En medio de un escenario nacional e internacional que se percibe sensible en temas económicos, políticos y sociales, me parece clave reconocer lo que la actual administración representa: un intento real de transformar ese México de viejas inercias, privilegios y desigualdades en uno más justo, con oportunidades y voz para los de abajo. El gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum, representa no sólo una promesa, sino un esfuerzo tangible por cambiar estructuras que venían perpetuando abandono, corrupción e impunidad y de eso no debemos olvidarnos.
Mexico no es facil de gobernar, no con un vecino como el nuestro y con las desigualdades tan marcadas que historicamente nos han condenado. Otros de los desafíos más urgentes que enfrenta nuestro país es recuperar la institucionalidad, combatir la corrupción y reconstruir la credibilidad de las autoridades. Para ello, la 4T ha impulsado transformaciones profundas: reformas judiciales, reconfiguración de prioridades presupuestales, y una redistribución de recursos hacia programas sociales, desarrollo y bienestar. Aunque muchos critican estos cambios, especialmente desde ciertos medios y élites, la lógica de fondo es clara: reordenar el Estado a favor de quienes históricamente fueron olvidados.
Más aún: en un país donde la desigualdad ha marcado pactos silenciosos entre poderosos, la 4T ha reivindicado, con ciertas acciones, el compromiso hacia los más vulnerables. La histórica alza en el salario mínimo, la atención a comunidades marginadas, la apertura de políticas de protección social, todo ello señala una intención de corregir graves distorsiones económicas y sociales.
Otro punto crítico que me impulsa a apoyar esta corriente es la decisión de cuestionar estructuras de poder enraizadas, económicas, mediáticas y políticas, que han gobernado México por décadas. No es poca cosa enfrentar intereses consolidados: oligopolios, cúpulas empresariales, judiciales, mediáticas. Que se intente abrir espacios de participación real, incrementar la transparencia y brindar voz a quienes antes eran invisibles, debe valorarse. Esto no significa ingenuidad: la tarea es titánica, la resistencia fuerte. Pero proponer un rumbo distinto siempre es motivo de esperanza.
Sé que muchos validan críticas al gobierno y sinceramente creo que la autocrítica sana debe existir. Pero también me parece que debemos reconocer avances, valorarlos, y defender la idea de una transformación real, no cosmética. México necesita salir del círculo vicioso de privilegios y reproducciones de poder, y la 4T representa una oportunidad histórica de romper con ese pasado.
Si México aspira a ser un país donde la justicia social no sea una consigna vacía, donde los gobiernos rindan cuentas de verdad, donde haya oportunidades reales ese México solo puede alcanzarse con coraje, convicción, y una convicción de cambio profundo.
No es creer por fe ciega, sino por convicción de que valdrá la pena empujar para que, poco a poco, todos podamos tener un lugar digno, un futuro con más equidad y una patria de la que podamos sentirnos orgullosos. El México que merecemos no se construye de la noche a la mañana y nuestra presidenta necesita el apoyo y respaldo de su gente. Mantengámonos firmes en el 2026, que seguramente será un año donde escucharemos diatribas y mentiras de un lado y del otro. Reflexionemos desde hoy sobre el rumbo de nuestro país y lo que queremos seguir transformando en él, de la mano de quien representa esta continuidad de cambio, justicia social y compromiso con el pueblo.
Gracias por leer, yo soy Daniela González Lara

Daniela González Lara
Abogada y Dra. en Administración Pública, especializada en litigio, educación y asesoría legislativa. Experiencia como Directora de Educación y Coordinadora Jurídica en gobierno municipal.


