Llegó el 2020, y con el año, las expectativas más adversas que hayamos podido tener en la vida.
Perdonen ustedes que no sea tan optimista y sensiblón para recibir el año como todos vosotros, y tratar de maquillar la realidad con fingidos deseos que no habrán de cumplirse porque partimos de un supuesto originalmente falso.
Habrán de disculpar, pero siempre he sido demasiado realista, aunque algunos parientes y amigos me tilden de pesimista irredento y hasta tremendista.
Hace poco más de cuarenta años que comencé a escribir, y en los albores de mi creatividad, describía horrores urbanos inconcebibles.
En un taller de creación literaria que conducía allá por principios de los 70, el fallecido David Ojeda, del cual éramos condiscípulos, Norberto de la Torre, Nuria Armengol, Miguel Ángel Aguilar y su hermano, Lázaro, el poeta irreverente, entre otros; fui señalado como catastrofista por mis textos, que hasta ese momento, eran increíblemente sangrientos.
A finales de los 70, describía en mis textos-ficción, una guerra urbana, con su caudal de balaceados, mutilados, decapitados e incinerados. El hambre en la población, y entre los personajes de mi cosmos, «hasta entonces irreal», un gran deseo de morir, para ya dejar el sufrimiento de estos horrores.
Treinta años más tarde esa premonición siniestra, cobró vida, y el escenario sangriento hubo de darse primero en Ciudad Juárez, para luego, extenderse a lo largo y ancho del país; hoy es un referente obligado, para explicar la inclusión del narco poder en la vida social de nuestra nación.
Comenzamos el 2020, en la zozobra, bajo un mar de incertidumbres y dificultades que bajo mi óptica, no tienen una solución inmediata. Bueno, ni siquiera a mediano plazo.
Por el contrario, los problemas se van haciendo cada vez más y más graves.
Veamos.
Los tres grandes flagelos de la humanidad, ¡son como diez! (diría Peñanieto), pero si pudiésemos comprimir los males, y conjugar las variables que se desprenden de cada uno de ellos sintetizaríamos en estos tres: las crisis económica, ecológica y la corrupción.
Los los intereses creados, léase la plutocracia, generan factores económicos inflacionarios y con ello, pérdida de la capacidad adquisitiva, pobreza y marginación.
La economía mundial se remueve en intereses sobre el petróleo y el agua. Pero crece también en otros desarrollos energéticos como el litio y dejando parcialmente a un lado el llamado “oro negro”.
La corrupción ha golpeado al 70% de la población del mundo, no sólo a México, la gente sin trabajo, y agobiados por el hambre y la miseria, buscan en la migración, delincuencia, drogas y tráficos ilegales de armas y de personas una manera de superar su pobreza.
Esto crea una avalancha de inmigrantes ilegales que buscan mejores horizontes, huyendo de sus países, sumidos en la miseria, violencia y una explotación despiadada por la oligarquía mundial.
Por si no fuera suficiente, aparece el fenómeno del cambio climático, que contribuye a empeorar la situación.
Se ha generado tanta contaminación en el mundo que la capa de ozono es más delgada que una Crêpe Suzette, pero sin licor, porque está a punto de flamearse bajo los rayos del sol.
Esto ha originado un desajuste en todo el ecosistema que descompensa el cauce natural de las cosas, como aumento de la temperatura del planeta, el deshielo de los polos, sequías e inundaciones, contaminación del aire por la polución de los vehículos, y una agua cada vez más escasa y contaminada, cargada de mercurio y toxinas. Todo ello está causando un serio detrimento a la salud en la población, originando pérdidas de cosechas que generan escasez y por ende hambruna.
Y para darle el cerrojazo, vivimos tiempos donde la mentira y el engaño son los antivalores que han devorado a los valores que tuvimos generaciones atrás.
Esto nos produce una sociedad cada vez más insegura, en donde la vida carece de sentido.
Los valores familiares perdieron vigencia. La desintegración familiar es lo de hoy. La violencia intrafamiliar, la paternidad irresponsable, la ligereza femenina; y en general la concupiscencia, nos trajeron a un mundo en decadencia, ¡De perdición!, Diría fray Molinex.
Construir el futuro sobre una cultura donde la fortaleza social se encuentra en la capacidad de fuego y el desenfreno sexual, es todo un reto.
Difícil, ¿verdad?
A qué le apostamos, ¿a que terminamos por destruirnos? O a que salimos del hoyo. ¿Tendremos conductores políticos sensibles a nuestros males?
Voy por mis palomitas.

Raúl Ruiz
Abogado. Analista Político. Amante de las letras.
CARTAPACIO, su sello distintivo, es un concepto de comunicación que nace en 1986 en televisión hasta expanderse a formatos como revista, programa de radio y redes sociales.
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