Aunque la economía no tolera, la mayor parte del tiempo, si no es que siempre, ninguna decisión, apresurada, irreflexiva, desesperada, absurda, descabellada o de plano con un enfoque meramente político, todas y todos sabíamos, de hecho, lo pensamos y supimos ya desde el momento mismo de la elección presidencial en ese país, era muy posible que el nuevo gobierno de los Estados Unidos podría emprender acciones de esa naturaleza, por decir lo menos, raro.
Y pues lo hizo, Trump decidió de manera unilateral aplicar aranceles a productos mexicanos el sábado 1 de febrero, en una actitud por demás hostil por parte de la Casa Blanca, actitud que se expresa desde una política que criminaliza la inmigración e intenta anular los beneficios compartidos del libre comercio y que desde luego afecta una cerca relación política y cultural que históricamente mantiene los dos pueblos.
Además se hacen acusaciones de alianzas entre el gobierno y el crimen organizado, lo que desde luego y categóricamente está muy pero muy alejado de la verdad.
Por cierto es importante destacar que esos aranceles que se pretendían imponer, además de poner en grave riesgo el tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, el T-MEC lo cual debilitaría la economía de la región, provocaría una espiral inflacionaria que resentirían en primera instancia los consumidores estadounidenses.
Aunque era de esperarse de una oposición moral y políticamente derrotada fue sorprendente la forma en que se frotaron las manos y se les hincharon de aplaudir rabiosamente lo que Trump anunciaba, pero…
La reacción del gobierno de México, liderado por la presidenta Sheinbaum, con prudencia, cautela templanza y sobre todo propuesta y anteponiendo en todo momento la dignidad nacional e invocando a la coordinación y cooperación para la mejora de las relaciones entre Estados Unidos y México sin menoscabo de la soberanía nacional logró el lunes 3 de febrero que se pausara por un mes la aplicación de los aranceles.
Cierto es que a algunas y algunos no les gusto lo que se logró por parte de la Presidenta, pero a la mayoría de las mexicanas y mexicanos nos quedó claro que tenemos mucha presidenta y no lo digo yo en un acto de buena fe, lo dicen los datos, los famosos datos, veamos.
Se acaban de publicar los resultados de una encuesta del Financiero donde se destaca un 81 por ciento de aprobación a la presidenta en enero, es decir antes de los TrumpArenceles, dato que es un récord con respecto a lo que había registrado anteriormente, en buena medida ya deja ver un cierre de filas en torno a la presidenta ante las tensiones con el gobierno de los Estados Unidos, ya que las cifras se comparan con el 78% de opiniones favorables y 18% desfavorables que recibió en diciembre la mandataria.
Desde luego que habría que esperar las mediciones después de lo ocurrido a inicios de febrero pero no tengo duda alguna, la aprobación aumentará pues el apoyo del pueblo de México a la PresidentA reconoce su liderazgo, humanismo y compromiso con la justicia social.
Que se escuche lejos y fuerte. Tenemos mucha PresidentA!

Benjamín Carrera Chávez
Doctor en Problemas Económicos por Universidad Autónoma Chapingo.
Actualmente Diputado Local por el 5to Distrito de Chihuahua, Profesor-investigador en el Instituto de Ciencias Sociales y Administración de la UACJ y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONACyT, Nivel 1.
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