La presidenta con A repitió “celebrar” como si fuera un conjuro. Palabra tras palabra, como si bastara para tapar la sangre, la pobreza y el abandono.
Mientras ella festejaba, México contaba muertos: más de 20 mil asesinatos en lo que va del año. Guanajuato, Chihuahua, Michoacán, Guerrero, Baja California, Sinaloa y Estado de México concentran más de la mitad de los casos. La extorsión creció casi 23% en este sexenio y golpea a agricultores y pequeños empresarios. ¿Eso es fiesta?
El campo agoniza. Los productores de maíz y limón bloquean carreteras en más de 20 estados. El precio de la tonelada de maíz cayó de más de 7,000 pesos en 2022 a apenas 5,000 en 2025, y muchos reportan ventas en 3,200. México perdió competitividad frente a sus socios del T-MEC y hoy depende de importaciones para cubrir gran parte de su consumo. Los agricultores levantan ataúdes simbólicos en carreteras para representar la muerte del agro. ¿Eso se celebra?
La economía apenas respira. El Banco de México advirtió que el PIB de 2025 crecerá menos de 0.6%, muy por debajo del promedio histórico. La inversión privada está contraída, el consumo estancado y la inflación de servicios se mantiene alta. Sí, el peso resiste y la inflación general bajó a 3.7%, pero eso no llena la mesa de las familias. ¿Eso es festejo?
Y sin embargo, las encuestas dicen que siete de cada diez mexicanos aprueban a la presidenta con A. ¿Cómo se explica? La respuesta está en las transferencias directas: pensiones universales, becas, apoyos a jóvenes, programas de mujeres. Son políticas que generan dependencia y fidelidad política. No solucionan la inseguridad, los homicidios siguen siendo una tragedia diaria, no frenan la extorsión, no detienen el secuestro, no rescatan al campo, no combaten la corrupción, no alivian la migración forzada ni la crisis de desaparecidos. Lo que sí hacen es comprar silencio y sostener la narrativa oficial. Es el costo de las dádivas: respaldo político a cambio de ignorar los problemas reales.
La marcha que comenzó como expresión de la Generación Z terminó convirtiéndose en el grito de un México entero que ya está cansado. Jóvenes, madres con hijos desaparecidos, familias que han sufrido en carne viva la violencia, campesinos que ven morir sus cosechas y ciudadanos hartos de la corrupción caminaron juntos. Fue un México real, el que apesta a hartazgo y dolor, el que no cabe en la realidad alterada que este gobierno intenta imponer. Trataron de demeritar la movilización, llamarla menor, minimizarla como si fuera un capricho juvenil. Pero lo que se vio en las calles fue un país que exige justicia y dignidad, y que no acepta que después de tanto sufrimiento se les invite a “celebrar”.
El contraste es brutal. En Palacio Nacional se repite “celebrar” como si fuera un himno. Afuera, la gente enfrenta violencia, crisis y precariedad. La narrativa oficial es un espejo roto: refleja un país que no existe.
La mañanera del jueves no fue informe, fue propaganda. Una puesta en escena donde la palabra sustituyó a la rendición de cuentas. Pero los mexicanos no necesitamos celebraciones, necesitamos soluciones. Seguridad, justicia, un campo vivo.
No queremos festejos, queremos justicia. No queremos dádivas, queremos dignidad. No queremos discursos, queremos un país que viva.
Aldonza González Amador
Criminóloga y Empresaria Juarense
Actualmente Presidenta del Organismo Nacional de Mujeres Priistas en el Estado de Chihuahua (ONMPRI) y Estudiante de Administración de Empresas en la Universidad de la Rioja España.
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