El pasado 11 de julio, el presidente Donald Trump anunció un nuevo paquete de aranceles del 30 % a todas las importaciones provenientes de México, con entrada en vigor el próximo 1 de agosto de 2025. Esta medida, que también incluye a la Unión Europea, representa no solo una amenaza comercial, sino un cambio estructural en la relación económica bilateral más importante de América del Norte.
Seis meses después de su regreso a la Casa Blanca, Trump está cumpliendo su promesa de levantar un nuevo tipo de muro: uno hecho de tarifas, no de acero. Y México, en este escenario, no puede darse el lujo de improvisar, minimizar o simplemente esperar que pase la tormenta.
El golpe no es simbólico. Es sistémico.
Con este nuevo arancel del 30 %, México podría enfrentar pérdidas de hasta 30,000 a 40,000 millones de dólares anuales, según estimaciones de analistas industriales y organismos multilaterales.
La afectación será directa en sectores clave como:
Autopartes y automotriz, que representan casi el 30 % de las exportaciones mexicanas a EE. UU.
Agroindustria, que ya ha sufrido antes con restricciones al tomate, aguacate y carne.
Textil, calzado y maquinaria ligera, altamente dependientes de cadenas integradas con fábricas estadounidenses.
Y más preocupante aún: se estima que podrían perderse entre 300,000 y 500,000 empleosformales en el norte del país durante los próximos seis meses si la medida se mantiene sin respuesta.
El nuevo orden económico es proteccionista, México debe asumirlo.
Lo que antes eran amenazas de campaña, hoy son políticas firmadas desde la Oficina Oval,Estados Unidos está cerrando su economía con el argumento de proteger empleos y contener la migración, aún a costa del T-MEC y del sistema multilateral de comercio.
México no puede seguir actuando como si esto fuera temporal, lo que está en juego es el modelo de desarrollo exportador que el país ha construido durante las últimas tres décadas.
¿Y qué tendría que estar haciendo México ahora?
Ir de inmediato a la OMC, denunciando prácticas discriminatorias e incompatibles con el libre comercio. Activar los mecanismos de solución de controversias del T-MEC, para forzar un diálogo técnico y político.
Reforzar sus tratados con Asia, Sudamérica y Europa, y abrir nuevos mercados de forma acelerada. Blindar al sector exportador con apoyos fiscales y acceso preferencial a financiamiento, especialmente para PYMES.
Diseñar una política industrial nacional, que fortalezca cadenas de valor internas y reduzca dependencia estratégica de EE. UU. No se trata de romper la relación con nuestro principal socio comercial, se trata de defendernos con inteligencia, legalidad y visión de largo plazo.
Trump ya no está en campaña, está gobernando y está tomando decisiones que afectan directamente a millones de empleos, familias, inversiones y regiones enteras de nuestro país.
México necesita más que buenos discursos, necesita liderazgo, estrategia y acción inmediata porque el nuevo muro no se construyó en la frontera, se está construyendo en las aduanas y ese sí amenaza con encerrarnos económica y políticamente… si no lo enfrentamos unidos y preparados.
