El sistema financiero mexicano ya no se entiende con las reglas de antes, los bancos tradicionales ya no están solos. Las fintechs llegaron y se quedaron y ahora, incluso los gigantes del retail —sí, como OXXO— están pidiendo licencias bancarias; esto no es una tendencia: es un golpe frontal a la banca tradicional, y nadie parece estar viendo lo que realmente está en juego.
FEMSA quiere ser banco, y lo va a lograr. Spin by OXXO, el brazo financiero de FEMSA, ya tiene más de 6 millones de usuarios, más puntos de retiro que muchos bancos, y una red de más de 20,000 tiendas que funcionan como mini sucursales con caja.
Y como si eso no fuera suficiente, ya solicitó licencia bancaria ante la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV). Es decir, quieren ser un banco de verdad, no para financiar empresas ni innovación, sino para quedarse con el flujo del consumo masivo, para capitalizar cada depósito del trabajador, cada remesa, cada transferencia… y luego prestártelo al triple en una tarjeta.
¿Y el Gobierno? mirando, como si nada. La banca tradicional ya no da el ancho.
Hoy tenemos 49 bancos autorizados en México, pero solo cinco —BBVA, Banorte, Citibanamex, Santander y HSBC— controlan casi el 70% de todos los activos del sistema financiero y mientras tanto, más de 60 millones de mexicanos siguen sin acceso a crédito formal.
Si eres PyME, si no tienes historial, si apenas sobrevives, tu banco no es un banco: es una casa de empeño.
Fintechs: ágiles, agresivas y sin freno. México ya es el segundo ecosistema fintech más grande de América Latina, solo por debajo de Brasil; según Finnovista, en 2024 operan aquí casi 600 fintechs activas, ofreciendo desde microcréditos hasta seguros digitales.
¿El problema? Que la mayoría se enfoca en crédito de consumo, pagos y servicios financieros personales; no hay vocación productiva, nadie quiere financiar el crecimiento, todos quieren financiar tu quincena.
Banco del Bienestar: ¿presencia o fracaso? El gobierno también entró al juego con más de 3,000 sucursales, el Banco del Bienestar se convirtió en la institución con mayor cobertura del país; pero esa cobertura está agujereada.
En 2023, el banco reportó pérdidas por más de 3,600 millones de pesos según su propio informe financiero. Tiene oficinas, pero no modelo. Tiene estructura, pero no eficiencia.
No es inclusión financiera, es propaganda bancaria.
Casas de empeño y agiotismo: los verdaderos prestamistas de México, cuando el banco no te presta y el Estado te abandona; el mercado informal entra con fuerza.
Hoy en México operan más de 7,000 casas de empeño registradas, muchas de ellas como única fuente de liquidez en comunidades marginadas.
La CONDUSEF estima que hasta el 25% del crédito en México es informal, con tasas que pueden llegar hasta el 400% anual y nadie hace nada; nadie regula, nadie protege, porque nadie quiere meterse con los que de verdad están prestando.
Las PyMEs están solas, otra vez; más del 99% de las empresas en México son PyMEs, generan 7 de cada 10 empleos pero menos del 30% accede a crédito bancario.
La mayoría se financia con recursos propios, préstamos familiares o… con el diablo: agiotistas, casas de empeño o crédito informal.
La banca de desarrollo —NAFIN, BANCOMEXT— sigue atrapada en trámites eternos, requisitos absurdos y burocracia que espanta a cualquiera.
Mientras todos están viendo el “boom digital”, nadie se está preguntando: ¿Quién va a financiar el desarrollo?, ¿Quién va a apostar por la innovación?, ¿Por la maquinaria, por el agro, por la industria nacional?.
El dinero está fluyendo, pero no hacia donde se necesita. Está fluyendo hacia el consumo, no hacia la producción y cuando el sistema financiero se convierte en un OXXO, en una app, o en una sucursal del gobierno que pierde millones…estamos fritos.
Conclusión (incómoda, pero urgente), el sistema financiero mexicano ya no se construye desde la banca, se está improvisando desde el consumo, la conveniencia, la informalidad y la simulación.
Y mientras tanto, el crédito productivo —el que mueve la economía de verdad— se está quedando sin dolientes.
Si no tomamos ese lugar, lo va a ocupar el retail.
Si no financiamos nosotros, lo va a hacer la usura.
Y si no reaccionamos hoy, cuando queramos despertar, ya no vamos a tener país que financiar.



