Donald Trump volvió a enojarse. Y cuando Trump se enoja, lo grita, lo exagera y lo convierte en munición política. Esta vez México fue el blanco: “No estoy contento con México”, dijo desde su despacho, como si su molestia fuera un asunto diplomático de proporciones bíblicas y no, lo que realmente es: una línea más en su eterno guion de campaña.
La escena es conocida. Violencia en México —el fin de semana, en la capital del país—, imágenes que cruzan la frontera en segundos, y Trump, olfateando sangre política, vuelve a bramar que, no dudaría en lanzar ataques militares en territorio mexicano para acabar con los cárteles.
No es nuevo. No es cierto. No es posible. Pero vende.
Trump usa a México como un costal de boxeo electoral desde 2016. Es más fácil pintar a un vecino como un caos que reconocer que el verdadero desastre del fentanilo se lo producen y trafican, en gran medida, ciudadanos norteamericanos por cruces legales. Pero eso no sirve para animar a su base. Señalar a los suyos nunca fue su estilo. Como decía Aristóteles: “El político mediocre culpa al otro; el estadista, corrige lo propio”. Adivine cuál es Trump.
Mientras él amenaza con misiles imaginarios, Marco Rubio —quien hoy juega al secretario de Estado improvisado— declara que la cooperación con México es “excelente”. Dos mensajes opuestos en pocas horas. Washington habla como coro griego desafinado, pero Trump, fiel a sí mismo, se queda con el drama.
¿Le interesa México? No. ¿Le importa la violencia en las calles de la CDMX? Menos. A Trump le interesa Trump. Y su campaña.
Su cálculo es simple. Cada vez que habla duro contra México, su base aplaude. Cada vez que promete “mano firme”, suben sus encuestas. Cada vez que exagera datos —como cuando dijo que, “Estados Unidos pierde cientos de miles de personas al año por drogas mexicanas”— la verdad retrocede, pero el efecto político avanza.
La amenaza de intervenir militarmente es jurídicamente imposible,diplomáticamente tóxica y estratégicamente insensata. Pero no importa. Trump no habla para los juristas, para el Pentágono ni para los estrategas. Habla para los que quieren escuchar que él “sí haría lo que los demás no hacen”.
El problema no es Trump. El problema es que Washington entero ha encontrado en México un tema útil, moldeable, electoralmente rentable. Y nosotros, allá y acá, tenemos un gobierno federal que ni se defiende ni contraataca. Responde tarde, mal y sin convicción.
Por eso Trump puede hablar impunemente. Porque del otro lado no hay quien responda con fuerza. Y en la narrativa internacional, el silencio también es una derrota.
¿Es una amenaza real? No.
¿Es una advertencia política? Sí.
¿Es una presión creciente hacia México? Desde luego.
Y seguirá. Porque mientras México siga sumido en su propia inercia, Trump seguirá usándolo como utilería. Ahí El Meollo del Asunto.
Daniel E. Valles
Periodista y comentarista de radio y televisión. "El Meollo del Asunto" y "La Familia es Primero" son sus principales herramientas periodísticas que se publican en medios impresos y digitales en diversas geografías de habla hispana.
Ha sido merecedor de diversos reconocimientos como conferencista y premios de periodismo, entre ellos, la prestigiosa Columna de Plata, que otorga la Asociación de Periodistas de Ciudad Juárez.
