México amaneció con otra tragedia que nos golpea el alma: el asesinato de Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, Michoacán. Un crimen cobarde que exhibe, una vez más, la profunda crisis de violencia e impunidad que vive el país. Un hecho que debería haber sacudido a toda la nación… pero que en cuestión de horas fue desplazado del foco mediático por algo completamente distinto: el supuesto “acoso” que sufrió la presidenta Claudia Sheinbaum durante un evento público.
Y es aquí donde las alarmas se encienden. No por el hecho de que una mujer denuncie acoso —lo cual siempre debe tomarse en serio—, sino por la manera en que se manipula un tema tan sensible para distraer la atención nacional de una tragedia real.
Soy mujer, y como muchas, he visto y vivido de cerca lo que significa el acoso. Lo repudio con toda fuerza y jamás lo minimizaría. Pero también creo que usar el dolor de millones de mujeres como estrategia política es una falta de respeto hacia quienes día a día enfrentan el miedo sin cámaras, sin escoltas y sin reflectores.
Claudia Sheinbaum no es una ciudadana indefensa: es la presidenta de México. Una mujer con un aparato de seguridad enorme, rodeada de simpatizantes, cámaras y funcionarios. Resulta difícil creer que alguien pueda tomarla por sorpresa, sin que su equipo intervenga de inmediato. Y sin embargo, de ese “incidente” se habló en todos los noticieros. Se volvió tendencia. Se infló hasta opacar un asesinato que refleja la verdadera urgencia del país: la violencia.
Mientras tanto, la familia de Carlos Manzo lloraba su pérdida. Michoacán volvía a ser noticia por el miedo, y el resto de México, por la distracción. Porque sí, es mucho más cómodo hablar de un momento “incómodo” para la presidenta que reconocer que estamos rebasados por la inseguridad.
No se puede tapar la sangre con discursos de victimización. No se puede pedir empatía cuando se usa la empatía como herramienta política. Y no se puede hablar de justicia si seguimos ignorando a quienes mueren cumpliendo su deber.
Defender a las mujeres es una causa que debe unirnos, no un recurso para dividir la atención pública. El acoso es real, doloroso y grave, pero cuando se usa como cortina de humo, se hiere también la lucha legítima por la igualdad y el respeto.
Hoy más que nunca, necesitamos reflexionar:
¿Qué tipo de país estamos construyendo si permitimos que la manipulación sustituya a la verdad?
¿Dónde queda nuestra empatía cuando se usa como estrategia política?
Y, sobre todo, ¿cuántos crímenes más tendrán que pasar antes de que dejemos de mirar hacia donde el poder nos apunta y empecemos a mirar hacia donde realmente duele?

Mayra Machuca
Abogada, Activista, Columnista, Podcaster.
Especializada en análisis y asesoría jurídica, cuenta con experiencia administrativa y jurídica con habilidades destacadas en la resolución de problemas y coordinación de tareas. Experta toma de decisiones estratégicas. Activa en Toastmasters y Renace y Vive Mujer.


