En un entorno cada vez más globalizado y agresivamente competido, los negocios de manufactura enfrentan retos que no existían hace apenas una década: cadenas de suministro volátiles, automatización acelerada, nearshoring que exige capacidades nuevas y una competencia internacional feroz que presiona márgenes y obliga a reinventarse constantemente.
La innovación y la creatividad se vuelven indispensables, sí, pero conviene tener claridad conceptual: la innovación implica creatividad, pero la creatividad, por sí sola, no siempre produce innovación.
Aquí es donde entra el concepto de Mentefactura, presentado como un “modelo productivo basado en el conocimiento”. Un modelo donde el valor no se genera transformando materia prima, sino transformando las ideas, los procesos, la tecnología y el talento. Sobre el papel suena precioso. En la práctica… la conversación es otra.
Mentefactura en la frontera: ¿realidad o palabra de moda? Ciudad Juárez —como decía Juan Gabriel, “la frontera más maravillosa y bella del mundo”— alberga aproximadamente 330 plantas manufactureras, genera casi 280 mil empleos directos, y aporta entre 15 y 20% de todas las exportaciones manufactureras del país.
Si hay un lugar donde debería existir mentefactura en serio, es aquí. ¿Quién está aplicando realmente mentefactura en Juárez?
Las maquilas que operan con sistemas de calidad, automatización, mejora continua, análisis de datos, celdas robotizadas, manufactura esbelta y procesos 4.0, sí están innovando… pero lo hacen porque la cadena global se los exige, no porque haya un ecosistema local que lo impulse.
¿Y los comercios?, ¿los restaurantes?, ¿los talleres mecánicos, constructoras, recicladoras, servicios?
Claro que podrían implementar mentefactura, pero ahí está el problema: ¿quién los acompaña?, ¿Quién les da acceso a tecnología, metodologías, financiamiento, vinculación con universidades?…… NADIE.
La palabra existe, el ecosistema, no.
La incongruencia del concepto y siendo honestos: este término —Mentefactura— a muchos nos cae en los huevos, porque suena a eslogan inventado desde escritorio.
Quien vive la manufactura real —como tú, como cientos de empresarios— sabe que transformar un pedazo de acero en una pieza industrial es un negocio duro, técnico, exigente, con márgenes apretados y ciclos de entrega cada vez más cortos.
Las empresas tuvieron que cambiar sus modelos de negocio para sobrevivir a los últimos años: disrupciones logísticas globales, incrementos en costos de energía y materias primas, requerimientos de certificaciones internacionales y automatización acelerada.
¿De verdad están preparadas para implementar esquemas de mentefactura? No lo están,
porque el modelo no baja a la realidad del sector.
El ejemplo de Guanajuato: el “Valle de la Mentefactura”. Guanajuato presume un ecosistema robusto: parques de innovación, clústeres, programas de emprendimiento de alto impacto, fondos, laboratorios, etc. No sorprende que en 2023 fuera la quinta economía del país, con un PIB impulsado por actividades secundarias y terciarias.
Chihuahua, ese mismo año, quedó en octavo lugar nacional, también dominado por su fuerza manufacturera y de servicios… pero sin un ecosistema de innovación equivalente.
¿La diferencia? Guanajuato dio continuidad, independientemente del gobernador en turno.Chihuahua cambia de rumbo cada administración, según el consultor contratado; la innovación no avanza cuando cada seis años borran lo anterior.
El verdadero atraso: no la mentefactura, sino la falta de estrategia. Si México, si Chihuahua, si Juárez quieren avanzar, es claro que necesitamos hacer cosas diferentes.
Pero no basta repetir la palabra “mentefactura” en discursos.
La única forma en que esto funcione es:
Si no se cumple todo eso, la mentefactura seguirá siendo lo que es hoy: una palabra bonita para conferencias… que no resuelve ni un problema real en la frontera.



