Este fin de semana, Ciudad Juárez vivió lluvias extraordinarias para la temporada. Según Protección Civil Municipal, en menos de 48 horas se acumularon entre 40 mm y más de 100 mm en distintos sectores, un volumen de agua que nuestro suelo árido no absorbe fácilmente.
Colonias como Plutarco Elías Calles, Revolución Mexicana, Durango, Salvárcar y partes de Zaragoza fueron de las más afectadas, con calles convertidas en ríos, casas cayéndose a pedazos y familias perdiéndolo casi todo. El reporte preliminar habla de más de 300 viviendas dañadas, muchas con pérdida total de muebles y documentos.
Bomberos y Protección Civil realizaron más de 50 rescates entre vehículos atrapados, viviendas inundadas y corrientes de arroyos. Al menos dos menores fueron arrastrados por la corriente, aunque afortunadamente rescatados con vida. No se pudo evitar, sin embargo, la muerte de un hombre de 65 años, cuya vivienda colapsó parcialmente al inundarse en la colonia Fronteriza.
La SEDENA activó el Plan DN-III-E, desplegando cuadrillas para apoyar en rescates y limpieza. El Municipio declaró la emergencia local para gestionar apoyos estatales y federales, mientras brigadas se dedicaron a destapar alcantarillas y retirar toneladas de lodo y basura.
Pero más allá de las cifras está la experiencia de las familias. Porque no es la primera vez. Y, lo más preocupante: si no hacemos nada distinto, no será la última.
Me acuerdo de hace algunos años, de las últimas veces que el Río Bravo estuvo a punto de desbordarse por lluvias tan intensas como estas. Yo andaba por la orilla del río, a la altura de la tratadora de agua Conejos Médanos, viendo cómo el caudal crecía y se revolvía con esa fuerza que imponía respeto.
Ahí fue donde platiqué con Don “Vale” Fuentes, que tenía 100 años. Un hombre con la voz pausada pero firme, de esas que transmiten experiencia sin necesidad de adornos.
Mira, fíjate bien en esto porque solo lo he visto dos veces en mi vida… y esta es la segunda.
Esa frase se me quedó grabada.
Hoy que tengo 35 años, me doy cuenta de que yo mismo ya he visto escenas así tres veces. Y siempre es donde mismo. Las mismas colonias, las mismas familias, los mismos miedos.
Cuando alguien que ha vivido un siglo te advierte que esto no era tan común, entiendes que no deberíamos aceptarlo como destino. No debería ser costumbre que nuestras calles se conviertan en ríos y nuestras casas se caigan a pedazos cada vez que llueve.
Porque detrás de cada número en el reporte hay recuerdos, muebles arruinados, libretas escolares mojadas, papeles importantes flotando en agua sucia. Hay familias que se sientan a pensar por dónde volver a empezar, sabiendo que la próxima tormenta puede volver a borrarles todo.
Y aquí estamos otra vez, con el agua reclamando su camino y nosotros actuando sorprendidos. Como si vivir en el desierto nos hiciera inmunes a las lluvias, o como si el cielo necesitara pedir permiso antes de soltar el aguacero.
Parece broma que cada año haya quien declare con solemnidad: “Esto nos tomó por sorpresa”. Y uno se pregunta si no deberían decir más bien que “esto nos tomó sin drenaje”. Porque la verdadera sorpresa sería que no hubiera casas cayéndose a pedazos en las mismas colonias de siempre.
Es difícil no notar cómo estas tragedias suelen ser vistas como oportunidades políticas. Temporada alta de fotos con botas relucientes y promesas de infraestructura que suenan muy bien… hasta que sale el sol y se les olvida. Declarar la emergencia es fácil. Lo complicado es mantener los arroyos limpios, planificar de verdad y construir los canales y el drenaje que se prometen cada administración.
Pero también hay que decirlo con todas sus letras: el equipo de Protección Civil se la jugó. Desde su director hasta el último rescatista estuvieron al pie del cañón sin buscar reflectores. Coordinando rescates, trabajando con bomberos y el Ejército, avisando, previniendo y sacando a familias de la corriente. Se notó que se pusieron la camiseta de verdad, porque saben que de eso depende la vida de muchos.
Y ahí está la diferencia: una cosa es aprovechar la tragedia para la campaña, y otra muy distinta es entrarle de verdad, aunque el agua te llegue al cuello.
Y ahora sí podemos decirlo: en Juárez llueve y se inunda, hace sol y ardemos, nieva y nos congelamos, y los vientos son de verdad. Y ahora hasta temblores tenemos.
Lo más loco de todo es que esto puede pasar en solo 24 horas. ¡Jajaja! Así somos, así es Juárez. Y por eso mismo, merecemos que se tomen en serio las soluciones, no solo las fotos.

Daniel Alberto Álvarez Calderón
Político y abogado chihuahuense con experiencia legislativa y empresarial. Exsubdelegado de PROFECO, ex dirigente del PVEM en Ciudad Juárez y cofundador de Capital and Legal. Consejero en el sector industrial y financiero, promueve desarrollo sostenible e inclusión social.


