La administración de Claudia Sheinbaum Pardo, con Marcelo Ebrard al frente de la Secretaría de Economía, ha anunciado con bombo y platillo el relanzamiento del programa “Hecho en México”. Sin embargo, esta iniciativa, lejos de ser una propuesta innovadora, se perfila como otra de las “ocurrencias” de la Cuarta Transformación, condenada al fracaso por la ineficiente política exterior y el desmantelamiento de la infraestructura comercial que en el pasado le dio sentido y éxito.
Un Sello con Historia, una Estrategia Desmantelada
El distintivo “Hecho en México” no es nuevo; su origen se remonta a 1978, impulsado por el gobierno de Luis Echeverría Álvarez con la campaña “Lo hecho en México está bien hecho”. El icónico logotipo, diseñado por Omar Arroyo Arriaga, con la cabeza de un águila y la leyenda “Hecho en México”, ha sido un símbolo de identidad nacional y calidad de los productos mexicanos. A lo largo de las décadas, diversas administraciones lo han retomado, con ligeras modificaciones, buscando fomentar el consumo local y la proyección internacional.
No obstante, lo que la actual administración parece ignorar es que el éxito de campañas pasadas no residía únicamente en el logotipo o el eslogan. Existía una robusta infraestructura administrativa y comercial, con representaciones en el mundo dedicadas a la promoción y defensa de los productos mexicanos a nivel internacional. Esta estructura fue sistemáticamente desmantelada durante el sexenio anterior, bajo el pretexto de la “austeridad republicana”.
La Política Exterior de la 4T: Una Visión Cortoplacista y Reactiva
Especialistas en relaciones internacionales han señalado consistentemente que la política exterior de la Cuarta Transformación carece de una visión estratégica a mediano y largo plazo, siendo predominantemente reactiva y sin la prioridad presidencial necesaria. Esta falta de dirección ha resultado en una pérdida de profesionalismo, recursos y proyección global para México.
Uno de los golpes más duros a la capacidad de promoción comercial del país fue la cancelación, en 2019, de seis de las ocho oficinas comerciales de México en el extranjero, incluyendo mercados clave como China, Japón, Canadá, Uruguay, Francia y Bélgica. Expertos advirtieron en su momento que esta decisión llevaría a una pérdida de oportunidades, aislamiento comercial y una menor capacidad para defender los intereses comerciales de México a nivel global. La dependencia casi exclusiva de la relación con Estados Unidos, en lugar de una diversificación estratégica, ha marcado la pauta.
El “Nuevo” Plan: ¿Más de lo Mismo?
Ahora, con Claudia Sheinbaum en la presidencia y Marcelo Ebrard en Economía, se busca “retomar” el sello “Hecho en México” en el marco del “Plan México 2024-2030”, con el objetivo de impulsar el desarrollo económico [1]. Sin embargo, la pregunta es: ¿cómo pretenden lograr una proyección internacional efectiva sin la infraestructura que la sustentaba? ¿Cómo se defenderán los productos mexicanos en mercados globales sin una representación comercial sólida?
La insistencia en una idea “vieja” sin restaurar las bases que la hicieron funcionar en su momento, y en un contexto de una política exterior debilitada y un enfoque nacionalista económico que ha demostrado sus limitaciones, solo puede conducir a un resultado predecible: un fracaso. La “ineficiente política exterior mexicana y la representación comercial de México en el mundo” son el talón de Aquiles de esta propuesta.
El “Hecho en México” bajo la 4T parece ser más un intento de capitalizar la nostalgia y el orgullo nacional con fines políticos internos, que una estrategia económica sólida y bien fundamentada para el siglo XXI. Lamentablemente, como muchas de las “ocurrencias” de este gobierno, la realidad de una infraestructura desmantelada y una visión miope en el ámbito internacional, augura un destino poco prometedor para esta iniciativa.
Veremos qué otra “ocurrencia” nos depara el futuro y hacia dónde nos llevará esta dirección.

Federico Solano
Licenciado en Derecho, activista y analista político con amplia experiencia en el ámbito social y legislativo. Ha sido candidato a diputado en dos ocasiones, comisionado de Escuelas y Colegios Privados en CANACINTRA, y preside la fundación Saber para Crecer. También es empresario, con fuerte vocación por la transformación cívica desde la participación ciudadana y la construcción de comunidad.


