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    diciembre 2, 2025 | 4:33

    El rugido polarizado de la generación Z

    Publicado el

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    Este 15 de noviembre de 2025, México volverá a llenar sus calles de inconformidad, pero esta vez con un nuevo rostro: la Generación Z (jóvenes de 18-28 años) que, a través de TikTok, X, Instagram y Facebook, sin tener un liderazgo visible que sea fácil de decapitar, convocan a esta protesta que busca lo más básico: Vivir sin miedo: es un grito contra la violencia que nos asfixia.Más de 40 ciudades de la República y hasta mexicanos en el extranjero se están sumando, el detonante principal: el asesinato de Carlos Manzo, exalcalde de Uruapan (Michoacán), el llamado “Bukele mexicano” que osó desafiar al crimen con mano dura.

    Su símbolo no es un partido, ni una bandera, ni un rostro político: es un sombrero de paja, el de Luffy, el protagonista del anime One Piece, que representa la rebelión pacífica frente al poder, la marcha exige visibilizar homicidios, extorsiones, corrupción y feminicidios, exigiendo poner fin a la “impunidad” y la falta de responsabilidad de los gobernantes.

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    Pero claro, en este país polarizado hasta la médula, ni la paz escapa del pleito político. La presidenta Claudia Sheinbaum, en lugar de ver en estos jóvenes una expresión legítima de hartazgo, los acusó de ser “una hipocresía opositora”, repitiendo el guion de que todo lo que no provenga del oficialismo es parte de una conspiración. Lo más grave no fue la descalificación, sino su advertencia: “Se pueden juntar y manifestar, pero se va a investigar a los que convocan.”

    ¿En qué momento protestar pacíficamente se volvió sospechoso? ¿Desde cuándo la exigencia de justicia es un delito? Esa frase, tan ligera como peligrosa, pone en evidencia el autoritarismo suave que crece disfrazado de preocupación por la seguridad.

    La marcha nace de la rabia pura de Gen Z, que en redes acumula 1.2 millones de interacciones con hashtags como #MarchaPorLaPaz, defendiendo la memoria por Manzo y un México sin miedo. En X, el 60% de menciones (hasta el 12 de noviembre) critican al gobierno, pero el 40% la aplaude como “grito de Gen Z”.

    La marcha no es de los “chavos fifís”, como la quieren pintar desde Palacio Nacional. Es abierta, plural y simbólicamente poderosa. A los jóvenes se les unirán las “batas blancas”, médicos y enfermeras que exigen insumos, medicamentos y respeto a su trabajo; y también el campo mexicano, cansado de cuotas, de abandono y de promesas vacías. Es decir, no es una marcha de TikTok o X, es una marcha de un país que ya no aguanta más.

    Porque si sólo dejamos que los jóvenes levanten la voz, ¿qué hacemos con las madres que buscan a sus hijos desaparecidos, los padres de niños con cáncer, los adultos mayores sin medicinas, los trabajadores del sector salud sin equipo, los campesinos que siembran hambre y cosechan olvido? ¿Acaso todos ellos también serán llamados bots, como ironizó la presidenta, o mejor aún los metemos en la generación Boomer minimizando sus derechos?

    El gobierno ha intentado vestir esta marcha con el traje de la conspiración opositora, pero los datos son claros: en redes sociales, el 60% de las menciones critican al gobierno, sí, pero el 40% restante apoya la movilización como un “grito de la Gen Z”, no como un acto partidista. Más de 1.2 millones de interacciones en plataformas como X y TikTok demuestran que algo está ocurriendo. Que los jóvenes no sólo están mirando, estan empezando a actuar.

    Y eso —aunque algunos no lo entiendan— es lo que verdaderamente asusta al poder.
    Porque cuando los jóvenes se hartan, las revoluciones se escriben. No hay muralla metálica ni discurso presidencial que detenga la fuerza de una generación que no vivió las crisis del PRI en el pasado, pero que ha crecido entre abrazos que no alcanzan y balazos que no cesan.

    La marcha del 15 de noviembre es mucho más que un acto simbólico: es un parteaguas. No importa si son diez, mil, 10 mil o 100 mil, – ¡ah, porque también les encanta criticar desde un sillón a los pocos o muchos que intentan hacer algo! – lo que importa es lo que representan: una ciudadanía cansada de la impunidad, del desprecio y de que se les tache de manipulados cada vez que levantan la voz.

    Y sí, habrá quienes busquen reventar la marcha, politizarla o desacreditarla, pero lo cierto es que cuando jóvenes, campesinos, médicos y madres de víctimas caminan juntos, el país tiembla. No por miedo, sino por esperanza. Cuando los jóvenes despiertan, no hay gobierno que los vuelva a dormir.

    Y si a esa juventud se le suman los que han sufrido la indiferencia, el campo olvidado, las madres que buscan justicia y los médicos que trabajan sin insumos, entonces sí… aguas. Porque la historia enseña que las grandes y verdaderas transformaciones comienzan cuando las calles se llenan de quienes ya no creen en los discursos, sino en la acción.

    El 15 de noviembre no marchará una oposición, marchará un país. Y si el gobierno sigue sin escuchar, será la juventud —esa misma que hoy desprecian— la que termine escribiendo el próximo capítulo de la historia mexicana.

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    César Calandrelly

    Comunicólogo / Analista Político

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