En política, hay verdades que incomodan tanto, que los gobiernos prefieren esconderlas. Desde el inicio del sexenio, el ex presidente López Obrador aseguró que el problema del huachicol estaba resuelto. Lo declaró sin matices, sin espacio para la duda, como parte de su narrativa triunfalista. Sin embargo, la realidad que no se somete al discurso ha terminado por imponerse.
Ahora, a unos meses del cierre de su administración, emerge una figura que rompe el silencio institucional: Omar García Harfuch, quien desde la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana comienza a poner en evidencia que el robo de combustible nunca desapareció. Por el contrario, se mantuvo, se transformó, y siguió operando bajo las sombras, en muchos casos con la complicidad o negligencia del propio aparato estatal.
No se trata solo de decomisos recientes. Lo que está saliendo a la luz es una estructura criminal activa que contradice la versión oficial que el ex presidente vendió al país durante años. La estrategia del “ya lo resolvimos” fue más política que operativa. Hubo cierres de ductos, sí. Hubo escasez de gasolina, también. Pero no hubo un combate real, sostenido, ni mucho menos una limpieza profunda dentro de las instituciones responsables. Mientras tanto, el huachicol seguía siendo un negocio rentable, peligroso y cada vez más sofisticado.
Y aquí es donde el papel de Harfuch cobra relevancia. No por protagonismo, sino por eficacia. Porque mientras otros vociferaban logros inexistentes, él ha comenzado a hacer lo que debió hacerse desde el primer día: actuar con inteligencia, estrategia y resultados. Su trayectoria no necesita adornos: ha enfrentado a los grupos criminales con firmeza, ha sobrevivido atentados y ha demostrado que la seguridad no se construye con aplausos, sino con decisiones firmes.
Además, no pasa desapercibido que Claudia Sheinbaum, presidenta, lo respalde y le dé margen de acción. Esta semana lo dijo con claridad: “Se llegará hasta el fondo, y caerá quien tenga que caer”. Esa declaración abre una puerta interesante. Porque si es cierto que habrá consecuencias, entonces el gobierno actual está dispuesto al menos en el discurso a romper con la simulación que caracterizó al obradorismo en este tema.
No obstante, también es un reto: ¿permitirá el sistema que se toque a los verdaderos responsables? ¿Habrá voluntad política para ir más allá del escándalo y llegar a las redes de corrupción que protegieron el negocio del huachicol durante todo el sexenio?
Aplaudir a Harfuch no es rendirse al oficialismo. Es reconocer que hay servidores públicos que, incluso dentro de un sistema desgastado, deciden hacer lo correcto. Pero también es exigir verdad. Porque no se puede construir una nueva etapa para México sobre las mentiras del pasado reciente.
Y si de verdad se va hasta el fondo, más de uno en Palacio Nacional debería preocuparse.

Mayra Machuca
Abogada, Activista, Columnista, Podcaster.
Especializada en análisis y asesoría jurídica, cuenta con experiencia administrativa y jurídica con habilidades destacadas en la resolución de problemas y coordinación de tareas. Experta toma de decisiones estratégicas. Activa en Toastmasters y Renace y Vive Mujer.


