Billie Eilish / Watch (2017),
“I’ll sit and watch your car burn with the
fire that you started in me.”
Cuando la retórica no basta, lo que queda es sentir el fuego
real que generaron tus promesas. Promesas que nunca
llegaron a buen puerto, expectativas que arden en decepción.
]La confianza se quema si la palabra no activa acción,
si el silencio es cómplice y la omisión consiente el desastre…
“La confianza no se exige. Se gana con hechos.”
Empiezo por mi… ¡Ah, ¡cómo me ha costado ser expresivo! Por un lado, digo todo lo que pienso y expreso, pero cuando se trata de estar en pareja, puedo llegar a crear un mundo que ni Benedetti, Sabines, Cortázar, Pitol, entre otros, podrían imaginar. Esto de amar nos vuelve de terciopelo pretendiendo ser seda pura y, por supuesto, uno intenta el objetivo no solo lo piensa, de esto uno de mis lemas de vida: No me preocupo… ¡me ocupo! Sin embargo, uno no siempre tiene la suerte comprada, y cuando no se logra el objetivo, todo puede acabar en palabras que duelen más y terminan con algo que, por más bonito que haya sido, deja solo un eco eterno que suena así: ¡Hechos, no palabras! —Caray, cómo quisiera regresar el tiempo… En fin, mejor entremos en contexto social y dejemos la analogía personal.
En el plano donde todo se puede, en Ciudad Juárez, y más allá, la política ha perdido el oído. Se habla de confrontación, de filtraciones, de campañas de desprestigio… pero lo que falta no son palabras; lo que falta son pruebas, resultados y acciones que no lleguen tarde.
En Juárez, el presidente municipal acusa a la gobernadora de operar con tácticas sucias. La gobernadora responde con el silencio o con indirectas. Y bueno, mientras tanto, en las colonias, la gente espera algo más que el vaivén del ring político. Cuando la confrontación se traduce en presencia territorial, afiliación efectiva y músculo social, es estrategia; solo que, si se queda en comunicados y declaraciones sin sustento, entonces no es más que un teatro político que erosiona la credibilidad de ambos actores. Y en este país ya no estamos para teatro: estamos para saber si los muertos del crematorio tendrán justicia, si los damnificados serán protegidos o si simplemente se usará su dolor como herramienta retórica. Como sociedad, tenemos que volvernos como somos entre nosotros: claros, objetivos, y sin paciencia para esperar más de la cuenta o más de lo que nuestras necesidades requieren.
Y esto, mi estimado lector, ocurre hasta en las mejores familias. Para que no se me sientan los políticos locales, ahí les va: a nivel nacional, las recientes filtraciones que vinculan a un exsecretario estatal con La Barredora, grupo ligado al CJNG, han encendido las alarmas. Si bien no hay una investigación formal, el silencio sepulcral de algunos líderes hace suficiente ruido. En el amor como en la política, callar también es decir, y aquí el mensaje es brutal: que la falta de consecuencias es una constante, y —deje usted— que la impunidad es una especie de doctrina o una tesis no escrita.
Este caso es tan delicado para Morena porque se juega mucho más que una narrativa anticorrupción. Con esto se juega la autoridad moral que se supone tiene (con excepción del incidente de las ligas, jeje). Si no hay sanciones, si no hay autodepuración, si no hay investigaciones transparentes, lo que queda es un vacío ético que difícilmente se llena con promesas o giras mediáticas.
La historia reciente nos recuerda que el colapso reputacional no necesita una sentencia judicial…Basta con una contradicción visible, basta con que la expectativa pública sea traicionada. Y, si bien somos un país joven —muy joven— tenemos una memoria para lo negativo que nos hace estar siempre intentando ver dónde está la traición. Y a veces llega en charola de plata, como a la esposa de un CEO en el famoso caso Astronomer. Creo que está de más contar… Un CEO, una ejecutiva, una “kiss cam” en un concierto de Coldplay, ¡y el mundo digital explotó! Independientemente de que la esposa de dicho ejecutivo, hasta acá se pudo oír: “¡Ojos de loca no se equivoca!” y en lo profesional el castigo fue inmediato: suspensiones, renuncias, rebranding, voceros famosos… Y bueno, respecto a esto, no los defenderé, pero la verdad, todos se desgarraron las vestiduras, aunque hubo más risas nerviosas por sentirse identificados que condenas reales. Nadie conoce la historia; quizá sea una gran historia, así que, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra —dijo mi Hermano Jesús.°.
Aun así, los expertos son claros: sin cambios estructurales, todo eso será maquillaje El problema de fondo es el mismo en todas partes: cuando los líderes actúan como si las reglas no les aplicaran, la confianza colapsa. El público no necesita pruebas en corte para desconfiar, entiéndanlo: solo necesita ver que no hay consecuencias.
En Juárez, en Morena, en Astronomer: la crisis no nace del error, nace de la falta de respuesta. Si quienes gobiernan, dirigen, representan o son jefes de familia no actúan con coherencia y transparencia, su palabra se vuelve hueca y no como la memoria colectiva, que está peor que el mismísimo buró de crédito y que la mismisma aun esposa del ex CEO de Astronomer.
Y ahí está el riesgo real: que el cinismo gane, que la gente deje de exigir porque ya no espera nada. Que la palabra “justicia” suene tan vacía como las urnas en un velorio anónimo.
Ya lo dije antes: honrar no es tomarse la foto, es escuchar el dolor y hacer algo con él. Pues bien, lo repito ahora: gobernar no es hablar más fuerte, es sostener la palabra con hechos.
La retórica sin acción es como abrazar sin brazos: no convence, no repara y no sirve. Y, ¿sabe qué? Esto va para los políticos (el CEO ya perdió): no se esperen a perder. Su gente, su partido, lo que han construido, se puede ir por una incongruencia, aunque —como en mi experiencia— sea sin la intención.
Alfonso Becerra Allen
Abogado corporativo y observador político, experto en estrategias legales y asesoría a liderazgos con visión de futuro. Defensor de la razón y la estrategia, impulsa la exigencia ciudadana como clave para el desarrollo y la transformación social.
