En política, el silencio nunca es inocente. Puede ser cálculo, puede ser miedo, puede ser simple incapacidad para sostener una postura coherente. Pero cuando se vuelve costumbre, cuando se repite como un estribillo cada vez que surge un nombre incómodo, entonces deja de ser un gesto aislado y se convierte en una estrategia. Eso es exactamente lo que está ocurriendo con la presidenta con A y su ya célebre respuesta automática: “sin comentarios” cada vez que alguien menciona a María Corina Machado, especialmente tras el reconocimiento internacional que ha recibido.
Lo interesante no es solo la evasión, sino lo que revela. La presidenta con A ha construido buena parte de su narrativa pública sobre la idea de ser un referente para las mujeres: la primera, la pionera, la que abre camino, la que inspira. Un discurso que, en teoría, debería incluir la capacidad de reconocer a otras mujeres que también destacan, incluso si lo hacen desde trincheras políticas distintas. Pero ahí es donde el relato se quiebra; cuando el mérito viene de una figura que no encaja en su mapa ideológico, la presidenta con A opta por la invisibilización, no la nombra, no la reconoce, no la comenta. Simplemente la borra.
Y esa omisión no es menor, en un país donde la política suele reducir a las mujeres a cuotas, símbolos o decorado, la posibilidad de reconocer logros femeninos más allá de las fronteras ideológicas sería un gesto de madurez democrática. Pero no, la presidenta con A prefiere la comodidad del silencio. Un silencio que, paradójicamente, hace más ruido que cualquier declaración.
Porque no se trata solo de María Corina Machado, se trata del mensaje que envía: el liderazgo femenino es válido… siempre y cuando no desafíe al poder establecido. La sororidad es bienvenida… siempre y cuando no implique reconocer a una mujer que incomoda. El mérito es celebrable… siempre y cuando no obligue a admitir que hay otras voces, otras trayectorias y otros liderazgos que también importan.
Parece olvidar que el reconocimiento no debilita; fortalece, que la pluralidad no resta; suma, que la democracia no se construye con silencios estratégicos, sino con la capacidad de dialogar incluso con quienes representan proyectos distintos. Pero claro, eso implicaría asumir riesgos, abrir conversaciones, aceptar que no se tiene el monopolio del liderazgo femenino. Y ahí es donde la estrategia del “sin comentarios” se vuelve más cómoda.
El problema es que esa comodidad tiene un costo, cada evasión erosiona credibilidad y cada silencio alimenta la percepción de que la presidenta con A no lidera desde la convicción, sino desde el cálculo, no habla por prudencia, sino por conveniencia, no reconoce a María Corina Machado no porque no tenga opinión, sino porque tenerla la obligaría a posicionarse en un terreno donde no controla el relato.
Mientras tanto, la ciudadanía toma nota, la gente identifica patrones, registra omisiones, se interpreta silencios y cada vez que esquiva el tema, refuerza la idea de que no está dispuesta a reconocer a una mujer que representa una narrativa distinta, un liderazgo alternativo, una fuerza que no puede domesticar.
El silencio, en política, también comunica y lo que comunica ella es claro: no está dispuesta a reconocer a María Corina Machado, no porque no pueda, sino porque hacerlo implicaría aceptar que hay otras mujeres con peso propio, con legitimidad, con impacto internacional. Prefiere ignorarla, como si la ausencia de palabras pudiera borrar la existencia de hechos.
Pero la realidad es terca, Maria Corina Machado está ahí, su reconocimiento internacional está ahí, el impacto político está ahí y el silencio de la presidenta no hace más que subrayarlo. Porque cuando una figura pública evita pronunciar un nombre, ese nombre se vuelve más presente, cuando evita reconocer un logro, ese logro se vuelve más evidente y cuando intenta borrar, termina resaltando.
Al final, la pregunta no es por qué la presidenta con A no comenta. La pregunta es qué teme que revele su comentario y esa respuesta, aunque no la diga en voz alta, ya se escucha en cada evasión.

Aldonza González Amador
Criminóloga y Empresaria Juarense
Actualmente Presidenta del Organismo Nacional de Mujeres Priistas en el Estado de Chihuahua (ONMPRI) y Estudiante de Administración de Empresas en la Universidad de la Rioja España.
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