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    diciembre 2, 2025 | 8:48

    Entre la arena, el calor y la urgencia ambiental

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    Nomas no llueve en Juarez. La escasez de lluvia en el estado de Chihuahua, particularmente en la frontera, ha dejado de ser un fenómeno pasajero para convertirse en una crisis persistente que afecta todos los aspectos de la vida en la región. En los últimos años, las precipitaciones han disminuido drásticamente, alterando el equilibrio climático, social y económico de una de las ciudades fronterizas más importantes de México. Esta situación no solo evidencia el impacto del cambio climático a nivel local, sino que también expone la urgencia de tomar medidas ambientales antes de que las consecuencias se vuelvan irreversibles.

    Ciudad Juárez se ha caracterizado históricamente por su clima extremo: inviernos crudos y veranos abrasadores. Sin embargo, el calor ha intensificado su presencia. Temperaturas que superan los 40 grados centígrados se están volviendo cada vez más comunes, y las lluvias, que en otros tiempos traían alivio, se han vuelto esporádicas. Este desequilibrio ha generado un ambiente hostil no solo para la naturaleza, sino también para sus habitantes.

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    Uno de los efectos más visibles y dañinos de esta sequía prolongada son las tormentas de arena, que se han vuelto más frecuentes e intensas. La falta de vegetación, producto de la ausencia de humedad, deja al descubierto suelos secos y sueltos, fácilmente arrastrados por los vientos que azotan el desierto. Estas tormentas reducen la visibilidad, deterioran la calidad del aire y representan un riesgo para la salud respiratoria de la población. Además, interrumpen actividades cotidianas y deterioran infraestructuras, complicando aún más la vida en la ciudad.

    La situación también tiene un profundo impacto psicológico. El calor extremo y continuo, la falta de lluvias refrescantes y la presencia constante de polvo en el aire afectan el ánimo de las personas. Se percibe un ambiente de irritabilidad y cansancio, acentuado por la incertidumbre ante el futuro climático de la región. Para quienes no tienen acceso a sistemas adecuados de refrigeración o agua potable, los efectos son aún más graves, generando condiciones que atentan contra la salud física y mental.

    En el plano económico, la escasez de agua afecta directamente a la agricultura en zonas rurales del estado, pero también a las actividades urbanas. Las restricciones en el uso del agua impactan a la industria y elevan los costos de operación para comercios y hogares. La necesidad de importar alimentos y productos básicos ante la caída de la producción local genera inflación y afecta especialmente a las familias de bajos recursos. Además, los gastos en salud aumentan debido a enfermedades respiratorias y golpes de calor.

    Desde una perspectiva social, la desigualdad se intensifica. Los sectores más vulnerables, aquellos con menor acceso a agua potable, atención médica y espacios frescos, son los más perjudicados. Esto crea una brecha de bienestar que, en el largo plazo, puede traducirse en tensiones sociales y migración forzada, especialmente hacia el norte, en busca de condiciones de vida más dignas.

    Frente a este panorama, es urgente adoptar una visión ambientalista que ponga en el centro la sostenibilidad y la resiliencia climática. Es necesario repensar la relación que las ciudades del desierto tienen con el agua y la naturaleza. La reforestación con especies nativas, la captación de agua de lluvia, la eficiencia hídrica en viviendas e industrias, así como la educación ambiental, deben ser parte de una estrategia integral.

    Ciudad Juárez no puede esperar a que el cielo se compadezca. Debe actuar desde la tierra, con políticas públicas firmes, innovación tecnológica y una ciudadanía consciente. Solo así será posible enfrentar la crisis climática que hoy se manifiesta como sequía, pero que, si no se atiende, podría derivar en algo aún más devastador. El desierto siempre ha sido un entorno difícil, pero también ha enseñado a resistir. Ahora toca aprender a cuidarlo. Gracias por leer, yo soy Daniela Gonzalez Lara.

    Daniela
    Daniela González Lara

    Abogada y Dra. en Administración Pública, especializada en litigio, educación y asesoría legislativa. Experiencia como Directora de Educación y Coordinadora Jurídica en gobierno municipal.

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