En el manual no escrito del periodismo mexicano hay un capítulo que todos conocen y pocos admiten: “Publicidad disfrazada de noticia”. El famoso chayote. Porque, seamos serios, cuando la línea editorial depende del sobre manila, la verdad termina convertida en un producto más de la cadena comercial.
Y en esa lógica implacable del mercado, la información deja de ser un derecho para transformarse en mercancía premium: se vende al mejor postor. Si un político, empresario o funcionario quiere quedar como héroe, un par de ceros extra en la factura y listo: la realidad se “maquilla” con aerógrafo profesional. Y si alguien necesita ser destruido mediáticamente… bueno, también hay tarifa para eso.
Hoy, más que nunca, los medios digitales han tomado el control del espectáculo. Publicar cuesta poco… pero no publicar puede salir muy caro. Así, algunos pseudo-reporteros, armados con una página web y un celular, se creen fiscalizadores divinos mientras operan esquemas de extorsión dignos de una serie de narcos.
El resultado:
- Noticias sesgadas
- Realidades a medias
- Ciudadanos completamente incrédulos
Porque cuando la verdad tiene precio, la confianza se va a la quiebra. El consumidor final —el ciudadano— ya no sabe si lo que lee es periodismo o propaganda con Photoshop. Y en esa confusión, los culpables se frotan las manos mientras la democracia pierde valor en bolsa.
Lo peor es que este fenómeno no es exclusivo de una ciudad ni de un portal particular. Es un cáncer que ha contaminado redacciones, cabinas de radio, foros de televisión y, por supuesto, redes sociales. Quien paga, manda. Quien no paga… no existe.
Si la prensa se convierte en negocio privado de unos cuantos, la opinión pública se convierte en víctima corporativa de todos.
Gracias por leer. Manténgase crítico. Manténgase despierto. Que la próxima vez que vea una “bomba periodística”, antes de alarmarse, verifique si no trae pegado un logotipo… de patrocinador.

Federico Solano
Licenciado en Derecho, activista y analista político con amplia experiencia en el ámbito social y legislativo. Ha sido candidato a diputado en dos ocasiones, comisionado de Escuelas y Colegios Privados en CANACINTRA, y preside la fundación Saber para Crecer. También es empresario, con fuerte vocación por la transformación cívica desde la participación ciudadana y la construcción de comunidad.


