La noche buena es una fiesta de luces, la mesa llena con la familia, niños corriendo, regalos en el árbol, comida deliciosa y risas contagiosas. Pero a todos nos toca vivir en nuestra vida una noche que no es tan buena y que casi nunca se nombra, la de quienes miramos un asiento vacío y entendemos que nada voIverá a ser igual.
Para muchas personas, esta será la primera Navidad sin alguien que amaban. No una ausencia simbólica, sino real, concreta. Un plato que no se sirve. Una voz que no interrumpe. Una risa que no se escucha. La casa sigue siendo la misma, pero el silencio es distinto. Y aunque el calendario insiste en avanzar, el corazón se queda detenido en el momento exacto de la pérdida.
Hay quienes lloramos a nuestros familiares que ya no están vivos y quienes esperan a sus desaparecidos.Ambas ausencias duelen, pero la segunda tiene una crueldad particular:no permite cerrar la herida. La Navidad llega y se sienta frente a una silla vacía que no se sabe si es despedida o promesa. éSe pone el plato o no? Se nombra o se guarda silencio? Se brinda o se espera? En muchas casas de este país, la Navidad se vive así: suspendida, frágil, rota.
Citando a un gran amigo, dice que la verdadera Navidad no ocurre una vez al año, ocurre cada vez que el alma,atravesando su noche oscura, deja nacer una luz que no es suya, pero que la habita (Alfonso Becerra). Y quizá ahí esté la clave para entender esta fecha desde otro lugar. No como celebración, sino como un acto íntimo de resistencia. Porque sentarse a la mesa cuando duele,encender una vela cuando todo parece apagado, seguir nombrando a quien falta, también es una forma de amor.
La sociedad suele apurarnos en el duelo. Nos pide “echarle ganas”, “pensar en lo bueno”, “seguir adelante”. Pero el dolor no entiende de fechas ni de frases optimistas. Hay personas que esta Navidad apenas pueden sostenerse en pie, y eso también es válido. No hay que ser fuertes todo el tiempo. A veces basta con seguir respirando.
El asiento vacío no es solo ausausencia, son recuerdos. Es una historia compartida.Es la prueba de que alguien existió, fue amado y sigue siendo importante. Quizá esta Navidad no todos tendrán una gran cena. Tal vez se trate de acompañar. De preguntar con cuidado. De respetar el silencio ajeno.De no juzgar a quien no tiene ánimo para celebrar. De entender que hay quienes celebran con lágrimas, y quienes solo sobreviven al día.
Si hoy hay un asiento vacío en tu mesa, que nadie te diga cómo vivirlo. Si decides poner una vela,poner un plato, decir su nombre o simplemente mirar ese espacio en silencio, todo está bien. El amor no desaparece con la muerte ni con la ausencia. Cambia de forma, duele distinto,pero ese espacio permanece.
Esta Navidad, más que luces, necesitamos amor y comprensión. Más que brindis, necesitamos abrazos sinceros. Y más que palabras bonitas, necesitamos humanidad. Porque mientras haya un asiento vacío, también hay una historia que merece ser recordada. Y eso, aunque duela,también es Navidad.

Ángeles Gómez
Fundadora en 2014 de Ángeles Voluntarios Jrz A.C. dedicada al desarrollo de habilidades para la vida en la niñez y juventud del sur oriente de la ciudad. Impulsora del Movimiento Afromexicano, promoviendo la visibilización y sensibilización sobre la historia y los derechos de las personas afrodescendientes en Juárez.


