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    diciembre 5, 2025 | 0:34

    El culto a la Muerte en México.

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    La devoción a la denominada Santa Muerte en México es un fenómeno social que retrata realidades complejas, cuestiona a las religiones convencionales, muestra a un gran segmento de la población que resiste a dinámicas de incertidumbre pero que de alguna manera mantiene el sentido de trascendencia.

    El culto a la Santa Muerte en México ha visto un exponencial crecimiento a partir de la primera década de los 2000, antes estuvo oculto y poco o discretamente difundido, es difícil saber una cifra exacta pero hoy los devotos de la también llamada “niña blanca” se cuentan por millones.

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    El origen de este culto es incierto, lo que sabemos con certeza es que es eminentemente sincrético y presenta elementos del catolicismo, santería y del México prehispánico; aunque puede decirse que es una imagen netamente europea.

    Deidad femenina, maternal y protectora para sus seguidores; esta idea conectaría con la cosmovisión prehispánica en donde la muerte se asocia con la madre tierra que transforma y regenera a quien muere.

    Para los antiguos indígenas mexicanos, la vida en el plano terrenal estaba supeditada a la muerte, no como un fin sino como parte de un mismo ciclo vital que se regenera. Para mantener el equilibrio cósmico, los mexicas y otros pueblos mesoamericanos practicaban el sacrificio humano.

    No olvidemos que México celebra a sus difuntos cada 01 y 02 de noviembre como resultado de la fusión cultural española y mesoamericana, Diego Rivera inmortalizó a la Catrina de José Posada en uno de sus extraordinarios murales en esta idea mestiza y sincrética.

    Sin embargo, el culto a lo que hoy se le conoce como la Santa Muerte no es propiamente herencia prehispánica. Es más bien una configuración ecléctica popular relativamente reciente de prácticas mágicas, supersticiosas; que como mencionamos, mezcla elementos católicos  y comúnmente, sin serlo, de santería en sus diversas variantes.

    La Iglesia Católica Romana y las Iglesias Cristianas Protestantes han condenado este culto; calificándole de idolatría, blasfemia y fundamentalmente satánico. Es también del dominio público que la adoración a la Muerte es acompañada en varios casos de prácticas ocultistas vinculadas a lo que popularmente se conoce como brujería, adivinación y magia negra.

    Al no tener un cuerpo doctrinal definido y no ser reconocida como Iglesia o religión, la práctica devocional a esta figura de la Muerte queda al arbitrio de quienes le recomiendan, de sus seguidores y de quienes comercializan productos diversos de “La santísima”. Es así que conviven diversas formas de rendirle veneración y fidelidad.

    Pero más allá de lo anterior, este culto ha experimentado un gran crecimiento debido principalmente a que su base social también ha crecido. La carestía de la vida, la injusticia institucionalizada, la proliferación del crimen y la ilegalidad, la exclusión, la violencia normalizada y la marginación han hecho que muchas personas volteen hacia opciones diferentes de apoyo espiritual.

    La realidad de desamparo y de violencia permanente que viven millones de mexicanos no puede más que buscar una salida metafísica que les proteja sin que se les juzgue, sin que se les condene a priori y que en cambio les comprenda y les ofrezca el respeto que anhelan y que nadie más les brindó. Esto en gran parte encuentran muchos en el culto a la “Flaquita”.

    Esto nos habla de que las religiones tradicionales se han visto rebasadas ante la realidad social y no han cumplido sino muy parcialmente su función cultural y orientativa en las familias mexicanas contemporáneas.

    Lo que  indica una crisis mayor, sistémica, pero en la que definitivamente se incluyen las Iglesias Católica y Evangélicas y sus integrantes, a veces primero dispuestos a tirar la primera piedra que a ofrecer consuelo espiritual.

    Más allá de que sea o no un culto vinculado a cuestiones demoniacas, de personas que trabajan al margen de la Ley, de ser parte de la narcocultura,  de ofrecer premios y pactos sin necesitar seguir normas religiosas, de ser una práctica buena o mala; debemos comprender que cada uno de estos devotos es una persona con una historia de vida.

    Es así que este culto a permeado a todas las clases sociales mexicanas, desde los estratos más bajos y desprotegidos, en las prisiones, en los cuerpos policiacos, en el terreno donde la vida está en riesgo y se hace necesario contar con el favor de lo sobrenatural para subsistir.

    Pero también en estratos que pagan bien por un “trabajito”, “protección” o “amarre” con la poderosa deidad, que por otra parte van a misa los domingos y algunos hasta comulgan, o como aquella persona que acudió a ella como opción desesperada ante una situación de enfermedad de algún ser querido.

    En primer término, podemos interpretar que el culto a la Muerte en México resulta de una compleja realidad material; donde las contradicciones y desigualdades sociales se expresan en estructuras políticas, económicas, culturales y religiosas excluyentes y defectuosas en cuanto a satisfacer las condiciones necesarias para que los mexicanos puedan  vivir y desarrollarse en paz y dignamente.

    Al final de cuentas la libertad de culto es un derecho humano y debe garantizarse a todos. Dios vive en cada persona.

    “No te dejes vencer por el mal, más bien derrota al mal con el bien.”

    (Romanos 12:21)

    ADN Moises Hernandez Sqr
    Moisés Hernández Félix

    Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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