Desde el inicio de la historia política, el miedo ha sido utilizado como un recurso poderoso para influir en la conducta humana. A diferencia de las propuestas, los diagnósticos o los proyectos de largo plazo, que pudiéramosescuchar, el miedo actúa de forma inmediata: activa las emociones, paraliza el pensamiento crítico y empuja al ciudadano a buscar refugio en lo que percibe como protección.
En la política moderna, lo seguimos viendo; el miedo no solo se usa como argumento: se diseña, se difunde y se convierte en el centro de la campaña. Ya no se trata solo de persuadir, sino de alarmarnos. Las estrategias se enfocan en crear escenarios de caos, en exagerar peligros existentes o construir amenazas simbólicas, todo con un objetivo claro: movilizar votos ó acciones a través de la ansiedad colectiva.
Mire usted una campaña basada en el miedo suele operar bajo una estructura bien definida:
Toda campaña del miedo necesita un antagonista. Lo ha visto? . Puede tratarse de un grupo, una corriente ideológica, una política pública o incluso una comunidad entera. Este enemigo es presentado como una amenaza a la seguridad, la identidad, la estabilidad económica o la moral colectiva y ya se imagina, cuanto más emocional y menos concreto, más efectivo resulta.
A partir de problemas reales como la inseguridad, el desempleo o cualquier otro se construyen narrativas que multiplican la percepción del peligro. Se recurre al uso descontextualizado de datos, imágenes impactantes y declaraciones alarmistas. En muchos casos, la información es verídica pero incompleta; en otros, directamente falsa.
Ahora asi lo vemos en cada campaña del miedo, Después de sembrar el temor, se introduce un único camino posible: una figura, una propuesta o una reforma presentada como “la única salida”. El mensaje implícito es contundente: “si no eliges esto, todo empeorará”. Así, la ciudadanía deja de actuar desde la convicción y lo hace desde la urgencia emocional.
La efectividad del miedo político se multiplica mediante la repetición del mensaje, tanto en medios tradicionales como en redes sociales. Mientras más veces se escuche una advertencia, más real parece. Esta repetición puede incluir rumores, videos virales, encuestas manipuladas o discursos diseñados para provocar angustia.
Y sabe porque funciona? porque apela a lo más profundo del ser humano: el instinto de supervivencia. En momentos de crisis o incertidumbre, el miedo actúa como brújula. Las personas buscamos certezas, y los mensajes de protección aunque no estén sustentados, ofrecen una sensación de alivio. Es importante reconocer pues que no todos los temores son falsos; existen miedos fundados, tampoco es que no pase nada ; sin embargo, los miedos infundados aquellos amplificados, manipulados o inventados son los que distorsionan la realidad.
La diferencia entre un liderazgo auténtico y uno manipulador es clara: uno informa y propone, el otro asusta y condiciona. Mientras el primero invita a la reflexión colectiva, el segundo apuesta al pánico para controlar y silenciar el debate
Frente a estas campañas, es urgente formar una ciudadanía con pensamiento crítico, capaz de distinguir entre los hechos y la exageración, entre la prevención responsable y la manipulación emocional. No todo lo que da miedo debe movernos. No todo lo que se presenta como “salvación” es real.
Una democracia sólida se construye con información, con propuestas, con diálogo. No puede fundarse en el temor constante ni en el chantaje emocional. La esperanza, la verdad y la razón deben ser el centro del discurso público, para una política que sirva para construir.
Nora Sevilla
Comunicadora y periodista experimentada, actualmente Jefa de Comunicación en Cd. Juárez del Instituto Estatal Electoral y Tesorera en la Asociación de Periodistas de Ciudad Juárez. Experta en marketing político y estrategias de relaciones públicas, con sólida carrera en medios de comunicación.
