Hace poco más de una década, las candidaturas independientes irrumpieron en el sistema político mexicano como un suspiro de esperanza en medio del aire viciado de los partidos tradicionales. Se presentaron como una válvula de escape para canalizar liderazgos ciudadanos y como un puente legítimo entre el descontento social y la participación política real. Sin embargo, hoy, de cara al proceso electoral de 2027, la gran pregunta es: ¿vale la pena rescatar esta figura o debemos declararla extinta?
Las cifras, los escándalos y la realidad actual son crudos. Gobiernos estatales encabezados por independientes terminaron con procesos penales abiertos, denuncias por corrupción o simples cambios de camiseta política hacia las filas de MORENA, evidenciando que no siempre venían a cambiar el sistema… sino a servirse de él. En muchos casos, las candidaturas independientes fueron utilizadas como vehículo de acceso al poder, no como plataforma ética de transformación. Y así, la figura quedó desprestigiada.
Pero sería un error profundo condenar a la figura por los actos de quienes la mal usaron. No fue la herramienta, fue el operario. No fue el método, fue la falta de convicción ética. La candidatura independiente no falló por diseño, sino por quienes decidieron traicionar su espíritu.
Hoy, la política mexicana vive una etapa de parálisis creativa. Los partidos tradicionales están saturados, capturados por élites internas y alejados de las verdaderas causas ciudadanas. La sociedad observa, decepcionada, una danza de nombres reciclados, propuestas vacías y candidaturas más ligadas a intereses cupulares que al bien común. En ese contexto, ¿por qué no abrir nuevamente la puerta a los liderazgos independientes?
Sí, es cierto: el sistema está hecho para asfixiar al independiente. Las reglas son desiguales, los recursos escasos, la burocracia implacable. Pero también es cierto que en tiempos de crisis de representatividad, es precisamente cuando figuras ciudadanas con trayectoria, autoridad moral y auténtico compromiso pueden encontrar terreno fértil. La ciudadanía está harta de simulaciones. Hoy más que nunca, hay espacio para proyectos honestos, disruptivos y capaces de hablarle a la gente sin guión partidista.
La ruta no es fácil, pero es posible. Rescatar las candidaturas independientes requiere de un nuevo enfoque: menos “mesías” y más equipos. Menos promesas y más proyectos. Menos improvisación y más estrategia. Requiere liderazgo real, trabajo territorial y coherencia ética. Y, sobre todo, requiere una sociedad civil dispuesta a respaldar y acompañar esas alternativas.
El 2027 será un parteaguas. O rescatamos esta figura para que sirva a los ciudadanos… o aceptamos que ha sido secuestrada irremediablemente y enterramos una de las pocas ventanas que el sistema abrió a la participación fuera de los partidos.
No es una decisión menor. Es una definición de futuro.
Federico Solano
Licenciado en Derecho, activista y analista político con amplia experiencia en el ámbito social y legislativo. Ha sido candidato a diputado en dos ocasiones, comisionado de Escuelas y Colegios Privados en CANACINTRA, y preside la fundación Saber para Crecer. También es empresario, con fuerte vocación por la transformación cívica desde la participación ciudadana y la construcción de comunidad.
