Estimados lectores. Hace unos días les compartí algunas ideas sobre “La Relación entre la Educación STEM y el Desarrollo Nacional” y les dejé dos preguntas para reflexionar: ¿Notaron algo peculiar en la lista de países líderes en egresados en el área de STEM? ¿Qué estamos haciendo en México para impulsar estas disciplinas? Hoy quiero compartir mis propias reflexiones al respecto.
Cuando miramos esa lista de países con mayor número de graduados STEM (China, India, Estados Unidos, Rusia, Irán, Indonesia y Japón), lo primero que salta a la vista es la enorme brecha entre los primeros y el resto. ¿Casualidad? Yo no lo creo. Detrás de esos números hay décadas de políticas educativas estratégicas y consistentes. Es decir, es como cuando decidimos plantar un árbol: no da frutos al día siguiente, requiere cuidado constante y una visión a largo plazo para disfrutar de los mismos.
Me duele reconocerlo, pero la ausencia de México en esa lista debería encender nuestras alarmas. Somos la decimoquinta economía mundial, pero ¿dónde está nuestro capital humano especializado en STEM? En lo particular, veo una desconexión entre nuestras ambiciones económicas y lo que realmente estamos sembrando para el futuro.
También es revelador que la mayoría sean países asiáticos. Esto refleja un enfoque cultural donde las disciplinas científicas y técnicas son valoradas como verdaderos motores de desarrollo. No es solo política pública, es una mentalidad colectiva que ha permeado familias, escuelas y empresas por generaciones.
¿Y qué estamos haciendo en México? En mi opinión, nos encontramos en una encrucijada. Tenemos iniciativas prometedoras como el Movimiento STEM+, pero enfrentamos obstáculos enormes: la desconexión entre escuelas y empresas (¿de qué sirve formar talento si no tiene dónde florecer?), infraestructura insuficiente (tratar de enseñar programación sin computadoras es como enseñar natación sin agua), y brechas sociales que hacen que la educación de calidad sea privilegio de pocos.
No necesitamos más reformas superficiales que cambien nombres, pero mantengan las mismas prácticas. Necesitamos transformar desde la raíz cómo enseñamos a pensar críticamente y a resolver problemas desde el preescolar hasta la universidad. Para lograrlo, México necesita políticas educativas que trasciendan los ciclos sexenales —la educación no puede ser un experimento que reiniciamos cada seis años. Necesitamos invertir seriamente en investigación, formar docentes que inspiren pasión por STEM, y asegurarnos que niñasy niños de comunidades rurales tengan las mismas oportunidades que aquellos en escuelas privadas urbanas.
La buena noticia es que tenemos una población joven y ávida de oportunidades. Este desafío también es nuestra mayor oportunidad. Imaginen lo que podríamos lograr si canalizamos adecuadamente todo ese talento hacia disciplinas que construirán el futuro. No se trata solo de mejorar estadísticas educativas, sino de construir un México más competitivo, innovador y justo para todos.
¿Ustedes qué piensan? ¿Qué otras acciones deberíamos implementar para impulsar la educación STEM en nuestro país?

Jorge Luis García Alcaraz
Ingeniero Industrial y Maestro en Ciencias de la Ingeniería Industrial conDoctorados en Ingeniería Industrial; Ingeniería, Diseño de Producto y Procesos Industriales; Ciencias y Tecnología Industrial; Ingeniería Mecánica por la Universidad de Zaragoza (España) y Postdoctorado en Procesos de Manufactura.
Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores en el Nivel III e investiga el modelado de sistemas de producción. Recibió el premio estatal de Ciencia, Tecnología e Innovación 2015.
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