Hace unos días me encontré con la historia de Beatriz Mojica, una mujer afromexicana, orgullosamente guerrerense, que ha logrado abrirse paso en un país donde los techos de cristal todavía pesan más sobre algunas mujeres. Mientras leía su trayectoria, pensaba inevitablemente en nosotros, en nuestra comunidad acá en Chihuahua, donde seguimos luchando por algo tan básico como existir políticamente.
Porque sí, nos reconocen en censos, en discursos, en fotografías para el 12 de octubre… pero no estamos en la mesa donde se decide el rumbo del estado.
La historia de Mojica me tocó porque habla de resistencia, pero también de visión. Ella dice que su misión es “abrir puertas y ensanchar caminos”. Qué necesario sería escuchar esas palabras aquí, donde muchas puertas siguen cerradas para quienes llegamos desde el sur buscando una vida digna, donde niñas afromexicanas crecen sin referentes en el servicio público, donde las mujeres enfrentamos racismo en instituciones que se supone deben protegernos.
Y entonces surge la pregunta inevitable: ¿cuándo Chihuahua tendrá representación real para nuestra comunidad? No una foto, no un saludo, no un evento simbólico, sino representación política verdadera. Esa que se siente, que incomoda, que exige, que defiende. Esa que cambia vidas.
Pienso en nuestras colonias, en la gente trabajadora de Riberas del Bravo, en las familias que sostienen este estado con jornadas pesadas y sueños todavía más grandes. Pienso en nuestras mujeres, migrantes resistiendo, que cada día pelean contra el racismo estructural, contra estereotipos, contra silencios impuestos. Pienso en nuestras niñas y niños creciendo sin ver a alguien como ellos tomando decisiones públicas.
¿Cómo vamos a construir un Chihuahua más justo si ni siquiera estamos representados?
La representación importa porque define prioridades. Cuando llega alguien que sí conoce la realidad de su comunidad, las discusiones cambian. Cambia el tono, cambia la urgencia, cambia la mirada completa. No es lo mismo legislar desde el privilegio que desde la experiencia. No es lo mismo hablar “de” una comunidad que hablar desde ella.
Y no se trata solo de ocupar un curul: se trata de transformar lo que ese espacio significa. De exigir que las políticas públicas contemplen educación intercultural, acceso a derechos, combate al racismo institucional, protección a mujeres migrantes, oportunidades reales para jóvenes afromexicanos. Se trata de que nuestras problemáticas no sigan siendo pie de página, sino parte central de la agenda del estado.
A veces me preguntan si vale la pena insistir tanto, si algún día veremos ese cambio. Yo creo que sí, porque cada paso que damos como comunidad —cada foro, cada mural, cada columna, cada lucha por visibilidad— empuja un poquito más esa puerta que durante siglos nos han mantenido cerrada. Chihuahua también es territorio afrodescendiente. Chihuahua también es migración, resistencia, trabajo y cultura viva. Chihuahua también somos nosotros.
Por eso lo digo claro: sin representación no hay justicia. Y la justicia no llega sola; se construye, se exige, se pelea. Ojalá que pronto podamos decir que tenemos una voz propia en el Congreso del Estado. Una voz que venga de nuestras calles, de nuestras historias, de nuestras raíces. Una voz que no solo hable por nosotros, sino con nosotros.
Porque ya nos toca. Porque lo merecemos. Porque existimos. Y porque en este estado, como en todo México, nadie debe quedarse sin ser escuchado.
Ángeles Gómez
Fundadora en 2014 de Ángeles Voluntarios Jrz A.C. dedicada al desarrollo de habilidades para la vida en la niñez y juventud del sur oriente de la ciudad. Impulsora del Movimiento Afromexicano, promoviendo la visibilización y sensibilización sobre la historia y los derechos de las personas afrodescendientes en Juárez.
