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    diciembre 18, 2025 | 7:50

    México 2025, según Walter Lippmann

    Publicado el

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    Con este artículo cerramos el análisis – 2/2 – del libro “La opinión pública”

    Si Walter Lippmann levantara la cabeza y viera México hoy, no se sorprendería. Se reiría con esa risa amarga de quien ya lo vio venir hace un siglo y nadie le hizo caso.

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    Porque aquí estamos, en el año 6 de la Cuarta Transformación, viviendo exactamente dentro de los “cuadros en nuestras cabezas” que él describió en 1922.

    Cuadro 1 – “La mafia del poder”

    Durante seis años, el gobierno de Morena ha repetido hasta el cansancio una sola imagen simplificada: existe un grupo de “fifís”, “conservadores” y “neoliberales” que odia al pueblo y quiere regresar al pasado. No importa que el pasado tenga nombres concretos (Peña, Calderón, Fox) ni que algunos de esos “fifís” hoy sean socios del gobierno en el Consejo de Slim y Hank. El estereotipo funciona. Es un cuadro tan potente que, aun cuando la realidad se vuelve más compleja (condonaciones fiscales a aliados, contratos millonarios a amigos, militares construyendo trenes), millones siguen viendo el mundo a través de esa ventanita binaria: pueblo bueno vs élite mala. Lippmann lo llamó “ficción útil”: no necesita ser cierta, solo necesita ser creíble y repetida.

    Cuadro 2 – “Es un honor estar con Obrador / con Claudia”

    El ciudadano promedio no tiene tiempo, herramientas ni ganas de leer las 1,200 páginas del Paquete Económico, los contratos del Tren Maya o los informes de Mexicanos Contra la Corrupción. Entonces se aferra a un símbolo emocional: el líder que “habla como nosotros”, que “come en fonditas” y que “primero los pobres”. El símbolo sustituye al análisis. Lippmann lo advirtió: cuando la realidad es demasiado grande, la gente vota por la foto, por el gesto, por la frase de mañanera. Y así se explica que, aun con medicinas faltantes, con 190 mil homicidios acumulados y con la economía creciendo al 0.8 %, la aprobación presidencial siga rondando el 60 %. No es que el pueblo sea tonto; es que vive dentro del cuadro que le pintaron.

    Cuadro 3 – “La prensa vendida”

    Otro estereotipo maestro. Cualquier reportaje crítico es automáticamente “guerra sucia”, “fakenews” o “golpe blando”. El gobierno no necesita probarlo: basta con repetirlo. Y funciona. Según la última encuesta de Enkoll, 48 % de los mexicanos cree que los medios “mienten para atacar al presidente”. Lippmann lo tenía clarísimo: cuando el poder controla la fabricación de imágenes, la verdad objetiva se vuelve irrelevante. Lo que importa es quién controla la narrativa. Y hoy la narrativa la controla Palacio Nacional, TikTok y los “voceros” que cobran en nómina oficial.

    Cuadro 4 – “Los expertos traidores”

    ¿Recuerdan cuándo el INEGI, el Banco de México o la COFECE publican datos incómodos (crecimiento raquítico, inflación persistente, concentración de mercado) y la respuesta oficial es “son neoliberales”, “están al servicio de los conservadores”? Lippmann lo llamó “demonización de la inteligencia organizada”. Si los datos no gustan, se ataca al mensajero. El resultado: la política se hace con anécdotas, con “yo tengo otros datos” y con encuestas pagadas por el gobierno que siempre dan 60-30.

    Cuadro 5 – “El pueblo bueno y sabio”

    El mito más peligroso. Morena ha elevado a categoría sagrada la idea de que “el pueblo nunca se equivoca”. Lippmann lo desmontó hace un siglo: el pueblo no se equivoca porque casi nunca decide con información completa; decide con los cuadros que le metieron en la cabeza. Cuando el 70 % de los mexicanos cree que “la corrupción ha bajado” (Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2024) a pesar de que los contratos directos se dispararon y los casos de Segalmex, Huachicoleo, los hijos de AMLO y los gobernadores amigos siguen impunes, no es que el pueblo mienta: es que vive dentro de un cuadro.

    ¿Significa esto que todo es culpa de Morena? No. El PRI y el PAN hicieron exactamente lo mismo durante décadas: Televisa fabricó presidentes, los periódicos oficialistas vivían de chayote y los ciudadanos votaban por el candidato que salía más guapo en la tele. La diferencia es de escala y de tecnología: hoy el control de la narrativa es más sofisticado, más barato y masivo gracias a las redes sociales y al presupuesto de Comunicación Social más grande de la historia.

    Lippmann no era pesimista; era realista. Su solución (una “inteligencia organizada” que filtrara hechos de ficción) hoy suena utópica o directamente orwelliana. Lo que queda es la advertencia: mientras sigamos creyendo que la opinión pública es la suma de opiniones informadas y no un montón de cuadros pintados por quien controla el pincel, la democracia seguirá siendo un espejismo.

    En México 2025, los cuadros en nuestras cabezas son más grandes y nítidos que nunca.
    Y el pintor sigue cobrando con nuestros impuestos.

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    César Calandrelly

    Comunicólogo / Analista Político

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