simplemente no pueden costear.
Pero ese es otro tema que acordaremos con más información el próximo jueves.
Nora Sevilla
Comunicadora y periodista experimentada, actualmente Jefa de Comunicación en Cd. Juárez del Instituto Estatal Electoral y Tesorera en la Asociación de Periodistas de Ciudad Juárez. Experta en marketing político y estrategias de relaciones públicas, con sólida carrera en medios de comunicación.
