Este año, el Grito de Independencia tuvo un eco distinto. No solo por la emoción habitual que despierta cada 15 de septiembre en el corazón del país, sino porque por primera vez en la historia, fue una mujer, nuestra presidenta Claudia Sheinbaum, quien pronunció las palabras que cimbran el alma de México. Y tuve la fortuna de estar ahí, en el Zócalo capitalino, acompañándola, compartiendo con miles de personas una noche cargada de historia, simbolismo y esperanza.
No fue un Grito cualquiera. Fue el Grito de una mujer que ha roto techos de cristal, que ha llegado hasta el balcón del Palacio Nacional no solo con autoridad, sino con conciencia histórica y sensibilidad política. Desde el momento en que apareció, vestida con una falda de tono morado el color del feminismo su presencia envió un mensaje claro: las mujeres estamos aquí, al frente, haciendo historia.
Los gestos hablaron por sí mismos. Antes de asomarse al balcón, la presidenta se detuvo frente al retrato de Leona Vicario, una de las pocas heroínas reconocidas de nuestra independencia. Recibió la bandera nacional de manos de ocho mujeres cadetes militares, otro símbolo poderoso. Y cuando llegó el momento de dar el Grito, no solo recordó a Hidalgo, Morelos y Allende. Nombró también a Josefa Ortiz de Domínguez, y a la propia Leona Vicario. Pero fue más allá: lanzó vivas a las heroínas anónimas de la patria, a “nuestras hermanas y hermanos migrantes”, a las causas que muchas veces han sido invisibilizadas.
Fue un Grito que encontró su lugar en el presente, que no se limitó a repetir fórmulas del pasado, sino que abrió espacio para el reconocimiento de las luchas actuales. Por primera vez, el feminismo, la dignidad de las mujeres, los derechos de los migrantes y de los sectores históricamente marginados, tuvieron cabida en una ceremonia que suele ser solemne, pero pocas veces tan humana.
Acompañada de su esposo, con firmeza, pero también con calidez, la presidenta nos recordó que la independencia no fue obra de unos pocos, sino de muchas y muchos, conocidos y desconocidos, hombres y mujeres, que imaginaron un México libre, justo y soberano.
Presenciar ese momento en el Zócalo, rodeada de tantas voces que coreaban con fuerza los vivas de la presidenta, fue profundamente conmovedor. Fue sentir que algo se mueve, que algo cambia, que la historia no es estática. Que hoy, una mujer lidera la nación, y que en su voz resuena la de muchas otras que fueron silenciadas.

Brenda Ríos
Orgullosa Chihuahuense. Amo y respeto la naturaleza. Soy mamá de Alex Benjamin, Austria Camila y esposa de Alex LeBaron. Mi pasión siempre ha sido el servicio público/civil, me inspira luchar por grandes causas que cambien el mundo. Empresaria agrícola y consultora ambiental.


