Por donde quiera que uno va en esta época, todas las personas, todos los anuncios y todos los pensamientos parecen fundirse en uno solo; amor y paz.
Es como sí todos quisiéramos que, en realidad, así fuera todo en el mundo.
Con una paz que pudiéramos disfrutar en todas partes y con todas las personas con las que convivimos. Que la violencia terminara y dejara de afectar nuestro diario vivir. Que los noticieros dejaran de reportarnos constantemente de guerras y asesinatos, crímenes, violaciones, corrupción, engaños ideológicos, etc.
En la Noche Buena, existe algo más que misterioso que provoca el deseo de paz y armonía. Es la víspera de la navidad. Eso misterioso es una paz que excede al entendimiento de hombres y mujeres. Algo que nos hace estar más sensibles al dolor y a la necesidad de otros. Es algo que no se puede ver porque es espiritual.
Algunos le llaman el espíritu de la navidad. Y este, sabemos que es el mismo Espíritu que sirvió de guía a los sabios que iban tras la estrella que anunciaba la venida del Príncipe de la paz. Del niño DIOS, de Jesús. El Mesías.
Es en esta misma época que los negocios y la actividad diaria se detienen. En cientos de países la actividad diaria cesa y las familias hacen una pausa para reunirse y compartir alrededor de la mesa a convivir en sana paz. A intercambiar regalos llenos del mismo amor y paz con los mejores parabienes. Quisiéramos que todo esto perdurara y fuera así la mayor parte del tiempo.
“Paz en la tierra a los hombres y mujeres de buena voluntad”.
Pero para que esto pueda ser una realidad en el mundo primeramente y por encima de todo, debe de haber paz en las familias.
El relato bíblico de la historia del origen la navidad, del nacimiento del niño del pesebre en Belén no tiene igual.
Es el regalo de DIOS para todas las personas. Tanto creyentes o no creyentes en el milagro de la navidad. Es el regalo que todos disfrutamos y gozamos al verlo en las escenas navideñas. ¿Por qué nos pasa esto? Por la paz y el amor que emanan del pesebre, porque es lo que inunda la vida familiar y el corazón de las personas que conformamos o que vivimos en familia.
Esta paz a la que me refiero es para todos, mas no es de todos. Es solo de quienes hoy quieren poseerla e invitarla a su vida y la mantienen en su hogar.
Que la procuran todo el tiempo, de los que se adueñan y hacen suyo el regalo más grande y maravilloso que existe para el ser humano, Jesús, el niño del pesebre de Belén. El Salvador.
“Gloria a dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes ÉL se complace”. Escribe San Lucas en su evangelio y hoy me he permitido parafrasearlo y hacer una interpretación personal para decir: “Paz entre las familias que gozan del beneficio extraordinario de la navidad que es, el nacimiento de Jesús.
En esta vida, nada hay realmente más importante que la familia. Lo es siempre, no sólo en este tiempo de navidad, sino durante todos los días.
Tener paz durante y después de navidad es lo más importante. ¿Y qué es la paz?
La paz es ausencia total de guerra. Es donde las hostilidades han cesado y las personas, las personas y las familias experimentan quietud y tranquilidad. Es cuando terminan los conflictos. Y la paz es precisamente el mensaje de la navidad, es la causa o razón por la que Jesús nace.
El acontecimiento se registra en los cuatro evangelios. Es este suceso que cambió la historia de la humanidad partiéndola en dos, antes y después del nacimiento.
En especial forma se menciona en el evangelio de San Lucas, que dice en el segundo capítulo, verso seis en adelante. Lo puede usted leer ahí.
La paz, desgraciadamente, no se puede comprar en ninguna tienda o almacén, no se puede adquirir en ningún supermercado o tienda de autoservicio, tampoco la encontramos en el Internet por poderosa que sea nuestra la computadora que tengamos, los juguetes y los regalos que traen alegría a quienes los reciben son incapaces de garantizar que tendremos paz. Si pudieran, sería tan sencillo, tan fácil y simple que tuviéramos paz en la familia y por consecuencia en el mundo siempre.
En tanto los seres humanos no tengan paz en su ser interno, en su alma y esta sea real y duradera, no autoprovocada por la enajenación o la fantasía, no habrá verdadera paz en el mundo, ya que éste es la proyección de nuestra vida.
El niño del pesebre representa la paz que el mundo y que las personas, que las familias necesitamos, el niño del pesebre de Belén creció y al convertirse en adulto, su mensaje siguió siendo de paz, libertad y verdad. Él dijo: “conocerán la verdad y la verdad los hará libres.”
Esta libertad se obtiene cuando el ser humano puede actuar en justicia y es esto que le provoca estar en paz con uno mismo, con los demás y con su Creador.
Cuando dentro de la familia y por consecuencia en la comunidad se enseña y se practica el perdón incondicional, existe la paz. Principio que el niño del pesebre de Belén, al convertirse en adulto enseñó y predicó con el ejemplo. Es este el ingrediente principal para que haya paz en la familia.
Para lograrla se requiere de pacificadores. Que son los encargados de poner a los miembros de la familia en paz entre ellos, obteniendo para todos que el Creador se complazca en ello. De esta forma podemos y logramos tener la paz que es para todos, pero no les pertenece a todos.
La paz de DIOS sobrepasa todo entendimiento humano. Llega a través de Jesucristo que al nacer da origen a la navidad y con ello hace posible que en las familias y en el mundo, haya Su paz.
Feliz navidad y paz en su familia.

Daniel E. Valles
Periodista y comentarista de radio y televisión. "El Meollo del Asunto" y "La Familia es Primero" son sus principales herramientas periodísticas que se publican en medios impresos y digitales en diversas geografías de habla hispana.
Ha sido merecedor de diversos reconocimientos como conferencista y premios de periodismo, entre ellos, la prestigiosa Columna de Plata, que otorga la Asociación de Periodistas de Ciudad Juárez.


