Al iniciar un nuevo ciclo escolar, es común que los profesores debamos cumplir con una serie de requisitos burocráticos: planeaciones, dosificaciones y exámenes diagnósticos. Estos procesos son fundamentales para la organización académica. Posteriormente, llega el momento de preparar el aula, lo que incluye la decoración del salón, un tema que en los últimos años ha cobrado relevancia en algunos entornos educativos y sobre el cual quiero compartir mi experiencia.
Durante mi etapa como estudiante de secundaria, nunca tuve un salón decorado de manera especial. En algunas ocasiones se colocaban adornos alusivos a fechas específicas —como las fiestas patrias o navideñas—, pero, en general, la decoración no era un elemento central en el ambiente escolar.
Mi perspectiva cambió cuando ingresé al mundo laboral de la educación privada. Conversando con colegas, descubrí que en varios colegios de la ciudad es común encontrar salones decorados de forma elaborada, siguiendo modelos inspirados en la middle school de El Paso, Texas, o en la pedagogía estadounidense en general. Sin embargo, no he observado resultados claros que indiquen que esta práctica tenga un impacto real en la motivación o aprendizaje de los estudiantes.
A mi parecer, esto se debe a que la decoración suele ser temporal y se enfoca en festividades o temporadas específicas. Es decir, tiene un carácter meramente estético, sin un propósito pedagógico.
En contraste, recuerdo una ocasión en la que tuve la oportunidad de tener mi propio salón y decidí adecuarlo a los contenidos de Historia que me correspondía enseñar. Coloqué retratos de personajes históricos clave, copias de documentos trascendentales y, en una sección especial, exhibí los mejores proyectos de Historia de cada grado de secundaria.
El cambio fue evidente. Los estudiantes se mostraron más interesados y motivados. La presencia constante de elementos relacionados con la materia les recordaba que el salón no era solo un lugar para asistir a clases, sino un espacio vivo de aprendizaje.
Actualmente, el sistema educativo enfatiza la importancia de evitar cualquier forma de discriminación, lo cual comparto plenamente. Sin embargo, con base en mi experiencia, considero que también es válido reconocer y premiar el esfuerzo y la excelencia.
Quiero aclarar que jamás se trata de menospreciar a ningún estudiante. Al contrario, cuando destaqué los mejores trabajos, noté que los alumnos reconocidos ganaron confianza, autoestima y compromiso. Además, comenzaron a esforzarse más en sus proyectos, los cuales siempre solicito en formato físico, nunca digital, para fomentar la creatividad y la escritura manual.
Sorprendentemente, los estudiantes que no veían sus trabajos expuestos también reaccionaron de manera positiva: buscaron mejorar y se esforzaron más. En general, la competencia sana elevó el nivel del grupo.
Quizá algunos profesores, en un afán de corrección política, cuestionen esta práctica. Sin embargo, el crecimiento académico y personal que observé en mis alumnos fue contundente. Después de todo, el sistema educativo insiste en que debemos promover el desarrollo de competencias, y competir es parte esencial de ese proceso. El papel del docente, entonces, es brindar oportunidades equitativas y motivar a los estudiantes a sobresalir.
Con esta idea en mente, para este ciclo escolar decidí que la decoración del salón se mantendría estable durante todo el año. Junto con mi grupo tutorado, elegimos como tema central las etimologías grecolatinas, acompañadas de frases con un enfoque estoico, con el fin de que los alumnos reflexionen sobre su actitud ante la vida y trabajen en el desarrollo de su personalidad.
En determinadas temporadas añadiremos algunos adornos alusivos a las festividades, pero la base se mantendrá firme. Además, establecimos una dinámica especial: al finalizar cada trabajo, mis estudiantes deben firmarlo con una frase en latín o griego que, posteriormente, se colocará en las paredes del aula. Así, poco a poco, la decoración se construirá a partir de su propio esfuerzo y aprendizaje.
Al concluir el ciclo escolar, compartiré los resultados de este proyecto. No sé si tendrá el impacto que espero, pero estoy seguro de algo: no causará daño a mis estudiantes y, con suerte, fortalecerá su identidad y amor por el conocimiento.

Marduk Silva
Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Profesor en Preparatoria Lobos de la Universidad de Durango Campus Juárez y en la Escuela Preparatoria Luis Urias.
Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.


