Resulta vergonzoso que, a estas alturas de la historia política de México, los perfiles más representativos de la oposición agrupada en el PRIAN —PRI y PAN— sean Alejandro Moreno y Lily Téllez. Lejos de comportarse como legisladores responsables, han convertido al Senado y a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión en un auténtico circo, interrumpiendo debates, lanzando ofensas y descalificaciones, y haciendo de la denostación su herramienta cotidiana.
El episodio más deplorable fue la agresión física contra el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, un hecho que debería ser inadmisible en cualquier democracia que se precie de madura. Los mexicanos no nos merecemos este nivel tan bajo de representantes. La conducta de Moreno y Téllez no solo refleja una falta de respeto institucional, sino también la desesperación de una oposición que ha perdido rumbo, ideas y liderazgo frente al avance del movimiento de la Cuarta Transformación encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
Pero su extravío político no se limita al espectáculo parlamentario. Han dado un paso más allá al promover abiertamente que el gobierno de Estados Unidos intervenga en México bajo el argumento de combatir al crimen organizado. Una postura tan entreguista e irresponsable les ha valido el señalamiento de traidores a la patria, pues implica ceder soberanía nacional a intereses extranjeros y desconocer la capacidad del Estado mexicano para resolver sus propios desafíos.
La oposición, en lugar de proponer alternativas serias y viables, se ha reducido a los arrebatos mediáticos de Moreno y Téllez. Su presencia en la vida pública no dignifica al Congreso ni fortalece la democracia; por el contrario, la degrada. La política mexicana merece un debate de altura, no un espectáculo vulgar y desesperado que solo confirma el naufragio de un bloque opositor sin proyecto ni visión de futuro.

Pedro Torres
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