Chile volvió a mirar a la derecha. En la elección presidencial del pasado 14 de diciembre, el candidato conservador José Antonio Kast obtuvo cerca del 58.2 % de los votos, frente al 41.8 % de la candidata de izquierda Jeannette Jara, en una segunda vuelta que marcó un giro político relevante para ese país.
No se trata únicamente de una elección. Se trata de un síntoma.
La decisión ciudadana expresa un malestar que va más allá de una preferencia ideológica momentánea. Es una señal que aparece una y otra vez en la historia política: cuando los proyectos dejan de estar conectados con la vida cotidiana de las personas, pierden su capacidad de representar esperanza y comienzan a percibirse como estructuras que administran expectativas, pero no las cumplen.
Durante décadas, la izquierda fue en muchos países la respuesta a la desigualdad, a la exclusión y a un Estado que no alcanzaba a todos. Fue una fuerza que articuló causas sociales legítimas y que movilizó a millones. Sin embargo, en varios casos, ese proyecto empezó a transformarse desde dentro. No perdió sus banderas, pero sí fue cambiando la forma de sostenerlas: más discurso, más institucionalidad, menos cercanía con el ciudadano común.Chile representa un punto de inflexión. Un país que en 2019 protagonizó protestas masivas exigiendo educación, salud y dignidad, terminó eligiendo a un presidente conservador con un amplio respaldo ciudadano. Su triunfo no puede leerse como un rechazo a la justicia social, sino como una expresión de frustración frente a la distancia entre lo prometido y lo vivido. Cuando las soluciones no llegan, la ciudadanía busca alternativas.
Y no es un fenómeno aislado en Argentina, el desgaste económico, la inflación persistente y el desencanto con gobiernos progresistas abrieron espacio a una opción radicalmente distinta, más que una adhesión ideológica, fue un voto de hartazgo. En Ecuador, la inseguridad y la fragilidad institucional llevaron a priorizar el orden por encima de los proyectos tradicionales. En Uruguay, la alternancia política respondió a una demanda de renovación, sin rupturas dramáticas, pero con un mensaje claro.
Lo que estos casos comparten no es una conversión masiva hacia la derecha, sino un desgaste en la relación entre quienes gobiernan y las expectativas sociales. Cuando los gobiernos que se asumen como representantes de causas populares se vuelven demasiado defensivos, cuando la crítica interna se interpreta como amenaza y no como oportunidad, la distancia se vuelve evidente. La historia política muestra que ningún proyecto se agota de golpe, se desgasta poco a poco no por una sola decisión, sino por la acumulación de silencios, justificaciones y falta de escucha.
Cada vez que un movimiento deja de dialogar y empieza a explicarse demasiado, la ciudadanía responde buscando contrapesos, no por traición a sus ideales, sino por necesidad de equilibrio.
Esta reflexión no es un juicio moral ni una condena de las causas históricas de la izquierda, al contrario es un recordatorio de que los ideales de justicia, igualdad y dignidad no desaparecen; se debilitan cuando quienes los encarnan pierden contacto con la realidad de las personas a las que dicen representar.
Más que hablar de derrotas o victorias ideológicas, conviene hablar de memoria política.
La política que no aprende de su propia historia repite patrones que ya conocemos: proyectos que nacen con enorme legitimidad social y que, con el tiempo, se desconectan de quienes les dieron origen.
No estamos frente al fin de una idea, sino frente a una lección que la historia insiste en repetir: ningún proyecto se sostiene sólo con legitimidad de origen, se renueva todos los días, con resultados, con humildad y con escucha. Cuando eso se olvida, la historia —siempre paciente— se encarga de recordarlo.

Karina Villegas
Activista social, licenciada en Administración de Empresas por el ITCJ y emprendedora con enfoque humano. Cree firmemente en que la participación ciudadana transforma realidades. Desde cada espacio que ocupa, impulsa causas que fortalecen la voz colectiva y la construcción de comunidad con visión solidaria y acción constante.


