Algo grave nos está pasando, estamos viviendo una etapa en la que la ética dejó de ser la base de nuestras decisiones. Cada vez con más frecuencia vemos cómo se privilegia la ganancia inmediata sobre la dignidad, el respeto y el bien común y lo más preocupante es que lo estamos normalizando, como si fuera parte de hacer negocios.
La ética empresarial, esa brújula que debería orientarnos hacia la responsabilidad, la transparencia y la justicia, se han ido quedando como anuncios bonitos en la entrada de nuestros negocios, sin que nadie los tome en cuenta; parecen copy paste sacados del internet. Hoy lo que vemos, con crudeza, es que muchos negocios se manejan con la lógica del “todo se vale”, sin importar el costo humano o social.
El caso del crematorio clandestino en Ciudad Juárez es una muestra brutal de lo que sucede cuando se abandona la ética: se pisoteó el dolor de las familias y la dignidad humana en nombre del dinero.
Y la falta de esta no solo es en los grandes escándalos, también en lo cotidiano;
por ejemplo, en el tema de las cotizaciones en una ciudad que depende de la maquila, donde, en lugar de unirnos para fortalecernos y dar precios competitivos como bloque, terminamos compitiendo entre nosotros sin estrategia, bajando tarifas a niveles insostenibles y debilitando el valor colectivo que podríamos generar, ahí también hay una traición a la ética: porque nos volvemos enemigos cuando deberíamos ser aliados.
Pero también algo preocupante, es ver cómo esta pérdida de principios ha alcanzado a las organizaciones empresariales, que deberían ser ejemplo de integridad y propuesta. Cada vez más, se han convertido en escenarios de intereses personales, políticos o de grupo, y no en los espacios de defensa y fortalecimiento que nuestra comunidad necesita.
Liderazgos que antes inspiraban confianza hoy se desgastan en luchas de poder o en cálculos de conveniencia. Y cuando estas organizaciones renuncian a la ética, se vacían de sentido.
Algo que yo preguntaría para la reflexión es: ¿en qué momento aceptamos que la ética fuera opcional? ¿Cuándo decidimos que estaba bien cerrar los ojos frente a lo que sabemos que está mal con tal de no perder un contrato, un cliente o una posición de poder?
Estamos perdiendo los valores, los objetivos y los principios que nos dieron identidad como comunidad empresarial. Estamos olvidando que ser empresario no es solo abrir negocios o generar empleos, sino también ser referente de confianza, ejemplo de integridad y motor de cambio en nuestra ciudad.
Si seguimos por este camino, la rentabilidad que hoy parece éxito se convertirá mañana en una crisis de confianza y de reputación que nadie podrá detener; un claro ejemplo de esto, es que cuando le preguntamos a la ciudadanía el nivel de confianza que se le tiene a los diferentes actores de la comunidad el sector empresarial sale con baja aceptación.
Juárez necesita recuperar su brújula para que estos casos como el del crematorio clandestino, no vuelva a pasar. Para eso necesitamos empresarios que recuerden que el verdadero éxito se mide en el impacto positivo que dejamos, no en la suma de nuestras cuentas bancarias, necesitamos líderes que vuelvan a poner la ética en el centro, aunque eso implique decisiones más difíciles o menos rentables a corto plazo.
Hoy más que nunca urge sacudirnos la indiferencia, urge volver a los principios y objetivos comunes que nos dan fuerza; porque si la ética desaparece de nuestras empresas, de nuestros acuerdos y de nuestras organizaciones, lo que perdemos no es solo credibilidad: perdemos el futuro de nuestra ciudad.
Por último. La pregunta ya no son los márgenes de ganancia, la pregunta es: ¿queremos seguir siendo cómplices de una economía sin ética, o vamos a recuperar el rumbo antes de que sea demasiado tarde?



