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    diciembre 2, 2025 | 6:22

    Del “me vale madre” al “me vale verga”

    Publicado el

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    La erosión del lenguaje y la fractura emocional en Ciudad Juárez

    En Ciudad Juárez, las palabras también cuentan historias. Son espejos de lo que somos y heridas de lo que callamos.

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    En los últimos años, un cambio aparentemente insignificante en el habla popular refleja un fenómeno profundo; hemos pasado del “me vale madre” al “me vale verga”.

    Lo que podría parecer un simple giro coloquial, es en realidad una señal de cómo la crudeza verbal ha sustituido a la empatía, de cómo la violencia simbólica se ha naturalizado en nuestra cotidianidad fronteriza.

    En Juárez, hablar es resistir.

    La frontera nos ha enseñado a expresarnos con dureza, a “hablar fuerte” como defensa ante el entorno hostil. Pero cuando el lenguaje se vuelve agresión, la palabra deja de ser puente y se convierte en trinchera.

    El tránsito del “me vale madre” —una frase de desapego, de indiferencia contenida— al “me vale verga” —una expresión abiertamente agresiva— es una muestra de cómo el discurso social ha mutado hacia el desprecio.

    En una ciudad que aún carga con los efectos del miedo, la desigualdad y el desarraigo, esta evolución no es casual; es consecuencia.

    Violencia estructural y verbal: la frontera como espejo

    Ciudad Juárez sigue siendo una de las ciudades más desiguales y violentas del país.
    Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, solo en 2024 se registraron más de 1,200 homicidios dolosos, en lo que va del año lleva 755 y el INEGI reporta que el 63% de la población se siente insegura incluso en su colonia.

    En ese contexto, la agresividad verbal se normaliza como reflejo de la tensión social.

    El lenguaje obsceno se convierte en un código de supervivencia.

    En la calle, el “me vale verga” es una afirmación de poder; en las maquilas, una forma de desahogo; en la adolescencia, una identidad emocional.

    Como señaló la socióloga María Teresa Guerrero Olivares, del Observatorio de Violencia Social y de Género de Juárez, “la rudeza verbal no solo refleja violencia, la reproduce. Nos enseña a desconectarnos, a normalizar el maltrato como forma de comunicación”.
    Los efectos de la violencia en el lenguaje no son abstractos. El Instituto Nacional de Psiquiatría reporta que 4 de cada 10 juarenses presentan síntomas de ansiedad o depresión.

    En los jóvenes, el número es aún más alarmante: la Fundación Paso del Norte señala que más del 60% de los adolescentes en Juárez reconocen haber vivido situaciones de estrés extremo o violencia familiar.

    La psicóloga Jaqueline Flores, explica que frases como “me vale verga” son mecanismos de defensa ante el trauma colectivo: “Los jóvenes han aprendido que mostrar emociones es peligroso.

    Esta forma de hablar es una máscara. Una forma de decir: “no me duele, aunque sí me duela”.

    El problema no es la palabra en sí, sino el contexto emocional que la alimenta. La violencia verbal se convierte en un eco del entorno social; un lenguaje que nace del miedo y la desesperanza.

    En redes sociales, este fenómeno se intensifica. El “me vale verga” se ha convertido en una marca generacional.

    Se usa en memes, en videos de TikTok, en canciones y hasta en ropa urbana.
    Pero lo que parece humor, muchas veces es solo la forma disfrazada del desencanto.

    De acuerdo con un estudio del Tecnológico de Monterrey sobre juventud fronteriza y cultura digital (2023), el 78% de los jóvenes juarenses usa expresiones de desinterés o agresividad como forma de “humor defensivo”.

    Es decir, se ríen de lo que los hiere para no sentirlo; es una ironía dolorosa: el sarcasmo como anestesia emocional.

    El costo social del desprecio normalizado

    Cuando el desinterés se convierte en actitud, y la grosería en norma, la empatía se diluye.
    Las palabras, lejos de acercarnos, nos aíslan. En Ciudad Juárez, este distanciamiento se nota no solo en la forma de hablar, sino también en la convivencia.

    El Colegio de la Frontera Norte (COLEF) ha documentado que el 45% de los juarenses evita involucrarse en conflictos comunitarios “por miedo o desconfianza”.

    Es el mismo “me vale” convertido en política emocional colectiva.

    El lenguaje se vuelve síntoma de una crisis más grande: la desafección social.

    Ya no solo “nos vale” el otro, sino también el futuro. Ese desencanto se manifiesta en la política, en la educación, en la familia y hasta en los vínculos afectivos.

    Sin embargo, no todo está perdido. En Juárez también florecen esfuerzos por revertir esta erosión emocional.

    El Programa Juárez Resiliente, impulsado por la Fundación Paso del Norte y el PNUD, trabaja con jóvenes para recuperar la comunicación empática.

    El DIF Municipal y la UACJ han abierto talleres de inteligencia emocional y proyectos sobre “masculinidades no violentas” que buscan cambiar el discurso desde el aula y la comunidad.

    Como escribió la académica Gloria Ciria Valdés Gardea, del COLEF, “la frontera no solo produce mercancías, produce identidades. Y si queremos transformar la violencia, tenemos que empezar por transformar la palabra”.

    Pasar del me vale madre al me vale verga no fue solo un cambio lingüístico; fue una transición emocional.

    Un salto de la indiferencia al desprecio, del silencio a la rabia.

    En Ciudad Juárez, donde las heridas aún están frescas y las desigualdades siguen abiertas, ese cambio nos revela una verdad incómoda; hemos aprendido a protegernos hiriendo.
    Pero también hay una oportunidad. Si la palabra puede degradar, también puede sanar.

    Reaprender a hablar con respeto, con empatía, con intención de escucha, puede ser el primer paso para reconstruir no solo el lenguaje, sino el tejido humano de esta frontera.
    Porque, al final, lo que decimos… también somos.

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    Guadalupe Parada Gasson

    Economista, experta en comercio exterior, periodista y docente con amplia trayectoria en sectores público y privado. Ha dirigido medios impresos y digitales, liderado proyectos de comunicación y formación, y se ha desempeñado en ventas, publicidad y relaciones públicas. Destaca por su perfil multidisciplinario, visión estratégica y compromiso con la gestión social y educativa. Recientemente presidenta de Rotary Club Juárez Real (2023–2024).

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